martes, 29 de septiembre de 2009

Romper el colonialismo mental

Juan Santiago Fraschina, Pagina 12, 28 de septiembre de 2009.

Sostener el aumento del gasto público en medio de la crisis financiera internacional ha sido uno de los aciertos más importantes del gobierno nacional. Ante el derrumbe de las potencias económicas que ha repercutido en la economía argentina sobre todo vía comercio exterior, el gobierno nacional decidió incrementar el gasto público como principal política anticiclica. En efecto, ante la caída de la demanda externa, el sostenimiento del crecimiento del mercado interno a través del aumento de las erogaciones del sector público permitieron que la crisis internacional no repercutiera fuertemente en la economía nacional.
Sin embargo, la política fiscal expansiva junto con el desaceleramiento en el crecimiento de la recaudación tributaria debido al impacto de la crisis mundial, generaron una reducción en el superávit fiscal y una nueva discusión sobre el problema del financiamiento.
Ante el deterioro del superávit primario volvieron a aparecer los neoliberales reclamando el retorno de la Argentina al Fondo Monetario Internacional, poniendo nuevamente al organismo financiero en el centro de la política económica nacional.
Pero volver al Fondo es nuevamente subordinarse al mercado financiero internacional que son los mismos que llevaron a la Argentina a la peor crisis económica y social de su historia en el 2001 y que son responsables del colapso mundial actual.
Estos sectores pretenden el retorno al FMI como un instrumento para acotar el intervensionismo estatal que se viene dando desde el 2003. Como el mayor protagonismo del Estado afectó ciertos intereses económicos poderosos, como en el caso de la estatización de las AFJP, buena parte de los sectores dominantes visualizan al organismo internacional como un aliado estratégico para detener la presencia del Estado en la economía.
Estos sectores representantes del colonialismo mental sueñan con un país periférico, subordinado a los centros de poder, exportador de materias primas a los países desarrollados; para lo cual la reinserción del Fondo en nuestro país es una de las políticas principales. Según estos sectores la Argentina es un apéndice de la economía mundial y que tiene que ser regulada desde afuera.
Estos mismos sectores son, en general, los que reclaman la eliminación de las retenciones para colocar al país en una situación de vulnerabilidad financiera para tener que recurrir al financiamiento externo y por lo tanto aceptar las condiciones impuestas por el organismo internacional.
Volver al Fondo es perder nuevamente como en la década del noventa el control de la macroeconomía y por consiguiente de construir un proyecto endógeno de desarrollo económico y social. El discurso es de nuevo volver a darles señales amistosas al mercado financiero, lo cual implica aceptar las condicionalidades impuestas por el Fondo. De esta manera, el retorno al Fondo conduciría a un disciplinamiento de la economía argentina funcional a los sectores dominantes.
Ahora esas condiciones son arreglar con el Club de Paris y los holdouts. Mañana es aplicar el déficit cero, privatizar el sistema previsional, reducir el gasto público, bajar los impuestos a los sectores de altos ingresos, desregular la economía, eliminar los subsidios e imponer todas las políticas neoliberales ya conocidas.
Por eso el pago al Fondo Monetario Internacional significó una política fundamental para la construcción y consolidación de un modelo de valorización productiva con inclusión social, es decir, de un proyecto de desarrollo nacional a partir de un mayor intervensionismo estatal.
Entonces el retorno o no al Fondo Monetario Internacional no es una cuestión técnica ante la necesidad de financiamiento, si no más bien una cuestión política de volver o no a subordinar al país a los intereses de los países centrales y del sistema financiero internacional.
El país ya experimentó las recetas del Fondo. En la década del ochenta con los planes de ajuste estructural que implicaban una reducción permanente del gasto público. En la década del noventa con el Consenso de Washington que junto con la reducción de las erogaciones del Estado se adicionaron cambios estructurales como el programa de privatizaciones, la apertura comercial, la desregulación de los mercados y la flexibilización laboral.
Ambos planes terminaron en las dos crisis más profundas de la historia. En efecto, la crisis hiperinflacionaria de fines de la década del ochenta y la caída de la convertibilidad en el 2001.
Los sectores dominantes quieren imponer que las dos únicas alternativas para la Argentina sean reducir el gasto público y/o retornar al Fondo para reincorpóranos en el sistema financiero internacional. Sin embargo, existe una tercer opción: aumentar la presión tributaria sobre los sectores de mayores ingresos. De esta forma, se podría seguir sosteniendo el superávit fiscal al mismo tiempo que aumentar el gasto público para expandir la demanda agregada.
La disyuntiva es clara: seguir con el colonialismo mental lo cual implica volver al Fondo o profundizar el modelo de desarrollo nacional iniciado en el 2003.

viernes, 25 de septiembre de 2009

La necesidad de un Banco de Desarrollo

Diario Buenos Aires Económico, 22 de septiembre de 2009, por Juan Santiago Fraschina y Jose Cornejo.


Convertibilidad…

En el modelo de Convertibilidad (1991 – 2001) prevaleció el tipo de cambio bajo (un dólar costaba solo un peso) que junto con la apertura comercial tuvieron dos efectos devastadores para la economía y la sociedad argentina. Por un lado, la sobrevaluación cambiaria y la reducción de los aranceles a las importaciones generaron un “boom” importador que condujo a un déficit comercial que sólo se revertía en las fases recesivas como resultado de la caída de las compras al extranjero.

El desequilibrio comercial, la remisión de utilidades por parte de las empresas extranjeras, el pago de los servicios de la deuda externa y la privatización de los aportes jubilatorios provocaron un déficit crónico de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Básicamente, este déficit tuvo dos fuentes de financiamiento: las privatizaciones y la deuda externa. Cuando la transferencia de los servicios públicos al sector privado se consumó, la deuda externa (principalmente) pública, se transformó en el único sostén del desequilibrio. Por otro lado, el tipo de cambio bajo con apertura comercial se tradujo en un fuerte proceso de desindustrialización. La baja competitividad de la pequeña y mediana empresa obligó a varias empresas a dos caminos: la quiebra o la transformación en importadoras. En ambos casos significó el abandono de la producción nacional. Las consecuencias sociales de este proceso de desindustrialización fueron el aumento del desempleo, la caída del salario real de los trabajadores, el incremento de la pobreza y la indigencia y una mayor concentración del ingreso.

En resumen, el modelo de Convertibilidad significó privatización y aumento de la deuda externa para financiar el quiebre del aparato productivo y con ello el incremento de la exclusión social. Este modelo estalló en diciembre de 2001, donde quedó explicito su insostenibilidad económica, social y política.

…devaluación…

La salida del régimen convertible implicó durante el gobierno de Duhalde la devaluación de la moneda nacional aumentando de esta manera la competitividad de la economía argentina. La devaluación fue funcional al sector agropecuario por ser una actividad exportadora, incrementando su renta en pesos. Pero también, el aumento de los precios internacionales de los bienes primarios generó una suba de la renta agraria en divisas. Es decir, la renta del sector agropecuario creció tanto en pesos y en divisas. Pero la devaluación también benefició al sector manufacturero. A partir del tipo de cambio alto se experimentó un incipiente proceso de sustitución de importaciones en el sector industrial al aumentar su competitividad y rentabilidad.

Estos fenómenos tuvieron dos consecuencias positivas para Argentina. En primer lugar, permitieron crecimiento económico con superávit comercial. En segundo lugar, la expansión económica motorizada en gran parte por la industria se tradujo en una caída del desempleo y la pobreza. Sin embargo, el incremento del tipo de cambio (un dólar ya costaba tres pesos) generó un aumento de los precios que produjo una caída del salario real de los trabajadores.

…y desarrollo

En un sentido dialéctico, durante el gobierno de Kirchner se aplicaron distintas políticas para recuperar el poder de compra de los asalariados. Por un lado, medidas con objetivos de desacelerar el aumento de los precios internos: retenciones, precios máximos y subsidios. Por otro lado, la recuperación del salario nominal a partir del apoyo explícito a las paritarias y el incremento del salario mínimo, vital y móvil. Por lo tanto, la conjunción de la menor inflación y el incremento de las remuneraciones produjo una recuperación del salario real. Esto es clave para profundizar el modelo actual de valorización productiva con inclusión social.

Sin embargo, la competitividad no puede depender exclusivamente del tipo de cambio. Por lo tanto, el aumento de la productividad es clave para la consolidación del modelo productivo que permita avanzar contra la pobreza. En este sentido, la construcción de un Banco de Desarrollo es fundamental. El mismo, debe diferenciarse de los bancos tradicionales a partir de financiar exclusivamente la producción y no el consumo o la valorización financiera.

Para esto las características del BNDES brasileño es de suma importancia para la formación de un banco de desarrollo similar en nuestro país. Las políticas del BNDES priorizan proyectos que promueven el desarrollo económico con inclusión social estimulando los emprendimientos que crean empleo y renta a partir del desarrollo de distintos programas.

Por ejemplo, programas agropecuarios como el Nacional de Fortalecimiento de la Agricultura Familiar (PRONAF), Modernización de la Flota de Tractores Agrícolas e Implementos Asociados y Cosechadoras (MODERFROTA), Incentivo a la Irrigación y el Almacenaje (MODERINFRA), Modernización de la Agricultura y Conservación de Recursos Naturales (MODERAGRO), Siembra Comercial y Recuperación de Florestas (PROFLORA), Desarrollo Cooperativo para Agregación de Valor a la Producción Agropecuarias (PRODECOOP), Capitalización de Cooperativas Agropecuarias (PROCAP – AGRO), entre otros. Asimismo, programas industriales como por ejemplo Apoyo para el Desarrollo de la Cadena Productiva Farmacéutica (PROFARMA), Fondo para Desarrollo Tecnológico de las Telecomunicaciones (FUNTTEL), Fondo para el Desarrollo de la Industria Nacional de Software y Servicios Relacionados (PROSOFT), Apoyo a la Cadena Productiva del Audiovisual (PROCULT), Financiamiento para las Empresas de la Cadena Productiva Aeronáutica Brasileña (PROAERONAUTICA), Apoyo a la Revitalización de Empresas (REVITALIZA), entre otros. Pero por otro lado, junto con el financiamiento productivo, el BNDES brasileño desarrolla un conjunto de programas sociales para fortalecer la inclusión social. Entre ellos podemos destacar el programa de Apoyo a la Consolidación de Emprendimientos Autogestionarios (PACEA), Micro créditos, Camino de la Escuela, Financiamiento para la Adquisición de Vehículos de Transporte Escolar (PROESCOLAR) y Mejora de la Enseñanza de las Instituciones de Educación Superior (programa IES).

La reforma financiera llevada a cabo por Martínez de Hoz en 1977 fue fundamental para la constitución del modelo de valorización financiera que se tradujo en un proceso de desindustrialización, aumento de la deuda externa, la fuga de capitales, el aumento del desempleo, la pobreza y la indigencia. La construcción de un banco de desarrollo nacional es imprescindible para la consolidación del nuevo modelo de desarrollo caracterizado por la valorización productiva con inclusión social.