lunes, 6 de abril de 2009

NUEVO LOCKOUT PATRONAL DE LAS ENTIDADES AGRARIAS: disputa de dos modelos económicos

Por Juan Santiago Fraschina
Economista del Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (GEENaP)

Página 12, Suplemento Cash, Domingo 5 de abril, de 2009

Ante una nueva ofensiva de las entidades patronales del campo surgen algunas preguntas interesantes. En primer lugar ¿el nuevo lockout patronal se debe a la desaparición de la rentabilidad debido a la caída de los precios internacionales de los productos agrarios como consecuencia de la crisis mundial?. La respuesta es no. Es cierto que se produjo una caída en el precio de los productos primarios, fundamentalmente de la soja. Sin embargo, los precios internacionales siguen siendo en términos históricos elevados.
El precio internacional de los bienes agropecuarios se encontraba sumamente elevado por dos causas centrales. Por un lado, el aumento de la demanda como resultado del crecimiento de Asia, fundamentalmente China y la India. Por otro lado, debido a causas especulativas, esto es, enormes masas dinerarias que estaban dando vuelta por el mundo se volcaron a la especulación de los productos primarios con el objetivo de obtener una rentabilidad en el corto plazo.
Con la crisis económica desatada en Estados Unidos y que pone en duda la misma globalización financiera despareció una de las causas que generaron el aumento internacional del precio de los productos agropecuarios, es decir, la causa especulativa. Sin embargo, todavía perdura la otra causa debido a que el crecimiento de China y la India todavía no se detuvo y esto implica que la demanda de bienes agrarios a nivel mundial siga siendo sumamente alta.
Por lo tanto, si bien los precios de la soja, maíz y trigo se redujeron, todavía siguen siendo elevados en comparación a otros períodos históricos, y principalmente en comparación a la década del noventa. Por lo tanto, la rentabilidad del “campo” sigue siendo alta.
Entonces surge la segunda pregunta ¿por qué las entidades agrarias retoman la ofensiva contra el gobierno? La respuesta es que van por el modelo económico. En efecto, el conflicto agrario denota la disputa de dos modelos económicos que en algunas aspecto son contradictorios. Ahora entonces la tercer pregunta importantes es ¿cuáles son esos dos modelo en disputa?
Para explicar esto es necesarios introducir un concepto central en este debate: el saldo exportable. Esto es, de la producción interna el monto destinado a las exportaciones. Este saldo exportable depende del nivel de producción y del consumo interno. Ahora bien, en el corto plazo el aumento del saldo exportable depende casi con exclusividad del consumo interno. En otras palabras, cuanto mayor es el consumo interno menor es el saldo exportable, y viceversa.
¿Qué le conviene a las entidades agrarias? Efectivamente, que el saldo exportable sea lo mas grande posible así de esta manera poder exportar la mayor cantidad de bienes y obtener la mayor rentabilidad posible. De esta forma, para las entidades agrarias el consumo interno se transforma en un problema.
Por tales causas, los terratenientes dueños de las tierras históricamente en la Argentina se opusieron a todo intento de industrialización de la economía argentina. Esto se debe a que la industria genera puestos de trabajo, los puestos de trabajo generan que la gente tenga plata y esto produce que el consumo interno aumente y al incrementarse el consumo interno se reduce el saldo exportable.
¿Qué significa entonces esto? Que todo intento de industrialización es contraproducente para los dueños y productores del campo al atentar contra su renta extraordinaria al tener que destinar una producción creciente al mercado interno. Por lo tanto, para las entidades agrarias el desempleo, la pobreza, la indigencia y la concentración del ingreso son funcionales a sus propios intereses debido a que restringen el consumo popular y esto aumenta el saldo exportable e incrementa de esta forma su rentabilidad.
Con el gobierno de Kirchner en el 2003 se inició en la Argentina un nuevo modelo económico caracterizado por la valorización productiva donde el sector manufacturero se volvió a transforma en uno de los sectores económico centrales y donde la creación de puestos de trabajo se transformó en el centro de la política social.
Este modelo sin embargo es contraproducente para las entidades agrarias. Este modelo económico instaurado por el gobierno de Kirchner significó el aumento del consumo de los sectores populares, lo cual generó una reducción del saldo exportable de bienes primarios al tener que destinar una producción creciente de productos al mercado interno para el consumo de los Argentinos.
De esta forma surge otra pregunta ¿qué modelo económico prefieren entonces las entidades agrarias? En este sentido, la historia argentina es demostrativa de los intereses de los terratenientes. El modelo agroexportador que se desarrolló en la Argentina entre 1880 – 1930 se estructuró alrededor de las exportaciones de productos primarios a los países del centro y la importación de productos industriales. Durante este modelo los dueños de las tierras se oponían a todo intento de industrialización de la economía argentina debido a que atentaba contra la renta extraordinaria obtenida por los dueños de la tierra al aumentar el consumo interno y reducir de esta forma el saldo exportable.
Hoy las entidades agrarias añoran ese modelo. ¿Cuál sería el país ideal para los dueños de la tierra? Simple: un país sin industria, con desempleo y pobreza, lo cual implicaría un incremento abrupto del saldo exportable al reducirse el consumo de los sectores populares, todo lo cual generaría un aumento aun mayor de su renta extraordinaria.
Por lo tanto, en la actualidad estos son los dos modelos económicos en disputa.
a) Por un lado, las entidades agrarias que proponen, implícita o explícitamente, el retorno del modelo agroexportador. Es decir, estructurar a la economía argentina como exportadora de productos primarios, lo cual implica la inserción periférica de nuestra economía en el comercio internacional y el liberalismo económico como filosofía para restringir la intervención estatal.
Sin embargo, la libertad de comercio conducirá a la consolidación de la división internacional del trabajo, fundada sobre la explotación de ventajas comparativas estáticas, condenando a la Argentina a una especialización empobreciente basada en la exportación de bienes primarios a los países desarrollados.
Es decir, el libre comercio generara un aumento del subdesarrollo de la economía nacional, caracterizada por una economía heterogéneas y escasamente diversificadas. Con heterogéneas nos referimos a la existencia de una estructura productiva divergente, en la cual se presenta un sector primario – exportador con una elevada productividad junto al resto de la economía sumergida en producciones de subsistencia. Con escasamente diversificada nos referimos a la especialización en la producción y exportación de productos primarios con pocos efectos de encadenamientos con el resto de los sectores productivos.
De esta forma, la división internacional del trabajo que caracteriza al modelo agroexportador conduce a una doble heterogeneidad estructural que perjudica a los países periféricos. Por un lado, a una heterogeneidad a nivel nacional en la estructura económica. Por otro lado, a una heterogeneidad internacional en la cual la Argentina se especializara en la producción de bienes primarios mientras que los países centrales se volcaron hacia el desarrollo de las actividades industriales.
Esta tradicional división internacional del trabajo genera un sistema internacional asimétrico que se traduce en un mayor distanciamiento de la periferia con respecto a los países centrales, produciendo de esta forma que el libre comercio sea más ventajoso para los países desarrollados.
b) Del otro lado se plantea la necesidad de profundizar el proceso de industrialización a partir de una fuerte intervención del Estado y una integración latinoamericana como vehículo del desarrollo industrial.
El proceso de industrialización de la economía argentina debe cumplir una doble función. En primer lugar, reducir el desequilibrio externo con los países centrales. En efecto, la industrialización permitirá reducir la brecha con respecto a los países desarrollados.
En segundo lugar, el desarrollo del sector manufacturero permite reducir los desequilibrios internos al posibilitar mejorar la distribución del ingreso al disminuir la desocupación y con esto la pobreza y la indigencia.
En otras palabras, el proceso de industrialización reduciría la heterogeneidad internacional y nacional que había generó la tradicional división internacional del trabajo. El desarrollo industrial conduciría a consolidar una economía con estructura más diversificadas y homogénea que permitiría al mismo tiempo reducir la desigualdad existente con los países desarrollados.
Este objetivo se debe lograr básicamente a través de dos fenómenos: una fuerte intervención estatal y la integración regional.
Para la industrialización de la Argentina es fundamental la intervención del Estado en la economía. En efecto, el libre juego del mercado condujo a la economía Argentina hacia el modelo agroexportador que se tradujo en un desequilibrio internacional al alejarnos del nivel de desarrollo de los países centrales y a un desequilibrio interno al consolidarse una economía fuertemente heterogénea. Por lo tanto, para poder generar una transformación estructural de las economía nacional a partir del proceso de industrialización es fundamental la intervención del Estado.
En este sentido, el Estado debe realizar un conjunto de medidas para direccionar el proceso de industrialización, es decir, promover al desarrollo manufacturero a través de un programa planificado.
De esta forma, las principales funciones del Estado debe ser la de acelerar la acumulación del capital intensificando la sustitución de importaciones a través de diferentes medidas como el proteccionismo; construir la infraestructura necesaria para el proceso de industrialización; orientar los recursos financieros hacia la inversión productiva; estimular la inversión privada y promover el desarrollo tecnológico.
Incluso, la intervención estatal en los países periféricos como la Argentina debe ser más sustancial que en los países desarrollados. Efectivamente, en los países periféricos la fuerte intervención del Estado es fundamental para lograr una transformación estructural de las economía periféricas, objetivo que en los países centrales no es necesario.
Junto a la intervención del Estado es imprescindible para el desarrollo industrial de la Argentina la integración latinoamericana. Pues a la incipiente industria nacional le resulta casi imposible competir con el sector manufacturero de los países desarrollados. Por lo tanto, la integración latinoamericana permitirá la ampliación de los mercados para la industria Argentina.
De esta forma, la integración económica de la región haría viable la utilización de tecnologías que exigen una gran escala de producción por razones de rentabilidad. En otras palabras, la integración de América Latina daría las condiciones necesarias para que el sector manufacturero se transforme definitivamente en el motor del desarrollo de la economía argentina.
Por otro lado, la conformación de un bloque latinoamericano es fundamental no sólo desde el punto de vista económico sino también desde el punto de vista estratégico al permitir ofrecer una mayor oposición a los intereses de los países desarrollados.
De la correlación de fuerzas depende la imposición de alguno de los dos modelos. Y de la imposición de algunos de los dos modelos depende el futuro del país. O retomamos al modelo agroexportador que nos conducirá nuevamente a una heterogeneidad internacional y nacional o profundizamos el proceso de industrialización para lograr un mayor desarrollo económico y social.