La crisis iniciada en el 2007 en los Estados Unidos se enmarca en el contexto de la globalización financiera iniciada en la década del setenta como correlato de las políticas neoliberales.
En efecto, en los años setenta el sistema financiero internacional pasó de la escasez de dólares que había caracterizado al sistema capitalista durante el período de posguerra a una abundancia de dólares como consecuencia de los déficit comerciales y la salida de capitales de los Estados Unidos.
Por un lado, el déficit comercial norteamericano se debió fundamentalmente a la perdida de competitividad de la economía de los Estados Unidos con respecto a las economías europeas y la japonesa y en menor medida frente al avance en la industrialización de algunos países periféricos, sobre todo los denominados tigres asiáticos como Corea del Sur y China.
Por otro lado, la salida de capitales de los Estados Unidos fue producto de las inversiones llevadas a cabo por las corporaciones norteamericanas en el exterior. A lo cual le debemos agregar que gran parte de las ganancias generadas por estas inversiones no retornaron a los Estados Unidos, sino más bien permanecieron en el mercado financiero internacional.
Otro factor que generó un incremento de la liquidez mundial y que por lo tanto constituyó un fuerte estimulo para el desarrollo del capital financiero fue el aumento de los precios del petróleo. Los países integrantes de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) decidieron a partir de 1973 incrementar el precio del insumo.
Esto provocó una gran afluencia de dólares hacia los países productores de petróleo pero que sin embargo al ser en su gran mayoría economías subdesarrolladas no tenían la capacidad de absorberlos en el corto plazo. De esta forma, estos países comenzaron a depositar gran parte de esta masa dineraria en los distintos bancos extranjeros de los países desarrollados dando origen a los denominados petrodólares.
En este contexto de abundancia de dólares en el sistema financiero internacional, en marzo de 1973 se abandonó definitivamente los tipos de cambios fijos para adoptar los tipos de cambios flexibles, desapareciendo de esta manera los acuerdo de Bretton Woods que habían caracterizado a la economía capitalista luego de la Segunda Guerra Mundial.
Todo esto condujo a la inestabilidad permanente de los tipos de cambio generando un contexto de incertidumbre en el cual la especulación cambiaria se transformó en uno de los rasgos estructurales de la nueva etapa del capitalismo.
También se eliminaron las distintas regulaciones del mundo financiero internacional que existían en las economías de posguerra y se liberalizó de esta manera la acción de los operadores financieros, sobre todo a partir de la apertura de los países desarrollados a los movimiento de capital de corto plazo. Es decir, mientras que el escenario de tipo de cambio flexible dio lugar a generosas oportunidades para la especulación cambiaria, la liberalización y desregulación financiera permitió el estimulo al capital financiero en general.
En resumen, el poder financiero aprovechó la crisis del sistema monetario internacional de comienzos de los años setenta y la abundancia de liquidez para presionar y lograr que los distintos gobiernos apliquen la liberalización del mercado financiero. Es así como en tres décadas el capital mutó de un sistema monetario con controles cambiarios y de movimiento de capital, a un mercado en el cual el capital financiero opera con total libertad y en el cual las empresas que llevan a cabo las distintas operaciones financieras son las que obtienen la mayor tasa de ganancia.
Ahora bien, una de las características más sobresaliente de la actual globalización financiera es que se encuentra marcada por una serie de shocks y crisis financieras que se fueron incrementando a medida que la mundialización financiera avanzaba.
Esta multiplicidad de shocks financieros demuestra la “fragilidad financiera” y el “riesgo sistémico” existente en esta nueva configuración del capitalismo conocida como globalización. En otras palabras, la globalización financiera se caracteriza por una fragilidad sistémica que se explicita en las sucesivas crisis financieras que azotan en estas últimas décadas a la economía mundial.
En este contexto se produjo en el 2007 la crisis originada por las hipotecas subprime que ha desencadenado una tormenta que algunos se atreven a comparar con la Depresión de 1929. Esta crisis comenzó en 1998 cuando se aplicó una innovación financiera que terminó con los monopolios de los bancos en la concesión de préstamos hipotecarios para adquirir propiedades inmobiliarias. La innovación consistió en abrir el negocio a todo tipo de inversiones externas e internas que, a través de la Bolsa de Valores, financiaban con su dinero nuevos préstamos hipotecarios. Es decir, un nuevo negocio para el capital financiero internacional.
Esto provocó una nueva burbuja financiera que explotó en el 2007 conduciendo a una nueva crisis mundial. Pues al incrementarse la cantidad de inversiones especulativas en los prestamos hipotecarios se produjo un crecimiento de las inversiones cada vez más riesgosas. Esta crisis que comenzó en el sistema financiero se traslada a la economía real de Estados Unidos al reducirse el crédito, lo cual genera una contracción en el nivel de producción y un aumento de la desocupación.
En esta situación la pregunta central que surge es ¿cómo repercutirá esta nueva crisis mundial en la economía Argentina?. El primer dato llamativo es que mientras que la crisis se inició en el 2007 la economía argentina sigue en un sendero de crecimiento económico. De esta forma la pregunta inmediata es ¿por qué la economía argentina frente a una crisis mundial sigue creciendo?.
Las crisis se propagan al resto de los países básicamente por dos vías: por el sistema financiero internacional y/o por el comercio exterior. Con respecto a la primer vía la economía argentina se encuentra prácticamente inmune. En efecto, a partir del default declarado después de la caída del régimen convertible el sistema financiero internacional se cerró para la economía argentina, lo cual significa que el crecimiento económico iniciado a partir de mediados del 2002 se produjo con ahorro interno. Este fenómeno genera una menor dependencia de la economía nacional ante los vaivenes de la economía internacional.
Por lo tanto, la posibilidad de contagio se puede llegar a producir por vía del comercio exterior. Esto significa que la única posibilidad que la crisis mundial se traslade a la economía argentina es que ante la propagación de la crisis a la economía real se produzca una caída de la demanda de los productos exportados por la Argentina generando una reducción de los precios internacionales. Esto se traduciría en un menor nivel de exportación y por lo tanto en una reducción del superávit comercial. Por otro lado, al caer las exportaciones también se produciría una caída de la recaudación tributaria vía reducción de las retenciones.
Sin embargo, es importante destacar dos cosas. Primero, para que estos suceda la crisis tendría que transformarse en una gran depresión de largo plazo. Segundo, si esto sucede la economía argentina se encuentra en buenas condiciones para afrontarla debido a las altas reservas que posee el Banco Central, el proceso de desendeudamiento que se inició a partir de 2003 (medido en porcentaje del PBI y de las exportaciones) y por los superávit fiscal pasados. De esta forma, si la crisis mundial no se traduce en una gran depresión lo máximo que podría sucederle a la economía argentina es una desaceleración de su ritmo de crecimiento.
También surge una segunda pregunta interesante ¿qué hubiera pasado si esta crisis se hubiera desatado durante el modelo de Convertibilidad?. Esta respuesta se puede responder con un solo ejemplo. En 1994 se produjo la devaluación mexicana como resultado de una crisis económica que venia atravesando el país. ¿Qué pasó en la Argentina?. Una crisis fenomenal conocida como la crisis del “efecto tequila”.
Esto se debió a la fragilidad económica de la Argentina durante el modelo de Convertibilidad caracterizado por el déficit fiscal y el déficit de la cuenta corriente de la Balanza de Pagos. Pero además el modelo de Convertibilidad era altamente dependiente de la deuda externa. Por lo tanto, cualquier vaivén del mercado internacional se traducía en una crisis económica y social en la Argentina.
De esta forma, si esta crisis en un país periférico generó un derrumbe de la economía argentina durante el régimen de Convertibilidad ¿qué hubiera generado la crisis económica que se esta produciendo en la economía más importante del mundo y que se esta trasladando al resto de los países desarrollados?. La respuesta es sencilla: un colapso económico y social.
Esto es así debido a que el régimen convertible instaurado a principios de la década del noventa durante el gobierno del Dr. Carlos Menem y ratificado durante el gobierno de la Alianza era insostenible. Insostenible económicamente debido a que se sustentaba en el aumento de la deuda pública externa. Insostenible socialmente debido a que se traducía en un aumento del desempleo, subempleo, trabajos no registrados, pobreza e indigencia.
En cambio, la economía post devaluación es sustentable desde el punto de vista económico y social. Desde el punto de vista económico en la actualidad la economía argentina ha experimentado cinco años de crecimiento ininterrumpido superando en pesos al nivel del producto pico alcanzado en el año 1998. Pero además mientras que en 1998 la economía argentina marchaba hacia el colapso, el crecimiento post devaluación es acompañado por un superávit fiscal y comercial junto al aumento constante de las reservas del Banco Central. En otras palabras, el crecimiento económico post Convertibilidad no se sostiene en el endeudamiento externo público, lo cual lo transforma en un crecimiento sustentable desde el punto de vista económico.
Pero también es sustentable desde el punto de vista social. En efecto, y a diferencia de los sucedido en el Plan de Convertibilidad, a partir del crecimiento post devaluación se inició una fuerte reducción del desempleo, subempleo, pobreza e indigencia y una leve disminución del trabajo en “negro”.
Entonces la pregunta que surge, sobre todo en un contexto marcado por una eminente crisis norteamericana, es ¿si la economía actual por ser sustentable es invulnerable?. La respuesta es no. Por su puesto que si se produce una depresión mundial de largo plazo que produzca una caída abrupta de los precios internacionales de las materia primas indefectiblemente generara resultados negativos sobre la economía argentina.
Pero la pregunta siguiente entonces es ¿qué economía en el mundo es totalmente invulnerable en un contexto de globalización como el actual? Ninguna. Por su puesto que existen economías más sólidas que otras para enfrentar una crisis mundial. En la economía argentina el primer paso hacia una economía sólida ya se dio a partir de 2003: la construcción de un modelo sustentable desde el punto de vista económico y social.
La Argentina no tiene la capacidad para transformar la globalización financiera en un mercado mundial más estable. Pero si tiene la capacidad para que las crisis recurrentes que se generan a nivel internacional repercutan con la menor intensidad posible en la economía y la sociedad argentina. Eso se logra generando una economía menos dependiente de los vaivenes internacionales, lo cual viene sucediendo desde el 2003.
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