martes, 16 de marzo de 2010

La antipolotica, el mito neoliberal

Exequiel Cunibertti, Buenos Aires Economico, 12 de marzo de 2010.

A partir del nuevo milenio, existe un nuevo paradigma, tanto a nivel nacional como internacional: “la Antipolítica”, es decir, el rechazo de la sociedad hacia la política, la no participación, y la falta de involucramiento e interés respecto a la capacidad modificadora de realidades que se construyen a través del ejercicio de la política.
A nivel nacional, el ejemplo mas claro fue el avance del voto en blanco en las elecciones legislativas del año 2001. Esto propició, por un lado, la victoria de la antipolítica o voto bronca, y por otro lado, la anticipada salida del gobierno de Fernando De la Rúa en el escalofriante Diciembre de 2001 del “Que se vayan todos”.
La sociedad quitó su respaldo a cualquier fórmula electoral, desencadenando que la crisis económica y social que sufría la nación como consecuencia de la larga experiencia neoliberal, se expandiera a una crisis de representatividad, dando el marco necesario para el estallido social.
Entonces debemos analizar ¿Cuales son las causas que llevaron al establecimiento del paradigma anti político?
Esta situación sin lugar a duda fue algo novedoso en el mundo. Líderes políticos de la talla de Roosevelt, Churchill, Perón, Illia o Mandela, considerarían impensable separar las decisiones políticas estatales del desarrollo económico-social de un país. Ninguno podría imaginar tan descabellada idea. Pero en los últimos años, esa idea fuerza ha invadido el espectro global.
Consideremos que durante el auge del Liberalismo Económico (1776-1930), el Estado sólo cumplió funciones en sectores donde el mercado no avanzaba por considerarlos no rentables; el resto de las actividades económicas, se regían con un mercado libre autorregulado con una “mano invisible” que producía la confluencia de las variables de oferta y demanda, imponiendo así el equilibrio del mercado.
Con la crisis de 1929, se generó un salto hacia el paradigma Keynesiano, donde el Estado era encargado de regular la economía, interviniendo en mayor escala en el desempeño económico de cada país. A partir de 1932 era la política del Estado quien regulaba al mercado, quien hacia confluir oferta y demanda, tanto de bienes, como de trabajo para establecer equilibrios.
De esta manera, el mercado fue perdiendo lugar en la modificación real de las situaciones sociales. La profundización del paradigma produjo la transición hacia el Estado de Bienestar, donde el Estado acaparó la totalidad de la actividad económica y social, desde el sistema de educación a los niveles de producción y desde el desempeño del mercado de empleo a las definiciones en materia de salud.
Durante este período, la mejora social fue tangible al grueso de la sociedad y se extendió no sólo a la situación económica y social, sino que permitió a hijos y nietos de trabajadores acceder a un sistema educativo, que les otorgara mayores posibilidades en su capacidad de progreso futuro.
Por consiguiente, esas realidades fueron apalancadas, por movimientos sociales que respaldaron a la actividad política como eje central de cambio en la vida cotidiana de la sociedad. Las movilizaciones y protestas unificaron tanto a trabajadores como a estudiantes, padres e hijos y fueron moneda corriente de la época, como “El Mayo Frances”.
Comenzada la década del setenta, la crisis del petróleo en 1973 impulsó el reemplazo del Estado Benefactor. A partir de una idea fuerza que retomaba postulados del liberalismo económico y pujaba con fuerza desde fines de la década del 60, apareció el neoliberalismo, surgido como paradigma dominante en el ámbito económico–político dentro de América Latina a fuerza de hierro y sangre, primero en Chile, para luego exportarse a toda Latinoamérica y el mundo.
La escuela neoliberal, basaba sus postulados económicos en el aislamiento absoluto del Estado sobre el desempeño de los mercados. El papel que desempeñaría el Estado sería únicamente el de asegurar el cumplimiento de los contratos entre los agentes privados de la economía (también llamado seguridad jurídica).
Como consecuencia, pregonaba con voces grandilocuentes la muerte de las ideologías y el pensamiento único de los técnicos económicos, también llamados tecnócratas; erradicando así el poder ciudadano construido por los movimientos sociales y políticos del Estado benefactor.
A partir de esto, se generó la cuña de la anti política, el nacimiento de una crisis de representatividad que fue profundizándose a partir del fracaso resultante de la aplicación del modelo.
La voz de este movimiento surge desde los medios de comunicación, dado que a partir de este modelo socio-económico diversificaron sus actividades para convertirse en verdaderos monopolios de la creación de opinión pública. El ejemplo mas claro para definir el papel de los medios en la difusión masiva del Neoliberalismo, fue la serie televisiva “Libres para Elegir” de Milton Friedman en el costoso prime time de la televisión norteamericana durante 1980.
Es por este motivo, que cualquier medida que tome un gobierno, que produzca una modificación de su construcción de poder, será analizada por las formas, los defectos, o detalles, sin que se analice el impacto que tenga en la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Como ejemplos regionales podemos mencionar las operaciones de prensa que produjeron los multimedios contra líderes democráticos: la actitud del diario El Mercurio en Chile durante el gobierno de Allende; Globovisión con el gobierno de Chávez en Venezuela; el caso de Tele Amazonas en Ecuador montando constantes ataques contra el mandatario Correa; el Deber de Santa Cruz en arremetida constante contra el gobierno de Evo Morales y el mismísimo Grupo Clarín en Argentina contra el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
Ninguno de estos medios ve siquiera algún atisbo positivo sobre las medidas ejecutadas por los mandatarios. Y en lugar de dictar una línea editorial que vaya al fondo de la discusión, se encargan de presentar un maquillaje periodístico, enfocando sus embestidas sobre las formas de expresarse, errores de implementación de determinadas medidas, o bien la “institucionalidad” de la misma.
De esta manera, el mensaje hacia la opinión publica, es el de la más cruda anti política. Un mensaje desesperanzador a la sociedad y específicamente a la juventud. Concretamente todo lo que proviene de la política esta mal, es sucio y corrupto. Por lo tanto, desde la política no se puede cambiar las realidades que afectan al público. Hagan lo que hagan los políticos lo harán mal, y cuanto mas realicen mas perjudicados serán los ciudadanos. Ese es el mensaje que brindan desde las redacciones.
Ahora bien, el caso Argentino es paradigmatico. Mientras en la década del 90, el gobierno neoliberal desmontó la actividad industrial, extranjerizó la economía, privatizó las empresas estatales, congeló los salarios y las jubilaciones, recurrió al ajuste permanente, excluyó de los mercados al 40% de la sociedad, desató hasta niveles inconmensurables el desempleo y el nivel de endeudamiento, las criticas sólo recaían en casos de corrupción de funcionarios de segunda línea.
Pero cuando un gobierno toma la decisión política de reindustrializar el país, que permitió recuperar 4,5 millones de puestos laborales, incorporar más de 2,2 millones de jubilados al sistema jubilatorio garantizándoles al menos 2 aumentos anuales, establecer un blindaje social a 6 millones de niños que se encontraban excluidos del sistema a través de la asignación universal por hijo, y se compromete a pagar las deudas para insertar a Argentina en el mercado internacional; la agenda mediática impacta sobre la “desorganización” de las implementaciones, la crisis institucional, el “manotazo a las reservas”, y el nivel de crispación.
En la Argentina del Bicentenario, con la política en el centro de todo, existen 12,7 millones de personas que han sido reincorporadas al sistema. Un crecimiento de un 31.75% del mercado interno en sólo 7 años; cumpliendo la premisa básica Keynesiana, reactivar el consumo y la inversión, para generar la demanda agregada, y así recuperar la actividad económica, especialmente en un contexto de crisis. Un consumo que aumenta en $ 10.000 millones anuales mediante la implementación de la Asignación Universal, genera que la producción de bienes y servicios nacionales aumente. Esto es política.
Un país que toma como política de estado la inclusión social, la generación de empleo, el crecimiento económico con desarrollo, la distribución del ingreso y el desendeudamiento externo; no hace otra cosa que romper con el mito de la antipolítica, del pensamiento único. Participar es la manera de reivindicar las conquistas sociales obtenidas y de impulsar las necesidades incumplidas. Fortaleciendo así una Argentina que brinde esperanzas y conciencia a los jóvenes para convertirse en los futuros dirigentes del país. Una Argentina para todos.

1 comentario:

J. Galt dijo...

Te olvidaste mencionar que el modelo populista produjo una inflación africana, y que el salario real es inferior al del 2001.

El Estado es robo organizado, una ficción antinatural que carece de legitimidad alguna.

Y podés leer a Rothbard y la EA, antes de defender un modelo que produce miseria y pobreza al por mayor.

Saludos.