La primer cuestión que debe analizarse es la misma idea de crisis mundial. Esto es, periodistas, intelectuales y políticos denominan a la actual crisis desatada en Estados Unidos como mundial. Sin embargo, detrás de la idea de que estamos atravesando una crisis mundial se esconde implícita o explícitamente un preconcepto.
En efecto, cuando en un país o región periférica se desata una crisis nunca se la denomina como mundial. Por ejemplo, la crisis de la deuda iniciada en 1982 cuando México declaró en forma unilateral el default de su deuda externa y que terminó arrasando a toda la región latinoamericana nadie la denomino como crisis mundial. Por el contrario, se la conoce como la crisis de la deuda de los países latinoamericanos.
En la actualidad, la crisis se desató en Estados Unidos afectando en forma inmediata, debido a su fuerte relación comercial y financiera, a los países europeos. Es decir, la crisis se inició en los países centrales. Tanto Estados Unidos, como España y Alemania, confirmaron que en estos últimos trimestres sus economías entraron en recesión. En cambio, las economías latinoamericanas en general y la economía argentina en particular, si bien presentan síntomas de desaceleración en sus respectivos crecimientos, siguen creciendo a pesar de la recesión de los países centrales. Pero más allá de esta evolución favorable de gran parte de las economías de América Latina la mayor parte de los analistas denominan a la crisis actual como mundial.
¿Cuál es entonces el preconcepto que se encuentra detrás de esta idea? Que las crisis de los países periféricos no se derraman hacia los países centrales y por lo tanto no se pueden denominar como crisis mundial, pero que las crisis desatadas en los países del centro se contagian automáticamente a todo el mundo. Sin embargo, ninguna de las dos ideas es cierta.
Por ejemplo, la crisis de la deuda a partir del default mexicano no se traslado a los países centrales por la rápida acción del FMI. Efectivamente, el organismo internacional a partir de la crisis de la deuda comenzó a actuar como intermediario entre los acreedores externos y los países endeudados, prestándoles dinero a cambio de los paquetes económicos impuestos por el FMI. El objetivo principal del organismo internacional en representación de los países centrales fue que las economías periféricas endeudadas pagaran los compromisos contraídos en los años anteriores.
¿Qué hubiera pasado si detrás de México, Brasil, Argentina y otras economía periféricas hubieran declarado el default de su deuda externa? En otras palabras, ¿qué hubiera sucedido si el FMI no hubiera actuado rápidamente para garantizar el cumplimiento en el pago de la deuda por parte de las economía periféricas?
La respuesta es sencilla: se hubiera producido una crisis en el sistema financiero internacional lo cual hubiera generado que la crisis de la deuda se trasladara inmediatamente a los países centrales. Por lo tanto, una primera conclusión que se puede extraer es que no es cierto que las crisis generadas en la periferia no se trasladan al centro, sino que la rápida acción de los países centrales es lo que evita el contagio de las crisis.
Esta conclusión nos permite analizar el otro punto: que las crisis desatadas en el centro se trasladan en forma automática a la periferia. Esta idea de inevitabilidad del contagio deriva en una conclusión: los países periféricos no pueden hacer nada para evitar el contagio de las crisis de los países centrales.
Por eso ante esta incertidumbre lo que debemos tener en claro es que esto es una crisis de los países centrales pero no es una crisis mundial debido a que gran parte de las economías latinoamericanas, entre otras, siguen creciendo. Por otro lado, no es inevitable que las crisis del centro se trasladen en forma automática a los países periféricos.
El contagio o no de la crisis del centro a los países periféricos dependerá de los que realicen nuestros gobiernos para evitar el contagio. Así como los gobiernos de los países centrales actuaron rápidamente en la crisis de la deuda para evitar el contagio, en la actualidad los gobierno de los países latinoamericanos deben actuar con la misma rapidez para evitar el traslado de la crisis de los países centrales a nuestras economías.
Pero entonces surge una pregunta central ¿qué deben hacer los gobiernos de los países latinoamericanos en general y de la Argentina en particular para evitar el contagio de la crisis de los países centrales?
El crecimiento del producto depende del aumento de la demanda. A su vez, la demanda puede ser externa y/o interna. Ante la crisis de las economías centrales es inevitable que la demanda externa se contraiga. Por lo tanto, la única forma de evitar el contagio es haciendo crecer la demanda interna.
Por otro lado, es esperable que en un contexto de incertidumbre no sea el sector privado el que motorice el aumento de la demanda interna. Por lo tanto, debe ser el aumento de la inversión pública lo que debe permitir aumentar la demanda interna para sostener el crecimiento económico. De nuevo, el papel del Estado es central para evitar el contagio de la crisis del centro en nuestras economías.
En este sentido, la Argentina no necesita un Plan B para seguir creciendo. Lo que necesita la economía argentina es profundizar el Plan A iniciado en el 2003 con la asunción de Néstor Kirchner a la presidencia, donde la intervención del Estado se transformó nuevamente en uno de los pilares centrales para el crecimiento económico y la generación de puestos de trabajo.
De esta forma, el fin de las AFJP es una medida central que permitirá la utilización de esos recursos no para la especulación financiera que no genera incremento de la demanda sino más bien para direccionar esa masa dineraria hacia la inversión productiva y la inversión pública para así de esta manera posibilitar el crecimiento de la demanda interna y permitir que la crisis de los países centrales no se transforme en una crisis mundial.
viernes, 28 de noviembre de 2008
lunes, 10 de noviembre de 2008
EL FIN DE LAS AFJP ¿EL PRIMER CAMBIO ESTRUCTURAL KIRCHNERISTA?
Con la finalización de las AFJP y el retorno al sistema jubilatorio de reparto un grupo de economistas de izquierda, encabezados por el diputado Claudio Lozano, esgrimieron que no sólo están de acuerdo con la medida tomada por la presidenta Cristina de Kirchner sino que además consideran que este fue el primer cambio estructural que se produjo en la economía argentina desde la asunción de Néstor Kirchner a la presidencia el 25 de mayo de 2003.
Esto significa, por lo tanto, que los restantes cambios que se produjeron en la era kirchnerista, según estos economistas, fueron simplemente “maquillajes” del modelo económico existente durante la década del noventa.
En este sentido, cuando se analiza la lógica y característica de un modelo económico para entender su composición estructural es fundamental comprender hacia donde se dirige el excedente económico generado en esa economía.
Los fisiócratas, que era una escuela económica francesa que existió desde mediados del siglo XVIII a fines del siglo XVIII, introdujeron el concepto de producto neto que era la diferencia entre el valor de la producción final y el valor de la inversión inicial. Es decir, el concepto de producto neto es el concepto de excedente generado por una economía.
Según esta escuela francesa la única actividad capaz de generar producto neto, esto es, excedente, era la agricultura. Por lo tanto, si Francia quería convertirse en un país más rico tenía que lograr que todo el excedente generado por la economía Francesa debía volcarse a la agricultura.
Con este objetivo los fisiócratas recomendaban el liberalismo económico como política de crecimiento, debido a que si se dejaba funcionar libremente al mercado la riqueza de Francia iría en forma automática al sector agrario, lo cual generaría un incremento de la inversión agraria y de esta forma un aumento del producto neto; permitiendo que Francia sea un país más desarrollado.
Fueron Adam Smith y David Ricardo los primeros economistas en darse cuenta que para lograr un crecimiento sostenido de la economía el excedente tiene que ser volcado hacia el sector industrial.
Por ejemplo, David Ricardo se enfrentó drásticamente al sostenimiento de la ley de grano que existía en Inglaterra debido a que protegía la importación de productos agropecuario, protegiendo de esta manera el negocio de los terratenientes. Por lo tanto, según el economista, si la ley de grano continuaba el excedente de Inglaterra se destinaría en gran parte al sector agrario.
En cambio, con la eliminación de la ley de grano se permitiría la importación de productos agropecuarios a un precio más barato, lo cual permitiría reducir los costos industriales provocando de esta manera que el excedente de Inglaterra se volcara en forma masiva al sector manufacturero. En 1946 se elimina la ley de grano e Inglaterra se transformó definitivamente en la potencia industrial a nivel mundial.
En la actualidad algunos economistas comenzaron a diferenciar entre el concepto de crecimiento y desarrollo. Según estos economistas, crecimiento es el aumento del producto bruto interno y desarrollo económico incluye al crecimiento económico pero es más abarcativo.
En efecto, para que exista desarrollo tiene que verificarse, por ejemplo, un proceso de distribución del ingreso. Pero también, según estos economistas, para que se experimente un desarrollo debe producirse un cambio sustancial en su estructura económica. En otras palabras, el desarrollo implica un cambio estructural de la economía, lo cual significa pasar de una economía agraria a una economía industrial.
Por lo tanto, según estos autores, el proceso de industrialización es una cambio estructural necesario para transitar el camino del desarrollo económico. De esta forma, un cambio estructural requiere que la mayor parte del excedente de la economía se vuelque al sector manufacturero.
Cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia el 25 de mayo de 2003, la economía argentina venía experimentando un modelo de valorización financiera, donde la mayor parte del excedente de la economía argentina se destinaba al sector especulativo –financiero y donde la renta financiera era el centro de la economía argentina.
Este modelo de valorización financiera fue instaurado durante la dictadura militar de 1976 cuando Martinez de Hoz, ministro de economía, introdujo la reforma financiera en 1977. A partir de dicha reforma el sector financiero se transformó en el ordenador de la economía argentina. Es decir, el excedente de la economía argentina comenzó a volcarse masivamente al sector financiero – especulativo.
Este modelo rentístico – financiero fue legitimado por Alfonsín y profundizado por Menem y De La Rua con la Convertibilidad. Justamente la creación de las AFJP en 1994 durante el gobierno de Menem respondía a la consolidación y profundización de la valorización financiera como lógica de funcionamiento de la economía argentina. Efectivamente, la creación de las AFJP permitía destinar una cantidad de recursos importantes para la obtención de rentas financiera.
Las consecuencias del modelo de valorización financiera impuesto por el Fondo Monetario Internacional fue no sólo el aumento de la deuda externa y la fuga de capitales sino además un fuerte proceso de desindustrialización de la economía argentina con el consiguiente incremento de la desocupación y la pobreza.
A partir del kirchnerismo el sector productor se transformó nuevamente en el centro de la economía argentina. Pero además uno de los sectores que más creció durante la era kirchnerista después de la construcción fue el sector manufacturero.
Por lo tanto, a partir del gobierno de Kirchner se cambio de un modelo de valorización financiera a un modelo de valorización productiva. En otras palabras, a partir del crecimiento económico experimentado durante la era kirchnerista el excedente de la economía argentina volvió a destinares a los sectores productores de bienes, fundamentalmente el industrial, y no en el sector financiero – especulativo.
En este sentido, la instauración de un modelo de valorización productiva, que se tradujo en una abrupta reducción de desempleo y pobreza, fue el primer y más profundo cambio estructural del gobierno de Kirchner.
De esta manera, el fin de las AFJP sólo se puede entender en este nuevo contexto de la economía argentina. Así como la consolidación del modelo de valorización financiera requirió de la creación de las AFJP, la profundización del modelo de valorización productiva requiere del fin de las mismas.
Por lo tanto, terminar con las AFJP no fue el primer cambio estructural de la era kirchnerista. El fin de las AFJP fue otro cambio estructural dentro del principal cambio estructural del gobierno de Kirchner: la creación de un modelo de valorización productiva en el cual el excedente de la economía argentina comenzó a destinarse a la producción de bienes y particularmente productos industriales.
Esto significa, por lo tanto, que los restantes cambios que se produjeron en la era kirchnerista, según estos economistas, fueron simplemente “maquillajes” del modelo económico existente durante la década del noventa.
En este sentido, cuando se analiza la lógica y característica de un modelo económico para entender su composición estructural es fundamental comprender hacia donde se dirige el excedente económico generado en esa economía.
Los fisiócratas, que era una escuela económica francesa que existió desde mediados del siglo XVIII a fines del siglo XVIII, introdujeron el concepto de producto neto que era la diferencia entre el valor de la producción final y el valor de la inversión inicial. Es decir, el concepto de producto neto es el concepto de excedente generado por una economía.
Según esta escuela francesa la única actividad capaz de generar producto neto, esto es, excedente, era la agricultura. Por lo tanto, si Francia quería convertirse en un país más rico tenía que lograr que todo el excedente generado por la economía Francesa debía volcarse a la agricultura.
Con este objetivo los fisiócratas recomendaban el liberalismo económico como política de crecimiento, debido a que si se dejaba funcionar libremente al mercado la riqueza de Francia iría en forma automática al sector agrario, lo cual generaría un incremento de la inversión agraria y de esta forma un aumento del producto neto; permitiendo que Francia sea un país más desarrollado.
Fueron Adam Smith y David Ricardo los primeros economistas en darse cuenta que para lograr un crecimiento sostenido de la economía el excedente tiene que ser volcado hacia el sector industrial.
Por ejemplo, David Ricardo se enfrentó drásticamente al sostenimiento de la ley de grano que existía en Inglaterra debido a que protegía la importación de productos agropecuario, protegiendo de esta manera el negocio de los terratenientes. Por lo tanto, según el economista, si la ley de grano continuaba el excedente de Inglaterra se destinaría en gran parte al sector agrario.
En cambio, con la eliminación de la ley de grano se permitiría la importación de productos agropecuarios a un precio más barato, lo cual permitiría reducir los costos industriales provocando de esta manera que el excedente de Inglaterra se volcara en forma masiva al sector manufacturero. En 1946 se elimina la ley de grano e Inglaterra se transformó definitivamente en la potencia industrial a nivel mundial.
En la actualidad algunos economistas comenzaron a diferenciar entre el concepto de crecimiento y desarrollo. Según estos economistas, crecimiento es el aumento del producto bruto interno y desarrollo económico incluye al crecimiento económico pero es más abarcativo.
En efecto, para que exista desarrollo tiene que verificarse, por ejemplo, un proceso de distribución del ingreso. Pero también, según estos economistas, para que se experimente un desarrollo debe producirse un cambio sustancial en su estructura económica. En otras palabras, el desarrollo implica un cambio estructural de la economía, lo cual significa pasar de una economía agraria a una economía industrial.
Por lo tanto, según estos autores, el proceso de industrialización es una cambio estructural necesario para transitar el camino del desarrollo económico. De esta forma, un cambio estructural requiere que la mayor parte del excedente de la economía se vuelque al sector manufacturero.
Cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia el 25 de mayo de 2003, la economía argentina venía experimentando un modelo de valorización financiera, donde la mayor parte del excedente de la economía argentina se destinaba al sector especulativo –financiero y donde la renta financiera era el centro de la economía argentina.
Este modelo de valorización financiera fue instaurado durante la dictadura militar de 1976 cuando Martinez de Hoz, ministro de economía, introdujo la reforma financiera en 1977. A partir de dicha reforma el sector financiero se transformó en el ordenador de la economía argentina. Es decir, el excedente de la economía argentina comenzó a volcarse masivamente al sector financiero – especulativo.
Este modelo rentístico – financiero fue legitimado por Alfonsín y profundizado por Menem y De La Rua con la Convertibilidad. Justamente la creación de las AFJP en 1994 durante el gobierno de Menem respondía a la consolidación y profundización de la valorización financiera como lógica de funcionamiento de la economía argentina. Efectivamente, la creación de las AFJP permitía destinar una cantidad de recursos importantes para la obtención de rentas financiera.
Las consecuencias del modelo de valorización financiera impuesto por el Fondo Monetario Internacional fue no sólo el aumento de la deuda externa y la fuga de capitales sino además un fuerte proceso de desindustrialización de la economía argentina con el consiguiente incremento de la desocupación y la pobreza.
A partir del kirchnerismo el sector productor se transformó nuevamente en el centro de la economía argentina. Pero además uno de los sectores que más creció durante la era kirchnerista después de la construcción fue el sector manufacturero.
Por lo tanto, a partir del gobierno de Kirchner se cambio de un modelo de valorización financiera a un modelo de valorización productiva. En otras palabras, a partir del crecimiento económico experimentado durante la era kirchnerista el excedente de la economía argentina volvió a destinares a los sectores productores de bienes, fundamentalmente el industrial, y no en el sector financiero – especulativo.
En este sentido, la instauración de un modelo de valorización productiva, que se tradujo en una abrupta reducción de desempleo y pobreza, fue el primer y más profundo cambio estructural del gobierno de Kirchner.
De esta manera, el fin de las AFJP sólo se puede entender en este nuevo contexto de la economía argentina. Así como la consolidación del modelo de valorización financiera requirió de la creación de las AFJP, la profundización del modelo de valorización productiva requiere del fin de las mismas.
Por lo tanto, terminar con las AFJP no fue el primer cambio estructural de la era kirchnerista. El fin de las AFJP fue otro cambio estructural dentro del principal cambio estructural del gobierno de Kirchner: la creación de un modelo de valorización productiva en el cual el excedente de la economía argentina comenzó a destinarse a la producción de bienes y particularmente productos industriales.
martes, 4 de noviembre de 2008
EL FIN DE LAS AFJP
Cuando Martinez de Hoz instauró durante la dictadura militar de 1976 el modelo de valorización financiera tenía una cosa en claro: si el Estado no distribuye el ingreso es el mercado el que lo hace.
Para la conformación del modelo rentístico financiero era fundamental el debilitamiento del Estado. Durante la dictadura militar el crecimiento de la deuda externa cumplió dos papeles centrales para la consolidación de la valorización financiera. Por un lado, la deuda pública externa actuó como condicionante estructural para la intervención del Estado en la economía. Incluso, gran parte de las políticas públicas impuestas por el Fondo Monetario Internacional que implicaron el debilitamiento del Estado eran a cambio de un financiamiento de la deuda externa contraía por el Estado Nacional.
Por otro lado, el endeudamiento externo fue el motor de la valorización financiera por parte de los sectores dominantes. La “bicicleta financiera” que se instauró durante la dictadura militar consistía en que los grupos económicos locales, nacionales y extranjeros, se endeudaran en el sistema financiero internacional a una tasa de interés reducida y después lo colocaban en el sistema financiero local a una tasa de interés elevada, lo cual les permitía obtener una renta financiera que luego era fugada al extranjero.
En este sentido, el modelo de valorización financiera fue motorizado durante la dictadura militar por la deuda externa privada. Es importante destacar que en 1982 Domingo Cavallo como presidente del Banco Central de la República Argentina estatizó la deuda externa privada. En otras palabras, socializó los costos de la “bicicleta financiera” pero dejo en manos de los grupos económicos la renta financiera que habían fugado al extranjero.
Este nuevo modelo económico instaurado por la dictadura militar tuvo por lo tanto como resultado un abrupto crecimiento de la deuda externa que pasó de aproximadamente 8.000 a 46.000 millones de dólares entre 1976 y 1983, siendo la deuda externa pública la de mayor envergadura como consecuencia de la estatización de la deuda externa privada.
A partir del retorno a la democracia el endeudamiento público se transformó en el principal condicionante del Estado para aplicar políticas de carácter autónomas y para poder intervenir en la economía. Es decir, los sectores dominantes de la Argentina eran de esta forma los que regulaban la economía e imponían sus políticas económicas al Estado, siendo el Fondo Monetario Internacional su principal organismo de presión.
Esta característica de la economía argentina post dictadura se vislumbró claramente con el gobierno de Menem. En la década del noventa el organismo internacional impuso a los distintos países subdesarrollados el denominado Consenso de Washington. Este consenso significaba la profundización de las políticas neoliberales, las cuales permitieron la consolidación del modelo de valorización financiera.
Las políticas “recomendadas” por el Fondo Monetario Internacional y aplicadas por el gobierno de Menem implicaban entre otras cosas la privatización de los servicios públicos, la desregulación de los mercados, la apertura comercial y la flexibilización del mercado de trabajo.
Es importante destacar que las consecuencias de este modelo económico instaurado por la dictadura militar y profundizado por los gobierno democráticos entre 1983 y el 2003 implicaron entre otras consecuencias la desindustrialización de la economía argentina, el aumento de la deuda externa y la fuga de capitales, la extranjerización de la economía, la concentración del capital y la marginación social a partir del crecimiento de la desocupación, pobreza, indigencia y de la concentración del ingreso.
En este contexto la creación de las AFJP fue una de las transformaciones centrales para la consolidación de la valorización financiera como eje ordenador de la economía argentina por varios motivos.
La creación de las AFJP tuvo como resultado principal el abrupto crecimiento de la deuda pública. Efectivamente, al crearse las AFJP gran cantidad de los aportantes pasaron al régimen de capitalización desfinanciando de esta manera al régimen estatal. Es decir, el régimen de reparto siguió pagando a los jubilados pero sin recibir el financiamiento necesario para hacer frente a estas erogaciones.
El régimen estatal previsional funciona de la siguiente manera: los trabajadores activos financian a los jubilados con sus aportes, lo cual se denomina solidaridad intrageneracional. Sin embargo, a partir de la creación de las AFJP este sistema quedó desequilibrado debido a la perdida de una gran cantidad de aportantes al mismo tiempo que se mantenía el pago de las jubilaciones.
Este desequilibrio fue cubierto con gasto público lo cual generó un fuerte déficit fiscal durante el modelo de Convertibilidad. Al mismo tiempo este déficit fiscal fue financiado a través del endeudamiento público.
Por otro lado parte del endeudamiento público fue interno. Esto es, el Estado financió su desequilibrio fiscal en el sistema financiero local, lo cual provocó un aumento del crédito interno y el consiguiente incremento de la tasa de interés interna.
A partir del aumento de la tasa de interés local, al igual que en la dictadura militar, se inició nuevamente la valorización financiera. En efecto, como la tasa de interés interna se ubicó por arriba de la tasa de interés internacional los sectores dominantes comenzaron a endeudarse nuevamente en el extranjero para colocar esa masa dineraria en el sistema financiero interno a una tasa de interés mayor. Luego esa renta financiera la fugaban al extranjero. Este modelo rentístico financiero además era garantizado por la Convertibilidad al asegurarles un tipo de cambio fijo entre el dólar y la moneda nacional.
Junto con esto la creación de las AFJP implicó una transferencia fenomenal de recursos a los bancos para que participaran activamente de este modelo de valorización financiera y obtuvieran de esta manera no sólo fuerte ganancias en términos de comisiones sino también a partir de obtener grandes beneficios en la especulación financiera.
En resumen, la creación de las AFJP significó una de las transformaciones estructurales más importante en la consolidación del régimen rentístico financiero que implicó la marginación creciente de individuos a favor de los sectores dominantes nacionales y extranjeros.
De esta forma, la estatización de las AFJP, al igual que el pago al Fondo Monetario Internacional, significa un paso más de los que se dieron a partir del 25 de mayo de 2003 para la consolidación de un nuevo modelo de valorización productiva con inclusión social y distribución del ingreso.
El gobierno de Cristina de Kirchner con esta medida demuestra una vez más que en lugar de optar por la derechización de sus medidas a partir de la resolución 125 profundiza el modelo iniciado por Néstor Kirchner, siendo la intervención del Estado para la distribución del ingreso y la regulación de la economía uno de los pilares centrales.
Para la conformación del modelo rentístico financiero era fundamental el debilitamiento del Estado. Durante la dictadura militar el crecimiento de la deuda externa cumplió dos papeles centrales para la consolidación de la valorización financiera. Por un lado, la deuda pública externa actuó como condicionante estructural para la intervención del Estado en la economía. Incluso, gran parte de las políticas públicas impuestas por el Fondo Monetario Internacional que implicaron el debilitamiento del Estado eran a cambio de un financiamiento de la deuda externa contraía por el Estado Nacional.
Por otro lado, el endeudamiento externo fue el motor de la valorización financiera por parte de los sectores dominantes. La “bicicleta financiera” que se instauró durante la dictadura militar consistía en que los grupos económicos locales, nacionales y extranjeros, se endeudaran en el sistema financiero internacional a una tasa de interés reducida y después lo colocaban en el sistema financiero local a una tasa de interés elevada, lo cual les permitía obtener una renta financiera que luego era fugada al extranjero.
En este sentido, el modelo de valorización financiera fue motorizado durante la dictadura militar por la deuda externa privada. Es importante destacar que en 1982 Domingo Cavallo como presidente del Banco Central de la República Argentina estatizó la deuda externa privada. En otras palabras, socializó los costos de la “bicicleta financiera” pero dejo en manos de los grupos económicos la renta financiera que habían fugado al extranjero.
Este nuevo modelo económico instaurado por la dictadura militar tuvo por lo tanto como resultado un abrupto crecimiento de la deuda externa que pasó de aproximadamente 8.000 a 46.000 millones de dólares entre 1976 y 1983, siendo la deuda externa pública la de mayor envergadura como consecuencia de la estatización de la deuda externa privada.
A partir del retorno a la democracia el endeudamiento público se transformó en el principal condicionante del Estado para aplicar políticas de carácter autónomas y para poder intervenir en la economía. Es decir, los sectores dominantes de la Argentina eran de esta forma los que regulaban la economía e imponían sus políticas económicas al Estado, siendo el Fondo Monetario Internacional su principal organismo de presión.
Esta característica de la economía argentina post dictadura se vislumbró claramente con el gobierno de Menem. En la década del noventa el organismo internacional impuso a los distintos países subdesarrollados el denominado Consenso de Washington. Este consenso significaba la profundización de las políticas neoliberales, las cuales permitieron la consolidación del modelo de valorización financiera.
Las políticas “recomendadas” por el Fondo Monetario Internacional y aplicadas por el gobierno de Menem implicaban entre otras cosas la privatización de los servicios públicos, la desregulación de los mercados, la apertura comercial y la flexibilización del mercado de trabajo.
Es importante destacar que las consecuencias de este modelo económico instaurado por la dictadura militar y profundizado por los gobierno democráticos entre 1983 y el 2003 implicaron entre otras consecuencias la desindustrialización de la economía argentina, el aumento de la deuda externa y la fuga de capitales, la extranjerización de la economía, la concentración del capital y la marginación social a partir del crecimiento de la desocupación, pobreza, indigencia y de la concentración del ingreso.
En este contexto la creación de las AFJP fue una de las transformaciones centrales para la consolidación de la valorización financiera como eje ordenador de la economía argentina por varios motivos.
La creación de las AFJP tuvo como resultado principal el abrupto crecimiento de la deuda pública. Efectivamente, al crearse las AFJP gran cantidad de los aportantes pasaron al régimen de capitalización desfinanciando de esta manera al régimen estatal. Es decir, el régimen de reparto siguió pagando a los jubilados pero sin recibir el financiamiento necesario para hacer frente a estas erogaciones.
El régimen estatal previsional funciona de la siguiente manera: los trabajadores activos financian a los jubilados con sus aportes, lo cual se denomina solidaridad intrageneracional. Sin embargo, a partir de la creación de las AFJP este sistema quedó desequilibrado debido a la perdida de una gran cantidad de aportantes al mismo tiempo que se mantenía el pago de las jubilaciones.
Este desequilibrio fue cubierto con gasto público lo cual generó un fuerte déficit fiscal durante el modelo de Convertibilidad. Al mismo tiempo este déficit fiscal fue financiado a través del endeudamiento público.
Por otro lado parte del endeudamiento público fue interno. Esto es, el Estado financió su desequilibrio fiscal en el sistema financiero local, lo cual provocó un aumento del crédito interno y el consiguiente incremento de la tasa de interés interna.
A partir del aumento de la tasa de interés local, al igual que en la dictadura militar, se inició nuevamente la valorización financiera. En efecto, como la tasa de interés interna se ubicó por arriba de la tasa de interés internacional los sectores dominantes comenzaron a endeudarse nuevamente en el extranjero para colocar esa masa dineraria en el sistema financiero interno a una tasa de interés mayor. Luego esa renta financiera la fugaban al extranjero. Este modelo rentístico financiero además era garantizado por la Convertibilidad al asegurarles un tipo de cambio fijo entre el dólar y la moneda nacional.
Junto con esto la creación de las AFJP implicó una transferencia fenomenal de recursos a los bancos para que participaran activamente de este modelo de valorización financiera y obtuvieran de esta manera no sólo fuerte ganancias en términos de comisiones sino también a partir de obtener grandes beneficios en la especulación financiera.
En resumen, la creación de las AFJP significó una de las transformaciones estructurales más importante en la consolidación del régimen rentístico financiero que implicó la marginación creciente de individuos a favor de los sectores dominantes nacionales y extranjeros.
De esta forma, la estatización de las AFJP, al igual que el pago al Fondo Monetario Internacional, significa un paso más de los que se dieron a partir del 25 de mayo de 2003 para la consolidación de un nuevo modelo de valorización productiva con inclusión social y distribución del ingreso.
El gobierno de Cristina de Kirchner con esta medida demuestra una vez más que en lugar de optar por la derechización de sus medidas a partir de la resolución 125 profundiza el modelo iniciado por Néstor Kirchner, siendo la intervención del Estado para la distribución del ingreso y la regulación de la economía uno de los pilares centrales.
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