por Andrés Quintana(GEENaP Formosa),
Buenos Aires Económico, 19 de febrero de 2010.
Existe regularidad empírica en ciertas variables económico-sociales como el tándem desocupación - deflación por un lado y crecimiento-inflación por otro.
Debemos insistir, la economía no es una ciencia exacta. Es una ciencia social, por lo tanto los conceptos elaborados desde la economía política de un país o momento histórico determinado, no pueden trasplantarse a otras naciones sin tener en cuenta la idiosincrasia del país o región a implementar, ya que la economía no se desarrolla conforme a leyes naturales. Cuando se analiza un fenómeno económico, si no se lo somete a verificación, obtendremos inverosímiles conclusiones.
En el matutino del 31/1, el multimedio, convoco a economistas para analizar el aumento en el nivel general de precios. Con honestidad, el economista Todesca sostiene que se percibe una relación entre crecimiento e inflación y acto seguido menciona que la forma de evitar que el crecimiento genere inflación es mediante la estabilidad de las políticas públicas.
¿Qué se entiende por estabilidad de las políticas públicas? Parafraseando al responsable norteamericano para el Hemisferio Occidental, Arturo Valenzuela, “en los 90 existía seguridad jurídica” ergo “las políticas públicas eran estables”. Además, desde la óptica neoliberal “la estabilidad de políticas públicas” se relaciona estrechamente con el manejo monetario de metas de inflación. Esto supone, ante el crecimiento de precios, elevar la tasa de interés como mecanismo-freno. Después del 2001, conocemos los efectos devastadores sobre la inversión y el consumo que estas aplicaciones han tenido en nuestro país.
En este análisis, se utilizarán tres variables de verificación: la tasa de variación del PBI en moneda constante, la de desocupación e inflación, entre 1991 y 2009. ¿Quizá se preguntará porque aparece la tasa de desocupación en este estudio? Simple, porque cuando aumenta el PBI, la desocupación tiende a la baja. Esta es una variable que el pensamiento neoliberal siempre soslaya. Por lo tanto determinaremos la relación empírica entre estos tres elementos
1) Se ha demostrado que en el corto y mediano plazo la relación entre inflación y desocupación es inversa, es decir aumentan los precios y se reduce la desocupación. Las investigaciones de Philips, Solow y Samuelson en 1960 alumbraron esta relación empírica estable.
2) Se ha demostrado la relación directa entre el crecimiento de la cantidad de bienes y servicios que produce una economía y el nivel de desempleo, es decir cuanto mayor es la cantidad de bienes y servicios (PBI), la desocupación se reduce. Para que ocurra esto el PBI debe crecer a una tasa del 2,25%, era lo que sostenía Arthur Okun.
3) El postulado que debemos confirmar y que se deriva de los anteriores es el siguiente: si el aumento de la cantidad de bienes y servicios producidos aumenta el número de empleos, y la reducción del desempleo se vincula inversamente con la inflación, encontraríamos el siguiente mecanismo: al aumentar la producción de bienes y servicios aumenta la inflación.
Las tres variables aplicadas durante la Convertibilidad
Definiremos periodos de variación del PBI, dejando como variables de efecto la inflación y desocupación.
Empezaremos por el postulado que sostenía que aumento del PBI generan reducción de la desocupación.
Por lo tanto, en el periodo 1991-94 encontramos un crecimiento acumulado del 34,63%, a una tasa anual de 7,72%. La desocupación llegaba al 6,45% en 1991, al final del periodo fue de 11,45%. Esto implica un aumento del 39%, a una tasa anual del 8,6%. La regularidad empírica “a mayor PBI menor desocupación” en nuestro país no se verificó, ya que el crecimiento del desempleo no solo acompaño, sino que supero la tasa de crecimiento del PBI.
El periodo 1996-98 (en 1995 decreció). El PBI creció al 5,5% anual, en tanto la desocupación (que había llegado al 17,5% en 1995), llega en 1998 al 12,8%.
Comparando los datos del modelo convertible con el modelo económico actual, podemos afirmar que, transcurrieron 18 años, para que se recuperara el nivel de empleo en Argentina, dada la tasa de desocupación en 1990 de 7,45% y en 2008 de 7,9%.
Analizando las tasas de inflación, luego de la híper de 1.344% en 1990, se llegó a una inflación del 0,7% anual en 1998. La desaceleración fue tan impresionante como la aceleración de la desocupación. Aquí vemos, el aumento del desempleo generó reducción de la inflación, sin embargo, el aumento del PBI no generó reducción de la desocupación.
En el último tramo de la Convertibilidad, del 99 a 2001. El PBI cayó el 8,4%, esto es una tasa anual del 2,9%. Si incorporamos 2002 al análisis, la caída del PBI llegó al 18,4%.
Entre 1999 y 2001, el PBI acumulaba la caída del 8,4%, la inflación se torno negativa. Argentina sufrió tres años de deflación acumulada del 4%, una tasa anual de -1,33%. En materia de desocupación, en 1999 asciende al 14,15% esto es 1,35 puntos porcentuales mayor a la desocupación del año anterior. Hacia 2001, la desocupación aumenta en 4,6%. Es decir, mientras los precios de la canasta básica se reducían, el nivel de consumo continuaba en retroceso debido a la perdida de los puestos laborales, consecuencia de la caída de la actividad productiva del país.
Mientras se producía un duro proceso deflacionario, la desocupación alcanzaba niveles insostenibles desde el punto de vista social, llegando al 21.5% de la población económicamente activa.
Ahora bien, la relación entre crecimiento y desocupación, se verifica que caídas del PBI se asocian con aumento de la desocupación. Como consecuencia de la salida traumática de la Convertibilidad, la inflación saltó al 41% para luego reducirse al 3,4% en el año 2003.
Conclusiones de la performance de las tres variables durante la Convertibilidad
Entre 1991–94, se produjo un aumento del PBI del 34,5%, la tasa de desocupación aumentó del 6,45% al 11,45%. La inflación en este periodo fue positiva aunque en este tramo se fue desacelerando pasando del 84% en el año 1991 al 3,9% en el año 1994 guardando una relación negativa con la desocupación. Reducciones del nivel general de precios promueven aumentos del desempleo. Y al relacionar el crecimiento económico con la inflación el vínculo es positivo.
Entre 1996-98, el PBI nuevamente crece, pero la desocupación se reduce y llega al 12,8% en 1998, permaneciendo en muy elevados niveles. Entonces, el crecimiento dio lugar a una reducción de la desocupación. La inflación se mantuvo positiva y puede asociarse con aumento del empleo. Por lo tanto se mantuvieron los dos postulados: el crecimiento genera reducción del desempleo, y el nivel general de precios positivos asociado a reducción del desempleo. En cuanto a la relación entre PBI e inflación se verifican en ambos caso tasas positivas.
Entre 1999-01 fue de crecimiento negativo del 18,37% asociado con deflación del 4% para todo el periodo y desempleo que pasa del 12,8% del año 1998 a casi el 20%. Se verifica la relación directa entre variación del PBI y el empleo, para este tramo caídas del PBI asociadas con caídas del empleo. Se verifica la relación directa entre inflación y desempleo, en este caso: caídas de la inflación (deflación asociada con aumento de desocupación), caída del PBI que da lugar a caída en el nivel general de precios.
Las tres variables hoy
El modelo económico aplicado a partir de 2003. Arroja los siguientes datos: el PBI creció un 64%, tasa anual del 7,35%. (El periodo de crecimiento más prolongado que vivió el país). En igual periodo, la desocupación que en 2002 llegó al 21.5%, retrocedió año tras año hasta la crisis de 2009 (la peor crisis económica del capitalismo desde 1929). En 2003 el desempleo fue del 17,3%; 2004 del 13,6%; 2005 del 11,6%; 2006 del 10,2%; 2007 del 8,5%; 2008 del 7,9% y 2009 del 8,4%.
Esto confirma los postulados mencionados: Crecimiento del PBI. Reducción del desempleo, y aumentos del nivel general de precios asociados con reducción de la desocupación. En cuanto a la relación entre PBI y precios también se manifiesta una relación positiva, es decir el crecimiento del PBI, genera aumentos de precios. La magnitud del aumento de precios se vinculará con la relación de fuerzas entre los detentadores de la renta del trabajo y la renta del capital y es natural, que al aumentar el tamaño de la torta a repartir, los comensales merezcan una porción mayor.
Por lo tanto es este periodo de crecimiento económico sin parangón en la historia Argentina en el que se corroboran los postulados enunciados, es decir, los aumentos del PBI se asocian con caídas en la tasa de desempleo y tasas positivas de inflación. La tasa de inflación no frena el crecimiento del consumo. No existen indicadores que vaticinen un proceso de espiral hiperinflacionario, a pesar que la ortodoxia económica pronostica una debacle, el modelo económico actual, responde con mayor generación de empleo, y tasas soportables de crecimiento de precios, que son paleados con el fomento de paritarias para la recomposición del salario real de los trabajadores.
sábado, 20 de febrero de 2010
Crecimiento e inflación
por Andrés Quintana(GEENaP Formosa),
Buenos Aires Económico, 19 de febrero de 2010.
Existe regularidad empírica en ciertas variables económico-sociales como el tándem desocupación - deflación por un lado y crecimiento-inflación por otro.
Debemos insistir, la economía no es una ciencia exacta. Es una ciencia social, por lo tanto los conceptos elaborados desde la economía política de un país o momento histórico determinado, no pueden trasplantarse a otras naciones sin tener en cuenta la idiosincrasia del país o región a implementar, ya que la economía no se desarrolla conforme a leyes naturales. Cuando se analiza un fenómeno económico, si no se lo somete a verificación, obtendremos inverosímiles conclusiones.
En el matutino del 31/1, el multimedio, convoco a economistas para analizar el aumento en el nivel general de precios. Con honestidad, el economista Todesca sostiene que se percibe una relación entre crecimiento e inflación y acto seguido menciona que la forma de evitar que el crecimiento genere inflación es mediante la estabilidad de las políticas públicas.
¿Qué se entiende por estabilidad de las políticas públicas? Parafraseando al responsable norteamericano para el Hemisferio Occidental, Arturo Valenzuela, “en los 90 existía seguridad jurídica” ergo “las políticas públicas eran estables”. Además, desde la óptica neoliberal “la estabilidad de políticas públicas” se relaciona estrechamente con el manejo monetario de metas de inflación. Esto supone, ante el crecimiento de precios, elevar la tasa de interés como mecanismo-freno. Después del 2001, conocemos los efectos devastadores sobre la inversión y el consumo que estas aplicaciones han tenido en nuestro país.
En este análisis, se utilizarán tres variables de verificación: la tasa de variación del PBI en moneda constante, la de desocupación e inflación, entre 1991 y 2009. ¿Quizá se preguntará porque aparece la tasa de desocupación en este estudio? Simple, porque cuando aumenta el PBI, la desocupación tiende a la baja. Esta es una variable que el pensamiento neoliberal siempre soslaya. Por lo tanto determinaremos la relación empírica entre estos tres elementos
1) Se ha demostrado que en el corto y mediano plazo la relación entre inflación y desocupación es inversa, es decir aumentan los precios y se reduce la desocupación. Las investigaciones de Philips, Solow y Samuelson en 1960 alumbraron esta relación empírica estable.
2) Se ha demostrado la relación directa entre el crecimiento de la cantidad de bienes y servicios que produce una economía y el nivel de desempleo, es decir cuanto mayor es la cantidad de bienes y servicios (PBI), la desocupación se reduce. Para que ocurra esto el PBI debe crecer a una tasa del 2,25%, era lo que sostenía Arthur Okun.
3) El postulado que debemos confirmar y que se deriva de los anteriores es el siguiente: si el aumento de la cantidad de bienes y servicios producidos aumenta el número de empleos, y la reducción del desempleo se vincula inversamente con la inflación, encontraríamos el siguiente mecanismo: al aumentar la producción de bienes y servicios aumenta la inflación.
Las tres variables aplicadas durante la Convertibilidad
Definiremos periodos de variación del PBI, dejando como variables de efecto la inflación y desocupación.
Empezaremos por el postulado que sostenía que aumento del PBI generan reducción de la desocupación.
Por lo tanto, en el periodo 1991-94 encontramos un crecimiento acumulado del 34,63%, a una tasa anual de 7,72%. La desocupación llegaba al 6,45% en 1991, al final del periodo fue de 11,45%. Esto implica un aumento del 39%, a una tasa anual del 8,6%. La regularidad empírica “a mayor PBI menor desocupación” en nuestro país no se verificó, ya que el crecimiento del desempleo no solo acompaño, sino que supero la tasa de crecimiento del PBI.
El periodo 1996-98 (en 1995 decreció). El PBI creció al 5,5% anual, en tanto la desocupación (que había llegado al 17,5% en 1995), llega en 1998 al 12,8%.
Comparando los datos del modelo convertible con el modelo económico actual, podemos afirmar que, transcurrieron 18 años, para que se recuperara el nivel de empleo en Argentina, dada la tasa de desocupación en 1990 de 7,45% y en 2008 de 7,9%.
Analizando las tasas de inflación, luego de la híper de 1.344% en 1990, se llegó a una inflación del 0,7% anual en 1998. La desaceleración fue tan impresionante como la aceleración de la desocupación. Aquí vemos, el aumento del desempleo generó reducción de la inflación, sin embargo, el aumento del PBI no generó reducción de la desocupación.
En el último tramo de la Convertibilidad, del 99 a 2001. El PBI cayó el 8,4%, esto es una tasa anual del 2,9%. Si incorporamos 2002 al análisis, la caída del PBI llegó al 18,4%.
Entre 1999 y 2001, el PBI acumulaba la caída del 8,4%, la inflación se torno negativa. Argentina sufrió tres años de deflación acumulada del 4%, una tasa anual de -1,33%. En materia de desocupación, en 1999 asciende al 14,15% esto es 1,35 puntos porcentuales mayor a la desocupación del año anterior. Hacia 2001, la desocupación aumenta en 4,6%. Es decir, mientras los precios de la canasta básica se reducían, el nivel de consumo continuaba en retroceso debido a la perdida de los puestos laborales, consecuencia de la caída de la actividad productiva del país.
Mientras se producía un duro proceso deflacionario, la desocupación alcanzaba niveles insostenibles desde el punto de vista social, llegando al 21.5% de la población económicamente activa.
Ahora bien, la relación entre crecimiento y desocupación, se verifica que caídas del PBI se asocian con aumento de la desocupación. Como consecuencia de la salida traumática de la Convertibilidad, la inflación saltó al 41% para luego reducirse al 3,4% en el año 2003.
Conclusiones de la performance de las tres variables durante la Convertibilidad
Entre 1991–94, se produjo un aumento del PBI del 34,5%, la tasa de desocupación aumentó del 6,45% al 11,45%. La inflación en este periodo fue positiva aunque en este tramo se fue desacelerando pasando del 84% en el año 1991 al 3,9% en el año 1994 guardando una relación negativa con la desocupación. Reducciones del nivel general de precios promueven aumentos del desempleo. Y al relacionar el crecimiento económico con la inflación el vínculo es positivo.
Entre 1996-98, el PBI nuevamente crece, pero la desocupación se reduce y llega al 12,8% en 1998, permaneciendo en muy elevados niveles. Entonces, el crecimiento dio lugar a una reducción de la desocupación. La inflación se mantuvo positiva y puede asociarse con aumento del empleo. Por lo tanto se mantuvieron los dos postulados: el crecimiento genera reducción del desempleo, y el nivel general de precios positivos asociado a reducción del desempleo. En cuanto a la relación entre PBI e inflación se verifican en ambos caso tasas positivas.
Entre 1999-01 fue de crecimiento negativo del 18,37% asociado con deflación del 4% para todo el periodo y desempleo que pasa del 12,8% del año 1998 a casi el 20%. Se verifica la relación directa entre variación del PBI y el empleo, para este tramo caídas del PBI asociadas con caídas del empleo. Se verifica la relación directa entre inflación y desempleo, en este caso: caídas de la inflación (deflación asociada con aumento de desocupación), caída del PBI que da lugar a caída en el nivel general de precios.
Las tres variables hoy
El modelo económico aplicado a partir de 2003. Arroja los siguientes datos: el PBI creció un 64%, tasa anual del 7,35%. (El periodo de crecimiento más prolongado que vivió el país). En igual periodo, la desocupación que en 2002 llegó al 21.5%, retrocedió año tras año hasta la crisis de 2009 (la peor crisis económica del capitalismo desde 1929). En 2003 el desempleo fue del 17,3%; 2004 del 13,6%; 2005 del 11,6%; 2006 del 10,2%; 2007 del 8,5%; 2008 del 7,9% y 2009 del 8,4%.
Esto confirma los postulados mencionados: Crecimiento del PBI. Reducción del desempleo, y aumentos del nivel general de precios asociados con reducción de la desocupación. En cuanto a la relación entre PBI y precios también se manifiesta una relación positiva, es decir el crecimiento del PBI, genera aumentos de precios. La magnitud del aumento de precios se vinculará con la relación de fuerzas entre los detentadores de la renta del trabajo y la renta del capital y es natural, que al aumentar el tamaño de la torta a repartir, los comensales merezcan una porción mayor.
Por lo tanto es este periodo de crecimiento económico sin parangón en la historia Argentina en el que se corroboran los postulados enunciados, es decir, los aumentos del PBI se asocian con caídas en la tasa de desempleo y tasas positivas de inflación. La tasa de inflación no frena el crecimiento del consumo. No existen indicadores que vaticinen un proceso de espiral hiperinflacionario, a pesar que la ortodoxia económica pronostica una debacle, el modelo económico actual, responde con mayor generación de empleo, y tasas soportables de crecimiento de precios, que son paleados con el fomento de paritarias para la recomposición del salario real de los trabajadores.
Buenos Aires Económico, 19 de febrero de 2010.
Existe regularidad empírica en ciertas variables económico-sociales como el tándem desocupación - deflación por un lado y crecimiento-inflación por otro.
Debemos insistir, la economía no es una ciencia exacta. Es una ciencia social, por lo tanto los conceptos elaborados desde la economía política de un país o momento histórico determinado, no pueden trasplantarse a otras naciones sin tener en cuenta la idiosincrasia del país o región a implementar, ya que la economía no se desarrolla conforme a leyes naturales. Cuando se analiza un fenómeno económico, si no se lo somete a verificación, obtendremos inverosímiles conclusiones.
En el matutino del 31/1, el multimedio, convoco a economistas para analizar el aumento en el nivel general de precios. Con honestidad, el economista Todesca sostiene que se percibe una relación entre crecimiento e inflación y acto seguido menciona que la forma de evitar que el crecimiento genere inflación es mediante la estabilidad de las políticas públicas.
¿Qué se entiende por estabilidad de las políticas públicas? Parafraseando al responsable norteamericano para el Hemisferio Occidental, Arturo Valenzuela, “en los 90 existía seguridad jurídica” ergo “las políticas públicas eran estables”. Además, desde la óptica neoliberal “la estabilidad de políticas públicas” se relaciona estrechamente con el manejo monetario de metas de inflación. Esto supone, ante el crecimiento de precios, elevar la tasa de interés como mecanismo-freno. Después del 2001, conocemos los efectos devastadores sobre la inversión y el consumo que estas aplicaciones han tenido en nuestro país.
En este análisis, se utilizarán tres variables de verificación: la tasa de variación del PBI en moneda constante, la de desocupación e inflación, entre 1991 y 2009. ¿Quizá se preguntará porque aparece la tasa de desocupación en este estudio? Simple, porque cuando aumenta el PBI, la desocupación tiende a la baja. Esta es una variable que el pensamiento neoliberal siempre soslaya. Por lo tanto determinaremos la relación empírica entre estos tres elementos
1) Se ha demostrado que en el corto y mediano plazo la relación entre inflación y desocupación es inversa, es decir aumentan los precios y se reduce la desocupación. Las investigaciones de Philips, Solow y Samuelson en 1960 alumbraron esta relación empírica estable.
2) Se ha demostrado la relación directa entre el crecimiento de la cantidad de bienes y servicios que produce una economía y el nivel de desempleo, es decir cuanto mayor es la cantidad de bienes y servicios (PBI), la desocupación se reduce. Para que ocurra esto el PBI debe crecer a una tasa del 2,25%, era lo que sostenía Arthur Okun.
3) El postulado que debemos confirmar y que se deriva de los anteriores es el siguiente: si el aumento de la cantidad de bienes y servicios producidos aumenta el número de empleos, y la reducción del desempleo se vincula inversamente con la inflación, encontraríamos el siguiente mecanismo: al aumentar la producción de bienes y servicios aumenta la inflación.
Las tres variables aplicadas durante la Convertibilidad
Definiremos periodos de variación del PBI, dejando como variables de efecto la inflación y desocupación.
Empezaremos por el postulado que sostenía que aumento del PBI generan reducción de la desocupación.
Por lo tanto, en el periodo 1991-94 encontramos un crecimiento acumulado del 34,63%, a una tasa anual de 7,72%. La desocupación llegaba al 6,45% en 1991, al final del periodo fue de 11,45%. Esto implica un aumento del 39%, a una tasa anual del 8,6%. La regularidad empírica “a mayor PBI menor desocupación” en nuestro país no se verificó, ya que el crecimiento del desempleo no solo acompaño, sino que supero la tasa de crecimiento del PBI.
El periodo 1996-98 (en 1995 decreció). El PBI creció al 5,5% anual, en tanto la desocupación (que había llegado al 17,5% en 1995), llega en 1998 al 12,8%.
Comparando los datos del modelo convertible con el modelo económico actual, podemos afirmar que, transcurrieron 18 años, para que se recuperara el nivel de empleo en Argentina, dada la tasa de desocupación en 1990 de 7,45% y en 2008 de 7,9%.
Analizando las tasas de inflación, luego de la híper de 1.344% en 1990, se llegó a una inflación del 0,7% anual en 1998. La desaceleración fue tan impresionante como la aceleración de la desocupación. Aquí vemos, el aumento del desempleo generó reducción de la inflación, sin embargo, el aumento del PBI no generó reducción de la desocupación.
En el último tramo de la Convertibilidad, del 99 a 2001. El PBI cayó el 8,4%, esto es una tasa anual del 2,9%. Si incorporamos 2002 al análisis, la caída del PBI llegó al 18,4%.
Entre 1999 y 2001, el PBI acumulaba la caída del 8,4%, la inflación se torno negativa. Argentina sufrió tres años de deflación acumulada del 4%, una tasa anual de -1,33%. En materia de desocupación, en 1999 asciende al 14,15% esto es 1,35 puntos porcentuales mayor a la desocupación del año anterior. Hacia 2001, la desocupación aumenta en 4,6%. Es decir, mientras los precios de la canasta básica se reducían, el nivel de consumo continuaba en retroceso debido a la perdida de los puestos laborales, consecuencia de la caída de la actividad productiva del país.
Mientras se producía un duro proceso deflacionario, la desocupación alcanzaba niveles insostenibles desde el punto de vista social, llegando al 21.5% de la población económicamente activa.
Ahora bien, la relación entre crecimiento y desocupación, se verifica que caídas del PBI se asocian con aumento de la desocupación. Como consecuencia de la salida traumática de la Convertibilidad, la inflación saltó al 41% para luego reducirse al 3,4% en el año 2003.
Conclusiones de la performance de las tres variables durante la Convertibilidad
Entre 1991–94, se produjo un aumento del PBI del 34,5%, la tasa de desocupación aumentó del 6,45% al 11,45%. La inflación en este periodo fue positiva aunque en este tramo se fue desacelerando pasando del 84% en el año 1991 al 3,9% en el año 1994 guardando una relación negativa con la desocupación. Reducciones del nivel general de precios promueven aumentos del desempleo. Y al relacionar el crecimiento económico con la inflación el vínculo es positivo.
Entre 1996-98, el PBI nuevamente crece, pero la desocupación se reduce y llega al 12,8% en 1998, permaneciendo en muy elevados niveles. Entonces, el crecimiento dio lugar a una reducción de la desocupación. La inflación se mantuvo positiva y puede asociarse con aumento del empleo. Por lo tanto se mantuvieron los dos postulados: el crecimiento genera reducción del desempleo, y el nivel general de precios positivos asociado a reducción del desempleo. En cuanto a la relación entre PBI e inflación se verifican en ambos caso tasas positivas.
Entre 1999-01 fue de crecimiento negativo del 18,37% asociado con deflación del 4% para todo el periodo y desempleo que pasa del 12,8% del año 1998 a casi el 20%. Se verifica la relación directa entre variación del PBI y el empleo, para este tramo caídas del PBI asociadas con caídas del empleo. Se verifica la relación directa entre inflación y desempleo, en este caso: caídas de la inflación (deflación asociada con aumento de desocupación), caída del PBI que da lugar a caída en el nivel general de precios.
Las tres variables hoy
El modelo económico aplicado a partir de 2003. Arroja los siguientes datos: el PBI creció un 64%, tasa anual del 7,35%. (El periodo de crecimiento más prolongado que vivió el país). En igual periodo, la desocupación que en 2002 llegó al 21.5%, retrocedió año tras año hasta la crisis de 2009 (la peor crisis económica del capitalismo desde 1929). En 2003 el desempleo fue del 17,3%; 2004 del 13,6%; 2005 del 11,6%; 2006 del 10,2%; 2007 del 8,5%; 2008 del 7,9% y 2009 del 8,4%.
Esto confirma los postulados mencionados: Crecimiento del PBI. Reducción del desempleo, y aumentos del nivel general de precios asociados con reducción de la desocupación. En cuanto a la relación entre PBI y precios también se manifiesta una relación positiva, es decir el crecimiento del PBI, genera aumentos de precios. La magnitud del aumento de precios se vinculará con la relación de fuerzas entre los detentadores de la renta del trabajo y la renta del capital y es natural, que al aumentar el tamaño de la torta a repartir, los comensales merezcan una porción mayor.
Por lo tanto es este periodo de crecimiento económico sin parangón en la historia Argentina en el que se corroboran los postulados enunciados, es decir, los aumentos del PBI se asocian con caídas en la tasa de desempleo y tasas positivas de inflación. La tasa de inflación no frena el crecimiento del consumo. No existen indicadores que vaticinen un proceso de espiral hiperinflacionario, a pesar que la ortodoxia económica pronostica una debacle, el modelo económico actual, responde con mayor generación de empleo, y tasas soportables de crecimiento de precios, que son paleados con el fomento de paritarias para la recomposición del salario real de los trabajadores.
Recaudación Fiscal Enero 2010.”La realidad se puede tapar o hacer tapa”
por Exequiel Cunibertti,
Buenos Aires Económico, 16 de febrero de 2010.
El país aunque no lo parezca, sigue entregando nuevas buenas noticias con respecto a su economía, sus finanzas y su administración. Pero es extraño que haya pasado un tiempo tan prolongado para que aparezca una buena noticia en el multimedio, y es muy interesante que esto aun suceda, aunque como siempre, fue a medias tintas, “Gracias al IVA, sube 20% la recaudación fiscal de Enero” titula del grupo Clarín el 2 de Febrero de 2010.
Ahora bien, desglosemos un poco la noticia, la recaudación fiscal aumento en periodos comparados entre Enero de 2009 y el mismo periodo de 2010. Esa es una excelente noticia para todos los argentinos, pues marca las pautas que se vienen avizorando desde finales de 2009, la Administración Nacional está llevando a cabo políticas publicas de forma ordenada y prolija, sosteniendo un modelo económico a través de políticas de estado, profundizando de esta manera, a pesar de la crisis internacional, un modelo que comenzó en 2003, y para mal que le pese a ciertos pronosticadores, aun no se ha agotado, sino que resurge y crece cada día mas. Esta forma en que el estado se ha desempeñado, no solo no resta, sino, agrega credibilidad y solvencia a la nación, y brinda determinantes de seguridad a la hora de decidir inversiones
La parte negativa que brinda ese titulo es el “Gracias al IVA”, ¿Qué quiere decir eso? Que el consumo de los habitantes de la nación aumentó en dicho periodo, cabe destacar que el Impuesto al Valor Agregado, es un impuesto al consumo, a mayor consumo, mayor recaudación en concepto de IVA, por lo tanto, podemos dilucidar que durante Enero de 2010, volvió a aumentar el consumo.
Ya dentro del cuerpo de la nota, profundizan el análisis de dicho crecimiento, y se resalta algo no muy común en la editorial del matutino, “Record Histórico” de recaudación con un monto $29.025 millones, superando de esta manera ell establecido en Diciembre de 2009 que fijaba $ 28.162 millones. Pero el problema que surge, viene a raíz de ¿Como se compuso la masa dineraria de dicha recaudación? La respuesta trae la carga editorialista.
Durante el periodo analizado, el IVA sufrió un aumento del 23,1% respecto a igual periodo del año anterior, conformando la suma de $ 8.255 millones. Dentro del IVA, se desglosa el aumento de IVA impositivo, que creció en un 18,6% y un IVA aduanero que se tradujo en una variación positiva de 21,9%. ¿A que alega este incremento?
Desde el punto de vista del IVA aduanero, el aumento de las importaciones y el aumento del tipo de cambio. Ahora bien, ¿Qué significa el aumento de las importaciones, en un modelo valoración productiva, que fomenta el incremento del trabajo asalariado y la inclusión social, en detrimento del modelo de valorización financiera esgrimido durante la década de los noventa? Solo una cosa puede significarse en ese marco, el aumento de la actividad industrial, por ende la confirmación de la reactivación económica del país. ¿Esta modificación en los niveles de importación, cercanos al 22%, pueden afectar la economía nacional, en perjuicio del proyecto industrial argentino? No, salvo que la misma provenga de bienes cuyos fines sean ajenos a la actividad industrial argentina. Respecto al tipo de cambio, ¿Cual fue la variación anual que tuvo la moneda? Un 14,2%, pasando de un dólar a $3,25 en Enero 2009, a $ 3,83 en 2010, por ende este alegato es una condición insuficiente para acreditar la movilidad positiva de la recaudación.
Adentrándonos en el desglose del IVA impositivo, los motivos que adjudican al dicho incremento, corresponden a un aumento del consumo, y al aumento de la inflación. ¿Porque aumento el consumo, porque la sociedad esta dispuesta a consumir mas que en 2009, quienes están con posibilidades de consumir en 2010, que el año pasado no podían? He aquí, la omisión del multimedio, el consumo comienza a disparase en Diciembre de 2009, conjuntamente con la fecha de inicio de la Asignación Universal para protección social, que llevo adelante el gobierno nacional. Haber reivindicado este hecho implicaría, ver la razón real por la cual aumenta el consumo, y significa reivindicar una política de estado, que ha sido beneficiosa para 6 millones de chicos, menores de 18 años que se encontraban excluidos del sistema y de la posibilidad de consumir. Un dato no menor, es que esta medida, redujo entre un 5% y un 8% los niveles de pobreza del país, y afecta a un promedio de 2 millones de familias. Sintetizando, cuanto más dinero posean las clases populares, mayor consumo, el mayor consumo provoca la necesidad de mayor producción, y la mayor producción requiere de mayor cantidad de inversiones, y mas puestos de trabajo. Este es un círculo virtuoso que tiende a la imposibilidad de agotamiento en el mediano plazo.
Respecto al impacto de la inflación sobre el aumento de la recaudación de IVA, debemos analizar que dicho impuesto grava con un porcentaje del 21% en la inmensa mayoría de los casos a los precios netos de los bienes a consumir, por lo tanto el diferencial entre los precios de un periodo y otro, multiplicado por la tasa del impuesto nos arrojara, el impacto de la inflación sobre el aumento de la recaudación. Entonces, si tomamos como punto de análisis el informe privado de peor perspectiva acerca de la medición del Índice de Precios al Consumidor cercano al 15%, la afectación de la inflación sobre la recaudación será del 21% de ese 15%, es decir un 3,15%.
Con esto, podemos afirmar que si bien la recaudación de IVA impositivo se vio afectado por la variación de precios, la misma fue insignificante, como para dejar de remarcar que el centro del incremento recaudatorio, proviene de una medida revolucionaria en todo el mundo, que no solo ha reactivado la actividad económica del país, sino que también produjo la modificación favorable, de un indicador social de extrema importancia para una nación, como lo es el índice de pobreza.
El análisis de la composición del incremento fiscal del periodo, según el análisis periodístico no termino allí, sino que avanzo en otro aspecto de discusión, como lo es la recaudación proveniente de los Ingresos de Seguridad Social, con los que cuenta el estado a partir de la nacionalización de los Fondos Jubilatorios. Lo que se sigue omitiendo es que desde Diciembre, los fondos de las extinguidas AFJP, se analizan de manera homogénea, dado que dicha nacionalización se produjo en Diciembre de 2008, por lo tanto, el análisis del mismo ya no compone materia de controversia alguna.
Y cierra este análisis, acusando que dicho crecimiento se produce a partir del aumento de las remuneraciones y de la base imponible, con lo que podemos analizar que el incremento de los salarios, superó al incremento de la inflación (incluso tomando como base de análisis de los informes privados de mayor pesimismo) durante 2009.
Ahora bien, veamos un dato, que refuerza la bandera de la redistribución del ingreso que se levanta en Argentina desde 2003, que tanta crispación le produce al poder económico concentrado, y que el vocero del establishment, en su matutino deja de mencionar. Este dato sin lugar a duda corresponde a los impuestos progresivos, es decir, el Impuesto a la Ganancias, la recaudación del mismo fue de $4.967 millones, con un aumento del 25,8% respecto al mismo periodo de 2009. Este dato no es menor, dado que dicho impuesto lo pagan los sectores con mayor capacidad contributiva, es decir los sectores privilegiados.
Por lo tanto, si analizamos que históricamente la recaudación fiscal de la nación, se compone casi exclusivamente a partir de lo recaudado por impuestos regresivos como el Impuesto al Valor Agregado. Pero en base a los datos brindados por la AFIP, durante Enero de 2010, su incremento fue menor al sufrido por un impuesto progresivo como el Impuesto a las Ganancias.
Esto, nos permite estimar que durante este periodo en la Argentina pagaron más que los que más tienen, por ende la redistribución del ingreso continúa en funcionamiento, a pesar de los vaticinios del fin del modelo económico “K”, que algunos economistas profesan, defienden y añoran.
Si a los datos de la recaudación fiscal, se le adjuntan el informe del Ministerio de Trabajo, acerca de la reducción de los niveles de desempleo de un 0,7% durante el ultimo periodo de 2009, llevando dichos indicadores de un 9.1% a un 8.4%.
Podemos decir entonces que, a pesar de la forma en que muestran la realidad de la republica ciertos medios, la reactivación económica es un hecho consumado, Argentina continua la senda del crecimiento, la implementación de un modelo económico de valorización productiva e industrial, a través del empleo asalariado, la inclusión social, la redistribución del ingreso, el desendeudamiento. Y a pesar de todos los reveses sufridos por el gobierno, al intentar una mayor justicia social en la Republica Argentina, existe fervientemente la decisión política e institucional de reducir una problemática que afecta al país y a toda America Latina, como lo es la pobreza y la marginación de los habitantes de la nación.
Buenos Aires Económico, 16 de febrero de 2010.
El país aunque no lo parezca, sigue entregando nuevas buenas noticias con respecto a su economía, sus finanzas y su administración. Pero es extraño que haya pasado un tiempo tan prolongado para que aparezca una buena noticia en el multimedio, y es muy interesante que esto aun suceda, aunque como siempre, fue a medias tintas, “Gracias al IVA, sube 20% la recaudación fiscal de Enero” titula del grupo Clarín el 2 de Febrero de 2010.
Ahora bien, desglosemos un poco la noticia, la recaudación fiscal aumento en periodos comparados entre Enero de 2009 y el mismo periodo de 2010. Esa es una excelente noticia para todos los argentinos, pues marca las pautas que se vienen avizorando desde finales de 2009, la Administración Nacional está llevando a cabo políticas publicas de forma ordenada y prolija, sosteniendo un modelo económico a través de políticas de estado, profundizando de esta manera, a pesar de la crisis internacional, un modelo que comenzó en 2003, y para mal que le pese a ciertos pronosticadores, aun no se ha agotado, sino que resurge y crece cada día mas. Esta forma en que el estado se ha desempeñado, no solo no resta, sino, agrega credibilidad y solvencia a la nación, y brinda determinantes de seguridad a la hora de decidir inversiones
La parte negativa que brinda ese titulo es el “Gracias al IVA”, ¿Qué quiere decir eso? Que el consumo de los habitantes de la nación aumentó en dicho periodo, cabe destacar que el Impuesto al Valor Agregado, es un impuesto al consumo, a mayor consumo, mayor recaudación en concepto de IVA, por lo tanto, podemos dilucidar que durante Enero de 2010, volvió a aumentar el consumo.
Ya dentro del cuerpo de la nota, profundizan el análisis de dicho crecimiento, y se resalta algo no muy común en la editorial del matutino, “Record Histórico” de recaudación con un monto $29.025 millones, superando de esta manera ell establecido en Diciembre de 2009 que fijaba $ 28.162 millones. Pero el problema que surge, viene a raíz de ¿Como se compuso la masa dineraria de dicha recaudación? La respuesta trae la carga editorialista.
Durante el periodo analizado, el IVA sufrió un aumento del 23,1% respecto a igual periodo del año anterior, conformando la suma de $ 8.255 millones. Dentro del IVA, se desglosa el aumento de IVA impositivo, que creció en un 18,6% y un IVA aduanero que se tradujo en una variación positiva de 21,9%. ¿A que alega este incremento?
Desde el punto de vista del IVA aduanero, el aumento de las importaciones y el aumento del tipo de cambio. Ahora bien, ¿Qué significa el aumento de las importaciones, en un modelo valoración productiva, que fomenta el incremento del trabajo asalariado y la inclusión social, en detrimento del modelo de valorización financiera esgrimido durante la década de los noventa? Solo una cosa puede significarse en ese marco, el aumento de la actividad industrial, por ende la confirmación de la reactivación económica del país. ¿Esta modificación en los niveles de importación, cercanos al 22%, pueden afectar la economía nacional, en perjuicio del proyecto industrial argentino? No, salvo que la misma provenga de bienes cuyos fines sean ajenos a la actividad industrial argentina. Respecto al tipo de cambio, ¿Cual fue la variación anual que tuvo la moneda? Un 14,2%, pasando de un dólar a $3,25 en Enero 2009, a $ 3,83 en 2010, por ende este alegato es una condición insuficiente para acreditar la movilidad positiva de la recaudación.
Adentrándonos en el desglose del IVA impositivo, los motivos que adjudican al dicho incremento, corresponden a un aumento del consumo, y al aumento de la inflación. ¿Porque aumento el consumo, porque la sociedad esta dispuesta a consumir mas que en 2009, quienes están con posibilidades de consumir en 2010, que el año pasado no podían? He aquí, la omisión del multimedio, el consumo comienza a disparase en Diciembre de 2009, conjuntamente con la fecha de inicio de la Asignación Universal para protección social, que llevo adelante el gobierno nacional. Haber reivindicado este hecho implicaría, ver la razón real por la cual aumenta el consumo, y significa reivindicar una política de estado, que ha sido beneficiosa para 6 millones de chicos, menores de 18 años que se encontraban excluidos del sistema y de la posibilidad de consumir. Un dato no menor, es que esta medida, redujo entre un 5% y un 8% los niveles de pobreza del país, y afecta a un promedio de 2 millones de familias. Sintetizando, cuanto más dinero posean las clases populares, mayor consumo, el mayor consumo provoca la necesidad de mayor producción, y la mayor producción requiere de mayor cantidad de inversiones, y mas puestos de trabajo. Este es un círculo virtuoso que tiende a la imposibilidad de agotamiento en el mediano plazo.
Respecto al impacto de la inflación sobre el aumento de la recaudación de IVA, debemos analizar que dicho impuesto grava con un porcentaje del 21% en la inmensa mayoría de los casos a los precios netos de los bienes a consumir, por lo tanto el diferencial entre los precios de un periodo y otro, multiplicado por la tasa del impuesto nos arrojara, el impacto de la inflación sobre el aumento de la recaudación. Entonces, si tomamos como punto de análisis el informe privado de peor perspectiva acerca de la medición del Índice de Precios al Consumidor cercano al 15%, la afectación de la inflación sobre la recaudación será del 21% de ese 15%, es decir un 3,15%.
Con esto, podemos afirmar que si bien la recaudación de IVA impositivo se vio afectado por la variación de precios, la misma fue insignificante, como para dejar de remarcar que el centro del incremento recaudatorio, proviene de una medida revolucionaria en todo el mundo, que no solo ha reactivado la actividad económica del país, sino que también produjo la modificación favorable, de un indicador social de extrema importancia para una nación, como lo es el índice de pobreza.
El análisis de la composición del incremento fiscal del periodo, según el análisis periodístico no termino allí, sino que avanzo en otro aspecto de discusión, como lo es la recaudación proveniente de los Ingresos de Seguridad Social, con los que cuenta el estado a partir de la nacionalización de los Fondos Jubilatorios. Lo que se sigue omitiendo es que desde Diciembre, los fondos de las extinguidas AFJP, se analizan de manera homogénea, dado que dicha nacionalización se produjo en Diciembre de 2008, por lo tanto, el análisis del mismo ya no compone materia de controversia alguna.
Y cierra este análisis, acusando que dicho crecimiento se produce a partir del aumento de las remuneraciones y de la base imponible, con lo que podemos analizar que el incremento de los salarios, superó al incremento de la inflación (incluso tomando como base de análisis de los informes privados de mayor pesimismo) durante 2009.
Ahora bien, veamos un dato, que refuerza la bandera de la redistribución del ingreso que se levanta en Argentina desde 2003, que tanta crispación le produce al poder económico concentrado, y que el vocero del establishment, en su matutino deja de mencionar. Este dato sin lugar a duda corresponde a los impuestos progresivos, es decir, el Impuesto a la Ganancias, la recaudación del mismo fue de $4.967 millones, con un aumento del 25,8% respecto al mismo periodo de 2009. Este dato no es menor, dado que dicho impuesto lo pagan los sectores con mayor capacidad contributiva, es decir los sectores privilegiados.
Por lo tanto, si analizamos que históricamente la recaudación fiscal de la nación, se compone casi exclusivamente a partir de lo recaudado por impuestos regresivos como el Impuesto al Valor Agregado. Pero en base a los datos brindados por la AFIP, durante Enero de 2010, su incremento fue menor al sufrido por un impuesto progresivo como el Impuesto a las Ganancias.
Esto, nos permite estimar que durante este periodo en la Argentina pagaron más que los que más tienen, por ende la redistribución del ingreso continúa en funcionamiento, a pesar de los vaticinios del fin del modelo económico “K”, que algunos economistas profesan, defienden y añoran.
Si a los datos de la recaudación fiscal, se le adjuntan el informe del Ministerio de Trabajo, acerca de la reducción de los niveles de desempleo de un 0,7% durante el ultimo periodo de 2009, llevando dichos indicadores de un 9.1% a un 8.4%.
Podemos decir entonces que, a pesar de la forma en que muestran la realidad de la republica ciertos medios, la reactivación económica es un hecho consumado, Argentina continua la senda del crecimiento, la implementación de un modelo económico de valorización productiva e industrial, a través del empleo asalariado, la inclusión social, la redistribución del ingreso, el desendeudamiento. Y a pesar de todos los reveses sufridos por el gobierno, al intentar una mayor justicia social en la Republica Argentina, existe fervientemente la decisión política e institucional de reducir una problemática que afecta al país y a toda America Latina, como lo es la pobreza y la marginación de los habitantes de la nación.
LECCIONES DE POLITÍCA ANTICÍCLICA
por Juan Santiago Fraschina, Buenos Aires Economico, 10 de febrero de 2010
Uno de los rasgos centrales del nuevo modelo de desarrollo instaurado en el 2003 y caracterizado por un proceso de reindustrialización con inclusión social es la política fiscal, la cual se estructura en dos puntos centrales. Por un lado, un fuerte incremento de la presión tributaria que permitió aumentar en forma sostenida la recaudación fiscal, destacándose en este rubro los impuestos progresivos como por ejemplo las retenciones a los productos primarios.
Por otro lado, y sustentado por el aumento de los recursos del Estado, un aumento permanente del gasto público, esto es, una política fiscal expansiva. Esta política es central para el incremento del mercado interno que es uno de los rasgos estructurantes del nuevo modelo económico vigente desde el 2003.
En efecto, el gasto estatal se suma a la mayor creación de puestos de trabajo y a la suba de los salarios a partir de la reactivación de las paritarias y de las jubilaciones para la expansión del mercado interno como motor fundamental de la economía nacional. Este mayor gasto del sector público se traduce fundamentalmente en tres puntos: en primer lugar, en mayor infraestructura a partir de la construcción de escuelas, hospitales, entre otros, en segundo lugar, en contención de la inflación debido a los subsidios al transporte, energía y ciertos productos básicos que consumen los sectores populares y en tercer lugar, una fuerte política social para los sectores más vulnerables.
Pero al mismo tiempo que durante el modelo kirchnerista se expande las erogaciones del Estado, se sostiene el superávit fiscal primario, es decir, antes de pagar los servicios de la deuda, y financiero, esto es, luego de pagar los servicios de la deuda pública. Por lo tanto, durante el nuevo modelo de desarrollo no sólo se produjo un aumento del gasto del Estado sino que además se experimentó un importante ahorro del sector público sostenido básicamente a partir del incremento permanente de la recaudación fiscal; dándole mayor sustentabilidad a la expansión económica.
LA CRISIS DE 2009: Durante la década del noventa, en todas las crisis internacionales que se verificaron, como por ejemplo la crisis desatada en México en 1994 y que se conoció como el efecto tequila, los gobiernos aplicaron una política procíclica que implicaba una fuerte reducción del gasto público (las denominadas políticas de ajuste).
Las consecuencias son bien conocidas: la reducción del gasto del Estado profundizaba los efectos de las crisis internacionales, comprimiendo aún más el mercado interno, lo cual generaba un fuerte aumento del desempleo, la pobreza y la indigencia. Todo esto implicaba un circulo vicioso de caída del producto, menor recaudación fiscal, reducción del gasto público, mayor desempleo, pobreza e indigencia que volvía a generar una nueva disminución de la demanda interna y por lo tanto, una profundización de la crisis económica y social.
Sin embargo, durante la crisis de 2009, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner optó por una alternativa diferente. En medio de una de la peores crisis internacionales que provocó una desaceleración en el crecimiento de la recaudación tributaria, el gobierno nacional siguió incrementando el gasto público con el objetivo central de amortiguar los efectos de la crisis en la economía argentina.
Por lo tanto, en el 2009 en el contexto de crisis internacional se experimentó un aumento del gatos público primario del 30,18% en comparación al 2008, llegando el mismo a 242.928,6 millones de pesos. Por su puesto que, por los efectos de la crisis, se produjo una desaceleración en el crecimiento de la recaudación, la cual se expandió menos que el gasto público. En este sentido, en el 2009 los ingresos totales aumentaron un 18,75% en comparación al 2008, llegando a 260.214,2 millones de pesos.
A pesar de este fenómeno, es decir, a la fuerte política fiscal expansiva y un menor crecimiento de los recursos, el gobierno nacional pudo sostener el superávit fiscal primario. En efecto, en el 2009 el resultado acumulado primario fue de 17.285,6 millones de pesos, lo cual representa 1,53% del Producto Bruto Interno.
Es cierto que el resultado primario de 2009 es un 51,35% (18.243,1 millones de pesos) menor al superávit primario de 2008. Sin embargo, esta disminución fue un acierto del gobierno nacional, debido a que en un contexto económico – financiero internacional desfavorable, la política fiscal proactiva que se tradujo en un fuerte aumento del gasto público fue fundamental para fortalecer al mercado interno y mantener los puestos de trabajo.
A su vez, debido a los fuerte vencimiento de deuda pública, no se pudo sostener el superávit financiero, el cual arrojó un déficit de 7.131,1 millones de pesos, siendo un 148,66% (21.785,9 millones de pesos) inferior al registrado en el 2008.
Con respecto a este último punto es importante realizar una aclaración: este resultado es producto de la herencia de los gobiernos anteriores y específicamente del modelo rentístico financiero (1976-2003) que se tradujo en un fuerte crecimiento de la deuda del Estado. En la actualidad, el nuevo modelo de desarrollo instaurado en el 2003 se está haciendo cargo de esa deuda, lo cual implica importantes erogaciones que debe realizar el Estado Nacional.
En el contexto de la crisis internacional, la ortodoxia económica, como en los años noventa, empezó a recomendar políticas de ajuste fiscal, esto es, reducción del gasto público para evitar justamente un déficit fiscal.
Sin embargo, esto hubiera implicado, como en el modelo de Convertibilidad, una reducción de la demanda, amplificación de las repercusiones de la crisis financiera internacional en la economía argentina, caída fuerte de la recaudación impositiva que hubiera implicado un déficit fiscal. Pero a su vez, la disminución de las erogaciones del Estado y su consiguiente caída del mercado interno y del producto también se hubiera traducido en un aumento explosivo de la desocupación, subocupación, pobreza e indigencia.
Por lo tanto, la recomendación de los sectores dominantes y del establishment económico no sólo hubiera generado un mayor empeoramiento de las cuentas fiscales sino que además hubieran implicado una fuerte crisis social.
En contraposición, el gobierno nacional apostó a uno de los pilares del nuevo modelo de desarrollo, esto es, el incremento sostenido del gasto público a pesar de la desaceleración en el aumento de los recursos del Estado como consecuencia de la crisis financiera internacional. Los resultados de dicha política fueron sumamente positivos. En términos económicos gracias al aumento de las erogaciones del Estado que permitió sostener la demanda interna la Argentina fue uno de los pocos países que en el 2009 en medio de la crisis financiera internacional siguió creciendo. Por su puesto que la expansión del producto fue menor a la verificada en los años anteriores; sin embargo, el producto del 2009 fue mayor al de 2008.
Este resultado, entre otros fenómenos, permitió que los recursos del Estado en medio de la crisis no sólo no cayeran sino que se incrementaran a los largo del 2009; lo cual implicó que el Estado Nacional pudiera sostener un superávit fiscal primario y que el déficit financiera fuera sumamente reducido en términos históricos.
Pero además, el incremento sostenido de las erogaciones del Estado evitó que la crisis financiera internacional se traduzca como en la década del noventa en una crisis social. En efecto, en el 2009 el gobierno pudo sostener tasas de desempleo de un digito a pesar de los efectos que la crisis tuvo sobre la economía argentina.
Por lo tanto, y a contraposición de lo propuesto por los economistas ortodoxos, la política fiscal expansiva desarrollada por el gobierno nacional durante el 2009, siendo uno de los pilares centrales del nuevo modelo de desarrollo, permitió amortiguar económica y socialmente los efectos de la crisis internacional al mismo tiempo que pudo cumplir con los servicios de la deuda pública generada en años anteriores y evitó que se deteriorará abruptamente las cuentas públicas del Estado Nacional.
Uno de los rasgos centrales del nuevo modelo de desarrollo instaurado en el 2003 y caracterizado por un proceso de reindustrialización con inclusión social es la política fiscal, la cual se estructura en dos puntos centrales. Por un lado, un fuerte incremento de la presión tributaria que permitió aumentar en forma sostenida la recaudación fiscal, destacándose en este rubro los impuestos progresivos como por ejemplo las retenciones a los productos primarios.
Por otro lado, y sustentado por el aumento de los recursos del Estado, un aumento permanente del gasto público, esto es, una política fiscal expansiva. Esta política es central para el incremento del mercado interno que es uno de los rasgos estructurantes del nuevo modelo económico vigente desde el 2003.
En efecto, el gasto estatal se suma a la mayor creación de puestos de trabajo y a la suba de los salarios a partir de la reactivación de las paritarias y de las jubilaciones para la expansión del mercado interno como motor fundamental de la economía nacional. Este mayor gasto del sector público se traduce fundamentalmente en tres puntos: en primer lugar, en mayor infraestructura a partir de la construcción de escuelas, hospitales, entre otros, en segundo lugar, en contención de la inflación debido a los subsidios al transporte, energía y ciertos productos básicos que consumen los sectores populares y en tercer lugar, una fuerte política social para los sectores más vulnerables.
Pero al mismo tiempo que durante el modelo kirchnerista se expande las erogaciones del Estado, se sostiene el superávit fiscal primario, es decir, antes de pagar los servicios de la deuda, y financiero, esto es, luego de pagar los servicios de la deuda pública. Por lo tanto, durante el nuevo modelo de desarrollo no sólo se produjo un aumento del gasto del Estado sino que además se experimentó un importante ahorro del sector público sostenido básicamente a partir del incremento permanente de la recaudación fiscal; dándole mayor sustentabilidad a la expansión económica.
LA CRISIS DE 2009: Durante la década del noventa, en todas las crisis internacionales que se verificaron, como por ejemplo la crisis desatada en México en 1994 y que se conoció como el efecto tequila, los gobiernos aplicaron una política procíclica que implicaba una fuerte reducción del gasto público (las denominadas políticas de ajuste).
Las consecuencias son bien conocidas: la reducción del gasto del Estado profundizaba los efectos de las crisis internacionales, comprimiendo aún más el mercado interno, lo cual generaba un fuerte aumento del desempleo, la pobreza y la indigencia. Todo esto implicaba un circulo vicioso de caída del producto, menor recaudación fiscal, reducción del gasto público, mayor desempleo, pobreza e indigencia que volvía a generar una nueva disminución de la demanda interna y por lo tanto, una profundización de la crisis económica y social.
Sin embargo, durante la crisis de 2009, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner optó por una alternativa diferente. En medio de una de la peores crisis internacionales que provocó una desaceleración en el crecimiento de la recaudación tributaria, el gobierno nacional siguió incrementando el gasto público con el objetivo central de amortiguar los efectos de la crisis en la economía argentina.
Por lo tanto, en el 2009 en el contexto de crisis internacional se experimentó un aumento del gatos público primario del 30,18% en comparación al 2008, llegando el mismo a 242.928,6 millones de pesos. Por su puesto que, por los efectos de la crisis, se produjo una desaceleración en el crecimiento de la recaudación, la cual se expandió menos que el gasto público. En este sentido, en el 2009 los ingresos totales aumentaron un 18,75% en comparación al 2008, llegando a 260.214,2 millones de pesos.
A pesar de este fenómeno, es decir, a la fuerte política fiscal expansiva y un menor crecimiento de los recursos, el gobierno nacional pudo sostener el superávit fiscal primario. En efecto, en el 2009 el resultado acumulado primario fue de 17.285,6 millones de pesos, lo cual representa 1,53% del Producto Bruto Interno.
Es cierto que el resultado primario de 2009 es un 51,35% (18.243,1 millones de pesos) menor al superávit primario de 2008. Sin embargo, esta disminución fue un acierto del gobierno nacional, debido a que en un contexto económico – financiero internacional desfavorable, la política fiscal proactiva que se tradujo en un fuerte aumento del gasto público fue fundamental para fortalecer al mercado interno y mantener los puestos de trabajo.
A su vez, debido a los fuerte vencimiento de deuda pública, no se pudo sostener el superávit financiero, el cual arrojó un déficit de 7.131,1 millones de pesos, siendo un 148,66% (21.785,9 millones de pesos) inferior al registrado en el 2008.
Con respecto a este último punto es importante realizar una aclaración: este resultado es producto de la herencia de los gobiernos anteriores y específicamente del modelo rentístico financiero (1976-2003) que se tradujo en un fuerte crecimiento de la deuda del Estado. En la actualidad, el nuevo modelo de desarrollo instaurado en el 2003 se está haciendo cargo de esa deuda, lo cual implica importantes erogaciones que debe realizar el Estado Nacional.
En el contexto de la crisis internacional, la ortodoxia económica, como en los años noventa, empezó a recomendar políticas de ajuste fiscal, esto es, reducción del gasto público para evitar justamente un déficit fiscal.
Sin embargo, esto hubiera implicado, como en el modelo de Convertibilidad, una reducción de la demanda, amplificación de las repercusiones de la crisis financiera internacional en la economía argentina, caída fuerte de la recaudación impositiva que hubiera implicado un déficit fiscal. Pero a su vez, la disminución de las erogaciones del Estado y su consiguiente caída del mercado interno y del producto también se hubiera traducido en un aumento explosivo de la desocupación, subocupación, pobreza e indigencia.
Por lo tanto, la recomendación de los sectores dominantes y del establishment económico no sólo hubiera generado un mayor empeoramiento de las cuentas fiscales sino que además hubieran implicado una fuerte crisis social.
En contraposición, el gobierno nacional apostó a uno de los pilares del nuevo modelo de desarrollo, esto es, el incremento sostenido del gasto público a pesar de la desaceleración en el aumento de los recursos del Estado como consecuencia de la crisis financiera internacional. Los resultados de dicha política fueron sumamente positivos. En términos económicos gracias al aumento de las erogaciones del Estado que permitió sostener la demanda interna la Argentina fue uno de los pocos países que en el 2009 en medio de la crisis financiera internacional siguió creciendo. Por su puesto que la expansión del producto fue menor a la verificada en los años anteriores; sin embargo, el producto del 2009 fue mayor al de 2008.
Este resultado, entre otros fenómenos, permitió que los recursos del Estado en medio de la crisis no sólo no cayeran sino que se incrementaran a los largo del 2009; lo cual implicó que el Estado Nacional pudiera sostener un superávit fiscal primario y que el déficit financiera fuera sumamente reducido en términos históricos.
Pero además, el incremento sostenido de las erogaciones del Estado evitó que la crisis financiera internacional se traduzca como en la década del noventa en una crisis social. En efecto, en el 2009 el gobierno pudo sostener tasas de desempleo de un digito a pesar de los efectos que la crisis tuvo sobre la economía argentina.
Por lo tanto, y a contraposición de lo propuesto por los economistas ortodoxos, la política fiscal expansiva desarrollada por el gobierno nacional durante el 2009, siendo uno de los pilares centrales del nuevo modelo de desarrollo, permitió amortiguar económica y socialmente los efectos de la crisis internacional al mismo tiempo que pudo cumplir con los servicios de la deuda pública generada en años anteriores y evitó que se deteriorará abruptamente las cuentas públicas del Estado Nacional.
Discutiendo el modelo K
por Enrique de la Calle, Buenos Aires Economico, 4 de febrero de 2010
Por noviembre de 2009, el periodista Maximiliano Montenegro escribió en su habitual columna en Crítica de la Argentina un artículo en el que pregunta “¿Cuál es el modelo K?” (ver Crítica, 08/11/2009 ). Revisemos algunas argumentaciones del artículo para proponer una mirada distinta.
En el primer párrafo, Montenegro va a los bifes: “Tras seis años de crecimiento a tasas chinas, el 30% de la población vive en la pobreza y el 10% es indigente (…) la desocupación se redujo a la mitad, pero casi el 40% de los ocupados están en negro”. El diagnóstico se cierra con una valiosa reflexión sobre la inflación como elemento para comprender la “nueva fisonomía de la pobreza”. Como cierre, concluye que, en definitiva, esas tasas “son superiores al promedio de la década menemista”.
Luego, Montenegro describe las características del “Modelo K”, y si bien señala algunas virtudes, observa lo siguiente: que “aunque es un buen eslogan publicitario, ¿quién puede creer que las retenciones son ‘el instrumento’ de la redistribución progresiva de ingresos?”; que el gasto público se destina a “abaratar la factura de energía de la clase media acomodada y la clase alta”, que en el caso del transporte “nunca se logró instrumentar una tarjeta de descuento para subsidiar a los usuarios pobres”. Aclara que “algunos funcionarios (no todos)” destacan la estatización de las AFJP, sin embargo para nuestro periodista solamente es una “política esencial para la estabilidad macro”, y que al financiar “a una tasa preferencial a General Motors o las compras (…) de la clase media” su progresividad no es más que “otro eslogan K”. Así las cosas, concluye una vez más que el kirchnerismo mantiene un “sistema impositivo tan recesivo como el menemista”. Como vimos en el párrafo anterior, con peores consecuencias sociales.
Por último, Montenegro resume el modelo actual: “la Argentina continúa con una estructura muy primaria en sus exportaciones; la concentración económica se profundizó (…) la precarización laboral se extendió; las políticas de control de precios fracasaron. En fin, (…) el ‘modelo productivo’ todavía excluye a casi un tercio de la población”.
¿Todo lo mismo?
Si seguimos al periodista gráfico y televisivo, coincidiremos en que, en realidad, el kirchnerismo es puro discurso bonito, buen dominio de variables macro, y la continuación de estructuras propias del menemismo con peores resultados. Un desastre. Quedará por responder a qué se deben, entonces, la férrea oposición del establishment y la derecha criolla, y por contraste el apoyo del sindicalismo.
Por nuestro lado, preferimos abandonar a Montenegro en algo sustancial: consideramos que en 2002-2003 emergió en el país un proyecto económico y político que modificó pilares importantes del modelo imperante en el país entre 1976-2001. No nos sirve señalar que muchas variables sociales del año 1984, al finalizar la Dictadura, son mejores que las actuales para destacar el programa económico neoliberal de José Martínez de Hoz. Optamos por comprender los procesos políticos y económicos. Es decir, la película antes que la fotografía.
En estos últimos años, se dieron transformaciones más ambiciosas que las que el periodismo o los especialistas – por derecha o por izquierda – están dispuestos a aceptar. En primer lugar, destacamos la fenomenal transferencia de recursos desde el sistema financiero hacia el Estado (estatización AFJP). Es notable que se soslaye una medida que permitió destinar miles de millones de pesos hacia los jubilados (aumentos de la mínima y movilidad), los hijos de desocupados y trabajadores informales (asignación universal), el aliento al consumo (vía crédito barato) y las inversiones productivas. Antes, esa plata se utilizaba para la especulación. En el caso del ingreso universal nos referimos al programa social más amplio de Latinoamérica, que representa casi un punto de nuestro PBI.
Con respecto a los subsidios, y al gasto público en general, Montenegro repite eslóganes propios de la derecha y la ortodoxia económica. Aceptamos que puedan discutirse intervenciones más precisas, siempre defendiendo una política económica que ha garantizado servicios públicos baratos y ha subsidiado a diferentes sectores de la producción como parte de una estrategia para alentar la industrialización del país. Ya sea vía estimulación del consumo o por medio del abaratamiento de los costos empresarios. Con respecto al gasto público vale señalar una contradicción del progresismo liberal y hasta de la propia centro-derecha: se exige que el Estado “haga algo” con la pobreza que “escandaliza” y por otro lado se cuestiona cuando ese hacer se traduce en recursos y erogaciones fiscales “exorbitantes”.
Por último, vale extenderse sobre otro de los pilares del Modelo K: aquel vinculado con su solvencia en la balanza de pagos y con la calidad de los intercambios. Montenegro insiste sobre la “estructura primaria de las exportaciones” sin brindar mayores datos. Aquí proponemos algunos: entre 2003 y los primeros diez meses de 2009, el país aumentó el lugar de las manufacturas de origen industrial (MOI) sobre el total exportado. Pasó del 26,88% al 32,83%. Si agregamos las manufacturas de origen agropecuario (MOA) tenemos que ambas representan el 72% de nuestras ventas al exterior (en 2003, significaban el 60%). A diferencia de un lugar común extendido, que sobreestima el papel de los productos primarios (sobre todo granos de soja) en el crecimiento económico, hay que mencionar que en 1998 representaban un 24,98% del total de los saldos exportables, mientras que en 2009 alcanzaron el 17,06% (ver informe de abeceb.com ).
Para dimensionar lo dicho comparemos con lo ocurrido en estos años en Brasil, elegido por los grandes medios como el ejemplo a seguir. En 2003-2009 se redujeron con fuerza las exportaciones industriales que pasaron de representar el 55,38% del total al 42,91%. El número es igualmente alto pero es preocupante la tendencia: en 1998, los bienes industriales significaban el 58,35% del total. Como sea, si sumamos las MOI y las MOA, nos da que alcanzan el 63% del global, cifra menor a la argentina. En cambio, se observa en el período el aumento del peso de los productos primarios que pasaron del 17% al 26%.
La paulatina reconstrucción del tejido productivo permitió la reducción del desempleo y del trabajo en negro, y mejoras en todos los indicadores sociales (en 2002/2003 la pobreza golpeaba a medio país; el desempleo llegaba al 23%). La discusión salarial y un mayor protagonismo de los trabajadores organizados (regreso de las paritarias mediante) permitieron que la recuperación del ingreso y el descenso de la desigualdad. La brecha de ingresos entre el 10% más pobre y el más rico pasó de 34 veces en 2003 a 25 en 2009; el coeficiente Gini, un medidor mucho más eficiente, también arroja buenas noticias pasando del 0,53 al 0,46 en el Período K (a mayor número, mayor desigualdad. Ver estudio de consultora Equis ).
Por todo esto en 2006/07 se constituyó el Grupo de Estudios de Economía Nacional y Popular (GEENaP) con el objetivo de difundir, promover y también discutir el proceso político y económico que emergió en Argentina desde la presidencia de Néstor Kirchner. Entendiendo, con claridad, que se trata de un proyecto de país diferente al que imperó desde la Dictadura hasta el final de De la Rúa. Está claro que tiene limitaciones y deudas pendientes, con fuerte impacto sobre amplios sectores sociales. También, que debe ser profundizado (no abandonado) para que esté a la altura de los desafíos.
http://criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=32529&pagina=7
http://www.ieco.clarin.com/economia/Exportaciones_IECFIL20091207_0002.doc
http://www.perfil.com/contenidos/2009/12/20/noticia_0005.html
Por noviembre de 2009, el periodista Maximiliano Montenegro escribió en su habitual columna en Crítica de la Argentina un artículo en el que pregunta “¿Cuál es el modelo K?” (ver Crítica, 08/11/2009 ). Revisemos algunas argumentaciones del artículo para proponer una mirada distinta.
En el primer párrafo, Montenegro va a los bifes: “Tras seis años de crecimiento a tasas chinas, el 30% de la población vive en la pobreza y el 10% es indigente (…) la desocupación se redujo a la mitad, pero casi el 40% de los ocupados están en negro”. El diagnóstico se cierra con una valiosa reflexión sobre la inflación como elemento para comprender la “nueva fisonomía de la pobreza”. Como cierre, concluye que, en definitiva, esas tasas “son superiores al promedio de la década menemista”.
Luego, Montenegro describe las características del “Modelo K”, y si bien señala algunas virtudes, observa lo siguiente: que “aunque es un buen eslogan publicitario, ¿quién puede creer que las retenciones son ‘el instrumento’ de la redistribución progresiva de ingresos?”; que el gasto público se destina a “abaratar la factura de energía de la clase media acomodada y la clase alta”, que en el caso del transporte “nunca se logró instrumentar una tarjeta de descuento para subsidiar a los usuarios pobres”. Aclara que “algunos funcionarios (no todos)” destacan la estatización de las AFJP, sin embargo para nuestro periodista solamente es una “política esencial para la estabilidad macro”, y que al financiar “a una tasa preferencial a General Motors o las compras (…) de la clase media” su progresividad no es más que “otro eslogan K”. Así las cosas, concluye una vez más que el kirchnerismo mantiene un “sistema impositivo tan recesivo como el menemista”. Como vimos en el párrafo anterior, con peores consecuencias sociales.
Por último, Montenegro resume el modelo actual: “la Argentina continúa con una estructura muy primaria en sus exportaciones; la concentración económica se profundizó (…) la precarización laboral se extendió; las políticas de control de precios fracasaron. En fin, (…) el ‘modelo productivo’ todavía excluye a casi un tercio de la población”.
¿Todo lo mismo?
Si seguimos al periodista gráfico y televisivo, coincidiremos en que, en realidad, el kirchnerismo es puro discurso bonito, buen dominio de variables macro, y la continuación de estructuras propias del menemismo con peores resultados. Un desastre. Quedará por responder a qué se deben, entonces, la férrea oposición del establishment y la derecha criolla, y por contraste el apoyo del sindicalismo.
Por nuestro lado, preferimos abandonar a Montenegro en algo sustancial: consideramos que en 2002-2003 emergió en el país un proyecto económico y político que modificó pilares importantes del modelo imperante en el país entre 1976-2001. No nos sirve señalar que muchas variables sociales del año 1984, al finalizar la Dictadura, son mejores que las actuales para destacar el programa económico neoliberal de José Martínez de Hoz. Optamos por comprender los procesos políticos y económicos. Es decir, la película antes que la fotografía.
En estos últimos años, se dieron transformaciones más ambiciosas que las que el periodismo o los especialistas – por derecha o por izquierda – están dispuestos a aceptar. En primer lugar, destacamos la fenomenal transferencia de recursos desde el sistema financiero hacia el Estado (estatización AFJP). Es notable que se soslaye una medida que permitió destinar miles de millones de pesos hacia los jubilados (aumentos de la mínima y movilidad), los hijos de desocupados y trabajadores informales (asignación universal), el aliento al consumo (vía crédito barato) y las inversiones productivas. Antes, esa plata se utilizaba para la especulación. En el caso del ingreso universal nos referimos al programa social más amplio de Latinoamérica, que representa casi un punto de nuestro PBI.
Con respecto a los subsidios, y al gasto público en general, Montenegro repite eslóganes propios de la derecha y la ortodoxia económica. Aceptamos que puedan discutirse intervenciones más precisas, siempre defendiendo una política económica que ha garantizado servicios públicos baratos y ha subsidiado a diferentes sectores de la producción como parte de una estrategia para alentar la industrialización del país. Ya sea vía estimulación del consumo o por medio del abaratamiento de los costos empresarios. Con respecto al gasto público vale señalar una contradicción del progresismo liberal y hasta de la propia centro-derecha: se exige que el Estado “haga algo” con la pobreza que “escandaliza” y por otro lado se cuestiona cuando ese hacer se traduce en recursos y erogaciones fiscales “exorbitantes”.
Por último, vale extenderse sobre otro de los pilares del Modelo K: aquel vinculado con su solvencia en la balanza de pagos y con la calidad de los intercambios. Montenegro insiste sobre la “estructura primaria de las exportaciones” sin brindar mayores datos. Aquí proponemos algunos: entre 2003 y los primeros diez meses de 2009, el país aumentó el lugar de las manufacturas de origen industrial (MOI) sobre el total exportado. Pasó del 26,88% al 32,83%. Si agregamos las manufacturas de origen agropecuario (MOA) tenemos que ambas representan el 72% de nuestras ventas al exterior (en 2003, significaban el 60%). A diferencia de un lugar común extendido, que sobreestima el papel de los productos primarios (sobre todo granos de soja) en el crecimiento económico, hay que mencionar que en 1998 representaban un 24,98% del total de los saldos exportables, mientras que en 2009 alcanzaron el 17,06% (ver informe de abeceb.com ).
Para dimensionar lo dicho comparemos con lo ocurrido en estos años en Brasil, elegido por los grandes medios como el ejemplo a seguir. En 2003-2009 se redujeron con fuerza las exportaciones industriales que pasaron de representar el 55,38% del total al 42,91%. El número es igualmente alto pero es preocupante la tendencia: en 1998, los bienes industriales significaban el 58,35% del total. Como sea, si sumamos las MOI y las MOA, nos da que alcanzan el 63% del global, cifra menor a la argentina. En cambio, se observa en el período el aumento del peso de los productos primarios que pasaron del 17% al 26%.
La paulatina reconstrucción del tejido productivo permitió la reducción del desempleo y del trabajo en negro, y mejoras en todos los indicadores sociales (en 2002/2003 la pobreza golpeaba a medio país; el desempleo llegaba al 23%). La discusión salarial y un mayor protagonismo de los trabajadores organizados (regreso de las paritarias mediante) permitieron que la recuperación del ingreso y el descenso de la desigualdad. La brecha de ingresos entre el 10% más pobre y el más rico pasó de 34 veces en 2003 a 25 en 2009; el coeficiente Gini, un medidor mucho más eficiente, también arroja buenas noticias pasando del 0,53 al 0,46 en el Período K (a mayor número, mayor desigualdad. Ver estudio de consultora Equis ).
Por todo esto en 2006/07 se constituyó el Grupo de Estudios de Economía Nacional y Popular (GEENaP) con el objetivo de difundir, promover y también discutir el proceso político y económico que emergió en Argentina desde la presidencia de Néstor Kirchner. Entendiendo, con claridad, que se trata de un proyecto de país diferente al que imperó desde la Dictadura hasta el final de De la Rúa. Está claro que tiene limitaciones y deudas pendientes, con fuerte impacto sobre amplios sectores sociales. También, que debe ser profundizado (no abandonado) para que esté a la altura de los desafíos.
http://criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=32529&pagina=7
http://www.ieco.clarin.com/economia/Exportaciones_IECFIL20091207_0002.doc
http://www.perfil.com/contenidos/2009/12/20/noticia_0005.html
Por qué hay que cambiar la Ley de Entidades Financieras
por Ariadna Somoza Zanuy, Buenos Aires Económico, 1 de febrero de 2010
La Ley de Entidades Financieras es una de las últimas leyes heredadas de la última dictadura militar. Ese ya es un buen motivo para cuestionar la validez y vigencia de la misma. Pero lo que hay que tener en cuenta es que la misma es parte del andamiaje jurídico que utilizó el gobierno militar para implementar el modelo neoliberal en nuestro país, del cual aún sufrimos sus consecuencias.
En este sentido, el aspecto central de esta ley reside en quitarle poder al Estado en cuanto regulación y conducción del proceso económico. Como sabemos, esta fue la premisa básica del Consenso de Washington. Lo que se pone en juego, por ende, es cuál debe ser el rol del Estado.
A partir del 2003 hay un cambio de rumbo en la política económica, en la cual se revaloriza lo productivo por sobre la especulación. Es un lento pero firme volver al trabajo, a la industria nacional, a la inversión pública, a la dignidad de quienes perdieron todo en el modelo anterior. Para este nuevo modelo de valorización productiva, es necesario un Estado que tenga poder de conducción del proceso económico en su totalidad, específicamente poder direccionar el capital existente en el sistema financiero al sistema productivo.
Ahora bien. El sistema financiero, moviéndose bajo la lógica de la mayor rentabilidad, elige enviar su capital hacia donde obtenga una mayor ganancia, que hoy se encuentra en el consumo y la especulación financiera. Esto ocurre hoy gracias a la Ley de Entidades Financieras, que establece nada más ni nada menos que las Entidades pueden hacer todo lo que no está prohibido hacer, cuando nunca deja en claro qué es lo que no pueden hacer.
Es por ello que para nosotros es fundamental que el Estado pueda definir qué es lo que las entidades financieras pueden hacer y que no, y a dónde deben direccionar el crédito según la estrategia macroeconómica que el gobierno está llevando adelante. Porque sino el sistema financiero, en vez de ser una parte central de la economía, termina siendo un actor político que limita la posibilidad de implementación y construcción de un modelo económico con justicia social.
La Ley de Entidades Financieras es una de las últimas leyes heredadas de la última dictadura militar. Ese ya es un buen motivo para cuestionar la validez y vigencia de la misma. Pero lo que hay que tener en cuenta es que la misma es parte del andamiaje jurídico que utilizó el gobierno militar para implementar el modelo neoliberal en nuestro país, del cual aún sufrimos sus consecuencias.
En este sentido, el aspecto central de esta ley reside en quitarle poder al Estado en cuanto regulación y conducción del proceso económico. Como sabemos, esta fue la premisa básica del Consenso de Washington. Lo que se pone en juego, por ende, es cuál debe ser el rol del Estado.
A partir del 2003 hay un cambio de rumbo en la política económica, en la cual se revaloriza lo productivo por sobre la especulación. Es un lento pero firme volver al trabajo, a la industria nacional, a la inversión pública, a la dignidad de quienes perdieron todo en el modelo anterior. Para este nuevo modelo de valorización productiva, es necesario un Estado que tenga poder de conducción del proceso económico en su totalidad, específicamente poder direccionar el capital existente en el sistema financiero al sistema productivo.
Ahora bien. El sistema financiero, moviéndose bajo la lógica de la mayor rentabilidad, elige enviar su capital hacia donde obtenga una mayor ganancia, que hoy se encuentra en el consumo y la especulación financiera. Esto ocurre hoy gracias a la Ley de Entidades Financieras, que establece nada más ni nada menos que las Entidades pueden hacer todo lo que no está prohibido hacer, cuando nunca deja en claro qué es lo que no pueden hacer.
Es por ello que para nosotros es fundamental que el Estado pueda definir qué es lo que las entidades financieras pueden hacer y que no, y a dónde deben direccionar el crédito según la estrategia macroeconómica que el gobierno está llevando adelante. Porque sino el sistema financiero, en vez de ser una parte central de la economía, termina siendo un actor político que limita la posibilidad de implementación y construcción de un modelo económico con justicia social.
Nadie defiende lo que no conoce
por Santiago Fraschina, Pagina 12, 24 de enero de 2010
Existe la creencia generalizada que la función principal y casi excluyente de los economistas heterodoxos es oponerse a la visión neoliberal y que, por lo tanto, propugnar por un Estado intervencionista, por la integración latinoamericana, el proteccionismo, el aumento de salario para los trabajadores y el fortalecimiento del mercado interno debe ser la misión principal de dichos economistas.
En este sentido, los economistas heterodoxos están convencidos que lo peor del “vendaval” neoliberal fueron sus políticas económicas y sus nefastas consecuencias económicas y sociales.
Las políticas aplicadas a partir de mediados de la década del setenta y profundizadas en los distintos gobiernos democráticos posteriores hasta el 2003 se caracterizaron por la apertura comercial, la desregulación de los mercados, el programa de privatizaciones y la flexibilización laboral. Las consecuencias del modelo rentístico-financiero-neoliberal son bien conocidas: fuerte proceso de desindustrialización, primarización de la economía argentina, crecimiento de la deuda externa y la fuga de capitales, vulnerabilidad económica frente al sistema financiero internacional, la concentración económica como resultado del quiebre y desaparición de una gran cantidad de pequeñas y medianas empresas y el aumento de la exclusión social a partir del incremento de la desocupación, la subocupación, el trabajo no registrado, la pobreza y la indigencia y la desigualdad social.
En otras palabras, la aplicación del paradigma monetarista-neoliberal impulsados por los organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional en representación de los países centrales y de los sectores dominantes internos implicó para la Argentina una pauperización económica y social.
En este contexto, los economistas heterodoxos se oponen a la concepción monetarista de la economía y desarrollan una disputa intelectual con los economistas ortodoxos acerca de la necesidad de la intervención del Estado para la aplicación de distintas políticas públicas para incentivar el desarrollo económico y social.
Es decir, según los economistas heterodoxos, la función más importante son básicamente dos. Por un lado, la disputa académica a partir de la participación en jornadas, seminarios y congresos, la publicación de distintos artículos en revistas especializadas y la ocupación de funciones en diferentes cátedras de la universidad. Por otro lado, la ocupación de cargos estratégicos en el sector público para así de esta manera influenciar en la aplicación de las políticas públicas para poder revertir los efectos del neoliberalismo en nuestro país.
La primer función la desarrollaron a partir de la misma aplicación del modelo neoliberal. Pero con la llegada del kirchnerismo y la instauración de un nuevo modelo de desarrollo de valorización productiva a partir del proceso de reindustrialización con inclusión social, gran parte de estos economistas heterodoxos pudieron efectivamente acceder a distintos puestos en la administración pública.
En efecto, con la asunción de Néstor Kirchner a la presidencia en mayo de 2003 se empezó a aplicar buena parte de las políticas recomendadas por la heterodoxia. Esta coincidencia ideológica permitió la llegada al Estado de los economistas que se opusieron intelectual y académicamente en las décadas anteriores a la aplicación del paradigma neoliberal.
Este nuevo modelo de desarrollo estructurado a partir de la intervención del Estado en distintas áreas permitieron el inició de la reconstrucción económica y social de la Argentina, a partir del la recomposición del aparto manufacturero, la reducción de la deuda externa, la disminución del desempleo y subempleo y la baja en la pobreza y la indigencia.
Sin embargo, luego de haber transcurrido seis años y aproximándose las próximas elecciones presidenciables en el 2001 se percibe una sensación de fragilidad del nuevo modelo de desarrollo. En efecto, se intuye que sin en el 2001 gana la oposición no encontrará gran resistencia para la aplicación nuevamente de las políticas ortodoxas.
En este sentido, que los sectores dominantes, a los cuales beneficiará estas políticas neoliberales, no se opongan es lógico. Pero existe la sensación que gran parte de los sectores populares y medios, a los cuales ese modelo perjudicará, tampoco se van a oponer. La defensa del modelo de valorización productiva con inclusión social por parte de los sectores medios y populares es débil y, por lo tanto, la sostenibilidad del mismo depende casi con exclusividad del triunfo del oficialismo en las elecciones del 2011.
Pero entonces surge una pregunta central: ¿por qué si este modelo redujo el desempleo, la subocupación, el trabajo en “negro”, la pobreza, la indigencia, mejoró la distribución del ingreso, reindustrializó y aumento la sustentabilidad económica, entre otras cosas, su perdurabilidad depende de una elección presidencial?
Para responder esta pregunta entonces es fundamental entender la consecuencia más perversa de los economistas ortodoxos. Es cierto que una de las peores herencias que nos dejo el paradigma neoliberal fueron sus consecuencias económicas y sociales. Pero si sólo fuera esto la solución es fácil: un gobierno como el de Néstor Kirchner que comience a aplicar políticas distintas.
Sin embargo, la tarea para los economistas heterodoxos es más difícil, debido a que el peor legado de la ortodoxia fue la privatización de la ciencia económica. Uno de los grandes triunfos de la ortodoxia fue crear la concepción de que la economía es una ciencia oculta e inalcanzable para el individuo común. Por lo tanto, según esta visión, la discusión económica es sólo para expertos, quedando excluidos de dicho debate los sectores no autorizados por la academia.
En este sentido, el economista, en última instancia, le explicará a los “no entendidos” sobre economía (el hombre vulgar debe escuchar y preguntarle al economista, pero nunca opinar sobre las problemáticas económicas, debido a que son temas sumamente complicados y que llevan mucho tiempo de análisis).
La matematización de la economía propuesta por la ortodoxia va en esta dirección. La introducción de derivadas, logaritmo y funciones para la creación de modelos económicos en base a las matemáticas contribuyó a la reducción del debate económico y al alejamiento de los sectores populares sobre la discusión económica. Los neoliberales junto con los sectores dominantes excluyeron del debate económico a los sectores populares para quitarles de esta manera una herramienta fundamental en la defensa de sus propios intereses.
Gran parte de los economistas heterodoxos contribuyeron con el proceso de privatización de la ciencia económica. Al utilizar las mismas herramientas y metodologías para demostrar las ideas contrarias, contribuyen con la visión de la economía como una ciencia oculta.
Este proceso se agravó con la situación educacional que nos dejó el neoliberalismo. La pauperización económica de los sectores medios y bajos a partir de la instauración del modelo neoliberal implicó la exclusión de los sectores populares de la educación formal en general y de las universidades en particular. Por lo tanto, es imposible que los sectores más vulnerables accedan en la actualidad a los debates económicos por vía de la educación y la universidad pública.
De esta manera, escribir artículos en revista especializadas, presentar trabajos en congresos y seminarios, ocupar cargos estratégicos en el sector público y en las cátedras de las universidades, no rompe con la pero consecuencia de la ortodoxia, es decir, el alejamiento de los sectores populares y medios del debate económico.
La disputa ideológica, intelectual y de cargos es importante y debe ser sostenida. Pero la función central en la actualidad de la heterodoxia debe ser la popularización de la ciencia económico. Esto es, volver a introducir en el debate económico a los sectores medios y bajos. Este es el único camino que puede permitir que los sectores que se perjudicarían con el régimen neoliberal defiendan el nuevo modelo de desarrollo instaurado en el 2003. Pues nadie defiende lo que no conoce.
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Existe la creencia generalizada que la función principal y casi excluyente de los economistas heterodoxos es oponerse a la visión neoliberal y que, por lo tanto, propugnar por un Estado intervencionista, por la integración latinoamericana, el proteccionismo, el aumento de salario para los trabajadores y el fortalecimiento del mercado interno debe ser la misión principal de dichos economistas.
En este sentido, los economistas heterodoxos están convencidos que lo peor del “vendaval” neoliberal fueron sus políticas económicas y sus nefastas consecuencias económicas y sociales.
Las políticas aplicadas a partir de mediados de la década del setenta y profundizadas en los distintos gobiernos democráticos posteriores hasta el 2003 se caracterizaron por la apertura comercial, la desregulación de los mercados, el programa de privatizaciones y la flexibilización laboral. Las consecuencias del modelo rentístico-financiero-neoliberal son bien conocidas: fuerte proceso de desindustrialización, primarización de la economía argentina, crecimiento de la deuda externa y la fuga de capitales, vulnerabilidad económica frente al sistema financiero internacional, la concentración económica como resultado del quiebre y desaparición de una gran cantidad de pequeñas y medianas empresas y el aumento de la exclusión social a partir del incremento de la desocupación, la subocupación, el trabajo no registrado, la pobreza y la indigencia y la desigualdad social.
En otras palabras, la aplicación del paradigma monetarista-neoliberal impulsados por los organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional en representación de los países centrales y de los sectores dominantes internos implicó para la Argentina una pauperización económica y social.
En este contexto, los economistas heterodoxos se oponen a la concepción monetarista de la economía y desarrollan una disputa intelectual con los economistas ortodoxos acerca de la necesidad de la intervención del Estado para la aplicación de distintas políticas públicas para incentivar el desarrollo económico y social.
Es decir, según los economistas heterodoxos, la función más importante son básicamente dos. Por un lado, la disputa académica a partir de la participación en jornadas, seminarios y congresos, la publicación de distintos artículos en revistas especializadas y la ocupación de funciones en diferentes cátedras de la universidad. Por otro lado, la ocupación de cargos estratégicos en el sector público para así de esta manera influenciar en la aplicación de las políticas públicas para poder revertir los efectos del neoliberalismo en nuestro país.
La primer función la desarrollaron a partir de la misma aplicación del modelo neoliberal. Pero con la llegada del kirchnerismo y la instauración de un nuevo modelo de desarrollo de valorización productiva a partir del proceso de reindustrialización con inclusión social, gran parte de estos economistas heterodoxos pudieron efectivamente acceder a distintos puestos en la administración pública.
En efecto, con la asunción de Néstor Kirchner a la presidencia en mayo de 2003 se empezó a aplicar buena parte de las políticas recomendadas por la heterodoxia. Esta coincidencia ideológica permitió la llegada al Estado de los economistas que se opusieron intelectual y académicamente en las décadas anteriores a la aplicación del paradigma neoliberal.
Este nuevo modelo de desarrollo estructurado a partir de la intervención del Estado en distintas áreas permitieron el inició de la reconstrucción económica y social de la Argentina, a partir del la recomposición del aparto manufacturero, la reducción de la deuda externa, la disminución del desempleo y subempleo y la baja en la pobreza y la indigencia.
Sin embargo, luego de haber transcurrido seis años y aproximándose las próximas elecciones presidenciables en el 2001 se percibe una sensación de fragilidad del nuevo modelo de desarrollo. En efecto, se intuye que sin en el 2001 gana la oposición no encontrará gran resistencia para la aplicación nuevamente de las políticas ortodoxas.
En este sentido, que los sectores dominantes, a los cuales beneficiará estas políticas neoliberales, no se opongan es lógico. Pero existe la sensación que gran parte de los sectores populares y medios, a los cuales ese modelo perjudicará, tampoco se van a oponer. La defensa del modelo de valorización productiva con inclusión social por parte de los sectores medios y populares es débil y, por lo tanto, la sostenibilidad del mismo depende casi con exclusividad del triunfo del oficialismo en las elecciones del 2011.
Pero entonces surge una pregunta central: ¿por qué si este modelo redujo el desempleo, la subocupación, el trabajo en “negro”, la pobreza, la indigencia, mejoró la distribución del ingreso, reindustrializó y aumento la sustentabilidad económica, entre otras cosas, su perdurabilidad depende de una elección presidencial?
Para responder esta pregunta entonces es fundamental entender la consecuencia más perversa de los economistas ortodoxos. Es cierto que una de las peores herencias que nos dejo el paradigma neoliberal fueron sus consecuencias económicas y sociales. Pero si sólo fuera esto la solución es fácil: un gobierno como el de Néstor Kirchner que comience a aplicar políticas distintas.
Sin embargo, la tarea para los economistas heterodoxos es más difícil, debido a que el peor legado de la ortodoxia fue la privatización de la ciencia económica. Uno de los grandes triunfos de la ortodoxia fue crear la concepción de que la economía es una ciencia oculta e inalcanzable para el individuo común. Por lo tanto, según esta visión, la discusión económica es sólo para expertos, quedando excluidos de dicho debate los sectores no autorizados por la academia.
En este sentido, el economista, en última instancia, le explicará a los “no entendidos” sobre economía (el hombre vulgar debe escuchar y preguntarle al economista, pero nunca opinar sobre las problemáticas económicas, debido a que son temas sumamente complicados y que llevan mucho tiempo de análisis).
La matematización de la economía propuesta por la ortodoxia va en esta dirección. La introducción de derivadas, logaritmo y funciones para la creación de modelos económicos en base a las matemáticas contribuyó a la reducción del debate económico y al alejamiento de los sectores populares sobre la discusión económica. Los neoliberales junto con los sectores dominantes excluyeron del debate económico a los sectores populares para quitarles de esta manera una herramienta fundamental en la defensa de sus propios intereses.
Gran parte de los economistas heterodoxos contribuyeron con el proceso de privatización de la ciencia económica. Al utilizar las mismas herramientas y metodologías para demostrar las ideas contrarias, contribuyen con la visión de la economía como una ciencia oculta.
Este proceso se agravó con la situación educacional que nos dejó el neoliberalismo. La pauperización económica de los sectores medios y bajos a partir de la instauración del modelo neoliberal implicó la exclusión de los sectores populares de la educación formal en general y de las universidades en particular. Por lo tanto, es imposible que los sectores más vulnerables accedan en la actualidad a los debates económicos por vía de la educación y la universidad pública.
De esta manera, escribir artículos en revista especializadas, presentar trabajos en congresos y seminarios, ocupar cargos estratégicos en el sector público y en las cátedras de las universidades, no rompe con la pero consecuencia de la ortodoxia, es decir, el alejamiento de los sectores populares y medios del debate económico.
La disputa ideológica, intelectual y de cargos es importante y debe ser sostenida. Pero la función central en la actualidad de la heterodoxia debe ser la popularización de la ciencia económico. Esto es, volver a introducir en el debate económico a los sectores medios y bajos. Este es el único camino que puede permitir que los sectores que se perjudicarían con el régimen neoliberal defiendan el nuevo modelo de desarrollo instaurado en el 2003. Pues nadie defiende lo que no conoce.
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América del Sur: una década para reconstruir la esperanza
por Jose Cornejo, Buenos Aires Económico, 22 de enero de 2010
Los medios etnocéntricos impusieron al mundo su imaginario de Sudamérica. Una sociedad agreste, primitiva, indígena. Siempre vista a través del prisma turístico del Amazonas o las ruinas incas del Machu Picchu. Un tren vetusto cargado de aves domésticas y campesinos mexicanos (a veces resulta difícil explicarle a un estadounidense que los mexicanos no pertenecen a América del Sur). Nunca se ausenta de ese imaginario cinematográfico el chullo (gorrito) del altiplano, con una llama entretejida, y las experiencias alucinógenas del libro de Castaneda. En los casos en que se intentaba una lectura menos superficial, se lo presenta como una tierra arrasada por dictaduras feroces y guerrillas, fenómeno propio de la cultura “caudillista y autoritaria”, y sus naciones predestinadas al subdesarrollo. Sin embargo, Sudamérica construye, con gran esfuerzo, un futuro mejor. Y la mejoría de las últimas décadas es notable.
Hacia mediados de los 80, los gobiernos militares de Sudamérica empiezan a caer. Se abre un proceso de democratización generalizado. Las múltiples crisis económicas arreciaron contra esa democracia frágil, pero a diferencia del pasado, las interrupciones civiles no abrirán las puertas a un gobierno militar. La crisis de la deuda convertirá a los 80 en la década perdida, y el Consenso de Washington, hará de los 90 el paradigma neoliberal… pero aún así Sudamérica comienza a obtener resonantes resultados en su desarrollo. Esto puede verse leyendo con detenimiento los últimos informes de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, entre ellos: 2009, Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe, CEPAL; Panorama social de América Latina 2009. Capítulo I; y CEPAL, Anuario estadístico de América Latina y el Caribe, 2008.
Datos al Sur
Quizás el dato más contundente es la evolución del PBI sudamericano durante la última década. Entre 2000 y 2009, el crecimiento acumulado de este índice fue de 42,6% promedio. Un boom notable si se lo compara con las décadas anteriores mencionadas y considerando la aguda crisis que atravesaron los mercados emergentes hacia 2002 (principalmente Argentina, Venezuela y Uruguay) y la financiera global de 2009 (afectando Chile, Venezuela, Paraguay y Ecuador). Pero hay muchos otros índices positivos, algunos que demuestran mejor el desarrollo social. Las personas en situación de pobreza se redujeron del trienio 1994-97 del 37,1% al 32,1% en 2005-07. La indigencia descendió otros 3 puntos porcentuales entre ambos trienios.
Gracias a los avances sanitarios, la mortalidad (por cada mil habitantes) se redujo de 6,7 (1995-2000) a 6,3 (2005-10). A diferencia de lo que se cree, eso no gatilló el crecimiento demográfico. Este se ha amesetado, pasando de 1,6 (nacimientos anuales cada 100 habitantes) a 1,3 entre los lustros mencionados. Así, la expectativa de vida se alargó dos años y medio (de 70,7 a 73,2) en el periodo considerado; y la mortalidad infantil pasó del 30,6 por mil al 21,33.
Esto ha multiplicado una mayor fuerza de trabajo (Población Económicamente Activa). El sub-continente pasó de 138 millones de trabajadores en 1995 a 196 millones en el estimado de 2010. Está claro que los brasileños se llevan la mitad: el país amazónico cuenta con 103 millones de trabajadores disponibles. Con un PBI en crecimiento, la fértil clase trabajadora sudamericana no ha empeorado su inserción en el mercado laboral. Se pasó de una desocupación del 8,4% (1995) a 8,2% (2008), habiendo alcanzado picos de más de 11 puntos en 2000. De hecho la desocupación europea finalizó 2009 un punto arriba. Se contrargumentará que la protección estatal es mucho mejor en el Viejo Continente. Esto es así para los nativos de Alemania, Francia o el Reino Unido. En Europa del Este esto no es así y la situación social es explosiva.
Otros avances sudamericanos se registran en el campo de la educación. El analfabetismo descendió de 7,86 (año 2000) a 4,46 (estimado 2010). La tasa neta de matrícula en el primer nivel de enseñanza creció de casi 7 puntos, de 87,9 a 94,5 (1995-2006). Un salto aún más nítido se dio en la educación secundaria: del 41,7% al 66,3% (¡25 puntos!) en el mismo periodo. La enseñanza terciara avanzó otros 12 puntos, de 23,1 a 35,1 en el periodo señalado.
Otro criterio de medición es el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que desarrolla el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). En 1990, solo tres países (el Cono Sur) presentaban un Desarrollo Humano Alto. Los otros siete tenían un Desarrollo Humano Medio. El informe de 2009 del mismo organismo más que invirtió los datos. Ocho países alcanzaron un Desarrollo Humano Alto y solo dos (Paraguay y Bolivia) continúan en la categoría media.
El eje del mal
Los avances son alentadores también en el eje del mal sudamericano: Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina.
En cuanto a los esfuerzos en el área de salud (en el periodo 1995-2000 al quinquenio 2005-10), la mortalidad se redujo 1,3 (por cada mil habitantes) en Bolivia, tres veces más que el conjunto regional. Respecto al control demográfico, tanto Bolivia como Venezuela superaron los ya meritorios avances de la región. El avance en la expectativa de vida fue otro orgullo del país del altiplano: 3,5 años más, uno por encima del promedio regional. También se destacó Bolivia en la reducción de la mortalidad infantil: 21 bebés cada mil salvaron sus vidas gracias al esfuerzo de su país.
La PEA creció por encima del promedio regional tanto en Venezuela y Ecuador como en Bolivia. En los últimos 15 años la clase trabajadora quechua creció un 60%. Los méritos en la lucha contra el desempleo se los lleva Argentina (redujo nueve puntos la desocupación) y Venezuela (casi tres). Desde 2000 hasta la fecha, quien más redujo el analfabetismo fue Bolivia (-7,3%), quien más aumentó su matricula primaria, secundaria y terciaria fue Venezuela (9% en el primer caso, 47% en el segundo y 23% en el tercero). Desde 1994, Venezuela y Ecuador fueron quienes más redujeron la pobreza (20 y 19%, respectivamente) y esos dos mismos países fueron quienes más avanzaron en la reducción de la indigencia (10 y 13%).
El marco cualitativo
A esto cabe agregarle el futuro aún más promisorio de los diez estados (excluyendo las guayanas) que conforman el sub-continente. Solo para mencionar un par de ejemplos, existen probadas reservas de energía en Venezuela y Bolivia, y promisorios yacimientos frente a Brasil y en el Atlántico Sur. Se acaba de descubrir la segunda reserva más grande del planeta de litio, el elemento del futuro. De él dependen las baterías energéticas de celulares y demás adminículos tecnológicos.
La región maneja solamente dos idiomas bastante similares y masivamente se reconoce en el culto cristiano. No existen grandes diferencias étnicas, a excepción de focalizados conflictos por la tenencia de la tierra al sur de la Cordillera de los Andes y en algunas franjas de la selva amazónica. Y por último pero no menos importante, no hay conflictos bélicos de envergadura en la región, quizás con la lamentable excepción de la presencia estadounidense en Colombia y el estímulo que esta genera en una administración política afín.
Una aproximación más rigurosa, mostraría que algunos indicadores empeoraron hacia fines de los 90 y desde entonces la región remontó a gran velocidad. Seguramente, la recuperación del valor de los saldos exportables de Sudamérica ha tenido una gran incidencia. Sin embargo, esto no es la primera vez que ocurre y no siempre afectó positivamente los indicadores sociales. En la última década, los gobiernos sudamericanos se han volcado a una política económica que fomente el crecimiento del mercado interno, la diversificación productiva, la protección a los sectores más vulnerables y la integración regional. Los mandatos de la ortodoxia económica fueron desoídos (con distinta intensidad según el país) y los resultados comienzan a mostrarse resonantes, particularmente en los países donde se ha llevado la reforma social y anti- neoliberal más a fondo, cuyo ejemplo paradigmático en medidas y resultados es Bolivia.
Queda mucho por hacer, pero América del Sur construye, esforzadamente su destino. Sobre esta base, la década venidera puede ser aún más prometedora.
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Los medios etnocéntricos impusieron al mundo su imaginario de Sudamérica. Una sociedad agreste, primitiva, indígena. Siempre vista a través del prisma turístico del Amazonas o las ruinas incas del Machu Picchu. Un tren vetusto cargado de aves domésticas y campesinos mexicanos (a veces resulta difícil explicarle a un estadounidense que los mexicanos no pertenecen a América del Sur). Nunca se ausenta de ese imaginario cinematográfico el chullo (gorrito) del altiplano, con una llama entretejida, y las experiencias alucinógenas del libro de Castaneda. En los casos en que se intentaba una lectura menos superficial, se lo presenta como una tierra arrasada por dictaduras feroces y guerrillas, fenómeno propio de la cultura “caudillista y autoritaria”, y sus naciones predestinadas al subdesarrollo. Sin embargo, Sudamérica construye, con gran esfuerzo, un futuro mejor. Y la mejoría de las últimas décadas es notable.
Hacia mediados de los 80, los gobiernos militares de Sudamérica empiezan a caer. Se abre un proceso de democratización generalizado. Las múltiples crisis económicas arreciaron contra esa democracia frágil, pero a diferencia del pasado, las interrupciones civiles no abrirán las puertas a un gobierno militar. La crisis de la deuda convertirá a los 80 en la década perdida, y el Consenso de Washington, hará de los 90 el paradigma neoliberal… pero aún así Sudamérica comienza a obtener resonantes resultados en su desarrollo. Esto puede verse leyendo con detenimiento los últimos informes de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, entre ellos: 2009, Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe, CEPAL; Panorama social de América Latina 2009. Capítulo I; y CEPAL, Anuario estadístico de América Latina y el Caribe, 2008.
Datos al Sur
Quizás el dato más contundente es la evolución del PBI sudamericano durante la última década. Entre 2000 y 2009, el crecimiento acumulado de este índice fue de 42,6% promedio. Un boom notable si se lo compara con las décadas anteriores mencionadas y considerando la aguda crisis que atravesaron los mercados emergentes hacia 2002 (principalmente Argentina, Venezuela y Uruguay) y la financiera global de 2009 (afectando Chile, Venezuela, Paraguay y Ecuador). Pero hay muchos otros índices positivos, algunos que demuestran mejor el desarrollo social. Las personas en situación de pobreza se redujeron del trienio 1994-97 del 37,1% al 32,1% en 2005-07. La indigencia descendió otros 3 puntos porcentuales entre ambos trienios.
Gracias a los avances sanitarios, la mortalidad (por cada mil habitantes) se redujo de 6,7 (1995-2000) a 6,3 (2005-10). A diferencia de lo que se cree, eso no gatilló el crecimiento demográfico. Este se ha amesetado, pasando de 1,6 (nacimientos anuales cada 100 habitantes) a 1,3 entre los lustros mencionados. Así, la expectativa de vida se alargó dos años y medio (de 70,7 a 73,2) en el periodo considerado; y la mortalidad infantil pasó del 30,6 por mil al 21,33.
Esto ha multiplicado una mayor fuerza de trabajo (Población Económicamente Activa). El sub-continente pasó de 138 millones de trabajadores en 1995 a 196 millones en el estimado de 2010. Está claro que los brasileños se llevan la mitad: el país amazónico cuenta con 103 millones de trabajadores disponibles. Con un PBI en crecimiento, la fértil clase trabajadora sudamericana no ha empeorado su inserción en el mercado laboral. Se pasó de una desocupación del 8,4% (1995) a 8,2% (2008), habiendo alcanzado picos de más de 11 puntos en 2000. De hecho la desocupación europea finalizó 2009 un punto arriba. Se contrargumentará que la protección estatal es mucho mejor en el Viejo Continente. Esto es así para los nativos de Alemania, Francia o el Reino Unido. En Europa del Este esto no es así y la situación social es explosiva.
Otros avances sudamericanos se registran en el campo de la educación. El analfabetismo descendió de 7,86 (año 2000) a 4,46 (estimado 2010). La tasa neta de matrícula en el primer nivel de enseñanza creció de casi 7 puntos, de 87,9 a 94,5 (1995-2006). Un salto aún más nítido se dio en la educación secundaria: del 41,7% al 66,3% (¡25 puntos!) en el mismo periodo. La enseñanza terciara avanzó otros 12 puntos, de 23,1 a 35,1 en el periodo señalado.
Otro criterio de medición es el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que desarrolla el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). En 1990, solo tres países (el Cono Sur) presentaban un Desarrollo Humano Alto. Los otros siete tenían un Desarrollo Humano Medio. El informe de 2009 del mismo organismo más que invirtió los datos. Ocho países alcanzaron un Desarrollo Humano Alto y solo dos (Paraguay y Bolivia) continúan en la categoría media.
El eje del mal
Los avances son alentadores también en el eje del mal sudamericano: Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina.
En cuanto a los esfuerzos en el área de salud (en el periodo 1995-2000 al quinquenio 2005-10), la mortalidad se redujo 1,3 (por cada mil habitantes) en Bolivia, tres veces más que el conjunto regional. Respecto al control demográfico, tanto Bolivia como Venezuela superaron los ya meritorios avances de la región. El avance en la expectativa de vida fue otro orgullo del país del altiplano: 3,5 años más, uno por encima del promedio regional. También se destacó Bolivia en la reducción de la mortalidad infantil: 21 bebés cada mil salvaron sus vidas gracias al esfuerzo de su país.
La PEA creció por encima del promedio regional tanto en Venezuela y Ecuador como en Bolivia. En los últimos 15 años la clase trabajadora quechua creció un 60%. Los méritos en la lucha contra el desempleo se los lleva Argentina (redujo nueve puntos la desocupación) y Venezuela (casi tres). Desde 2000 hasta la fecha, quien más redujo el analfabetismo fue Bolivia (-7,3%), quien más aumentó su matricula primaria, secundaria y terciaria fue Venezuela (9% en el primer caso, 47% en el segundo y 23% en el tercero). Desde 1994, Venezuela y Ecuador fueron quienes más redujeron la pobreza (20 y 19%, respectivamente) y esos dos mismos países fueron quienes más avanzaron en la reducción de la indigencia (10 y 13%).
El marco cualitativo
A esto cabe agregarle el futuro aún más promisorio de los diez estados (excluyendo las guayanas) que conforman el sub-continente. Solo para mencionar un par de ejemplos, existen probadas reservas de energía en Venezuela y Bolivia, y promisorios yacimientos frente a Brasil y en el Atlántico Sur. Se acaba de descubrir la segunda reserva más grande del planeta de litio, el elemento del futuro. De él dependen las baterías energéticas de celulares y demás adminículos tecnológicos.
La región maneja solamente dos idiomas bastante similares y masivamente se reconoce en el culto cristiano. No existen grandes diferencias étnicas, a excepción de focalizados conflictos por la tenencia de la tierra al sur de la Cordillera de los Andes y en algunas franjas de la selva amazónica. Y por último pero no menos importante, no hay conflictos bélicos de envergadura en la región, quizás con la lamentable excepción de la presencia estadounidense en Colombia y el estímulo que esta genera en una administración política afín.
Una aproximación más rigurosa, mostraría que algunos indicadores empeoraron hacia fines de los 90 y desde entonces la región remontó a gran velocidad. Seguramente, la recuperación del valor de los saldos exportables de Sudamérica ha tenido una gran incidencia. Sin embargo, esto no es la primera vez que ocurre y no siempre afectó positivamente los indicadores sociales. En la última década, los gobiernos sudamericanos se han volcado a una política económica que fomente el crecimiento del mercado interno, la diversificación productiva, la protección a los sectores más vulnerables y la integración regional. Los mandatos de la ortodoxia económica fueron desoídos (con distinta intensidad según el país) y los resultados comienzan a mostrarse resonantes, particularmente en los países donde se ha llevado la reforma social y anti- neoliberal más a fondo, cuyo ejemplo paradigmático en medidas y resultados es Bolivia.
Queda mucho por hacer, pero América del Sur construye, esforzadamente su destino. Sobre esta base, la década venidera puede ser aún más prometedora.
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El conflicto del Banco Central: un conflicto de intereses
por Ariadna Somoza Zanuy
Buenos Aires Economico, 13 de enero de 2010
El conflicto que golpea nuestra cotidianidad en este enero inusual es el llamado conflicto por el Banco Central o el “efecto Redrado”. Por cierto, este conflicto es manejado desde los medios como un conflicto “de formas”, “jurídico” o basado en una persona: Redrado.
Pero el problema es mucho más profundo que ese planteo. Los que se está discutiendo realmente es en qué se utilizan los recursos que las políticas macroeconómicas aplicadas por este gobierno consiguieron. Mientras la política era acumular reservas todo iba bien, y las contradicciones internas del gobierno no se expresaban. Hoy, ante la necesidad de esos recursos ya sea para pagar compromisos de deuda o seguir financiando el gasto público, surge una discusión que es plenamente distributiva: si ante los vencimientos de la deuda externa del 2010 se recorta el gasto público o se sigue pidiendo deuda. Aunque parezca una tontería, veamos cuales son las diferencias de ambos caminos y porque el gobierno toma un tercero.
Seguir contrayendo deuda para pagar deuda, además de ser un perverso mecanismo económico de nunca acabar, tiene una profunda implicancia acerca de la independencia a la hora de poder plantear políticas económicas soberanas. Hasta hace poco tiempo parecía irreal pensar un plan económico sin el visto bueno del FMI y hoy, luego de la histórica renegociación del 2005, esto ya es moneda corriente. Más allá de los beneficios económicos a corto plazo, como pagar menos cantidad de dinero, implicó consecuencias político-económicas en el mediano plazo, que es la exitosa implementación de un programa económico que permitió el crecimiento a elevados niveles luego de una de las más profundas crisis económicas que sufrió nuestro país.
Por otro lado, reducir el gasto público es la salida ortodoxa por excelencia. Aquellos que achicaron el Estado en los ‘90 lo hicieron desde esta concepción, principalmente porque lo ven como “gasto” y no como inversión o redistribución progresiva. Si consideramos al gasto público como inversión del Estado nos encontramos, por un lado, con que el Estado invierte en infraestructura para el país que queda instalada y, por el otro, que para montar esa infraestructura se requiere mano de obra, lo cual dinamiza la economía. Lo mismo ocurre con el dinero que se destina a planes sociales, que no es otra cosa que el Estado direccionando recursos a los sectores que más los necesitan.
El gobierno, ante los vencimientos de deuda externa, eligió utilizar los recursos hasta acá ahorrados como forma de no tomar ninguno de estos caminos que implicarían un desaceleramiento de la economía, la falta de independencia para continuar con el modelo económico y un freno en la distribución de la riqueza.
Ante esta decisión del gobierno, el poder económico decidió no quedarse de brazos cruzados. Ese dinero que el Estado se ahorra por la reducción de intereses de deuda es dinero que a un sector de la economía no le llega: son los sectores concentrados de la especulación financiera, tanto locales como internacionales. La “supuesta” autonomía del Banco Central del Estado o gobierno encubre, en realidad, una relación y dependencia muy estrecha entre esa entidad y el poder económico local o foráneo. Esto es importante, porque nos tiene que quedar claro que lo que está ocurriendo aquí no es otra cosa que un conflicto de intereses y no un problema de determinadas figuras, ni un problema legal sobre las atribuciones de la presidenta o del Banco.
Es por ello que este conflicto nos debe abrir las puertas a discutir lo importante: cómo se genera riqueza y cómo se la distribuye. Esa es la discusión de fondo, la discusión que la restauración conservadora no quiere dar de frente y disfraza de farsas judiciales. Para poder continuar con un modelo económico soberano que apueste a la producción y al trabajo debemos, entre otras cosas, lograr modificar la Carta Orgánica neoliberal del Banco Central, que se presenta, a la vista de los acontecimientos, como un obstáculo para tener los recursos a disposición de las medidas de política económica que se toman desde el gobierno.
Buenos Aires Economico, 13 de enero de 2010
El conflicto que golpea nuestra cotidianidad en este enero inusual es el llamado conflicto por el Banco Central o el “efecto Redrado”. Por cierto, este conflicto es manejado desde los medios como un conflicto “de formas”, “jurídico” o basado en una persona: Redrado.
Pero el problema es mucho más profundo que ese planteo. Los que se está discutiendo realmente es en qué se utilizan los recursos que las políticas macroeconómicas aplicadas por este gobierno consiguieron. Mientras la política era acumular reservas todo iba bien, y las contradicciones internas del gobierno no se expresaban. Hoy, ante la necesidad de esos recursos ya sea para pagar compromisos de deuda o seguir financiando el gasto público, surge una discusión que es plenamente distributiva: si ante los vencimientos de la deuda externa del 2010 se recorta el gasto público o se sigue pidiendo deuda. Aunque parezca una tontería, veamos cuales son las diferencias de ambos caminos y porque el gobierno toma un tercero.
Seguir contrayendo deuda para pagar deuda, además de ser un perverso mecanismo económico de nunca acabar, tiene una profunda implicancia acerca de la independencia a la hora de poder plantear políticas económicas soberanas. Hasta hace poco tiempo parecía irreal pensar un plan económico sin el visto bueno del FMI y hoy, luego de la histórica renegociación del 2005, esto ya es moneda corriente. Más allá de los beneficios económicos a corto plazo, como pagar menos cantidad de dinero, implicó consecuencias político-económicas en el mediano plazo, que es la exitosa implementación de un programa económico que permitió el crecimiento a elevados niveles luego de una de las más profundas crisis económicas que sufrió nuestro país.
Por otro lado, reducir el gasto público es la salida ortodoxa por excelencia. Aquellos que achicaron el Estado en los ‘90 lo hicieron desde esta concepción, principalmente porque lo ven como “gasto” y no como inversión o redistribución progresiva. Si consideramos al gasto público como inversión del Estado nos encontramos, por un lado, con que el Estado invierte en infraestructura para el país que queda instalada y, por el otro, que para montar esa infraestructura se requiere mano de obra, lo cual dinamiza la economía. Lo mismo ocurre con el dinero que se destina a planes sociales, que no es otra cosa que el Estado direccionando recursos a los sectores que más los necesitan.
El gobierno, ante los vencimientos de deuda externa, eligió utilizar los recursos hasta acá ahorrados como forma de no tomar ninguno de estos caminos que implicarían un desaceleramiento de la economía, la falta de independencia para continuar con el modelo económico y un freno en la distribución de la riqueza.
Ante esta decisión del gobierno, el poder económico decidió no quedarse de brazos cruzados. Ese dinero que el Estado se ahorra por la reducción de intereses de deuda es dinero que a un sector de la economía no le llega: son los sectores concentrados de la especulación financiera, tanto locales como internacionales. La “supuesta” autonomía del Banco Central del Estado o gobierno encubre, en realidad, una relación y dependencia muy estrecha entre esa entidad y el poder económico local o foráneo. Esto es importante, porque nos tiene que quedar claro que lo que está ocurriendo aquí no es otra cosa que un conflicto de intereses y no un problema de determinadas figuras, ni un problema legal sobre las atribuciones de la presidenta o del Banco.
Es por ello que este conflicto nos debe abrir las puertas a discutir lo importante: cómo se genera riqueza y cómo se la distribuye. Esa es la discusión de fondo, la discusión que la restauración conservadora no quiere dar de frente y disfraza de farsas judiciales. Para poder continuar con un modelo económico soberano que apueste a la producción y al trabajo debemos, entre otras cosas, lograr modificar la Carta Orgánica neoliberal del Banco Central, que se presenta, a la vista de los acontecimientos, como un obstáculo para tener los recursos a disposición de las medidas de política económica que se toman desde el gobierno.
Martín Redrado, Neoliberalismo y el BCRA: Serás lo que has sido
por Exequiel Cunibertti
Buenos Aires Económico, 14 de enero de 2010
La nueva figura mediática del verano es Martín Redrado, el presidente del Banco Central de la Republica Argentina (BCRA), quien asumió su cargo en 2004, luego de mandato de Alfonso Prat Gay en la misma entidad. Si bien Redrado ha cumplido sus funciones de manera eficiente, y llegó a este cargo luego de desempeñar una tarea irreprochable en la Secretaría de Comercio, un conflicto estalló alrededor de su persona. El mismo proviene de una decisión del gobierno nacional, que a partir del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) 2010/09 establece la creación del Fondo del Bicentenario para el Desendeudamiento y la Estabilidad. Tiene como fin saldar hasta 6.600 millones de dólares de la Deuda Eterna, mediante la utilización del excedente de reservas con las que cuenta el BCRA. Estos fondos se acumularon a partir de políticas de Estado que provocaron una continuidad de superávits gemelos, tanto comerciales como fiscales.
Ahora bien, ¿quién es presidente del BCRA? Egresado de la Universidad de Harvard, Master en Administración y especialista en Finanzas y Economía Internacional, fue presidente de la Comisión Nacional de Valores, del Comité de Mercados Emergentes de la Organización Internacional de Comisiones de Valores, Secretario de Estado en la órbita del Ministerio de Educación y Secretario de Comercio hasta septiembre de 2004. Su carrera comienza fuera del país, como integrante del equipo de Jeffrey Sachs, en la conformación del “Programa de Estabilización Boliviano”.
¿Quién fue Jeffrey Sachs? Un economista de gran renombre internacional, ejerció funciones de asesor económico en America Latina, África, Asia, y Europa del Este durante los 80 y 90. Como es evidente, su función fue la de profundizar el modelo neoliberal a través de ajustes estructurales, que provocaron sucesivas crisis económicas alrededor de todo el mundo. Las asesorías de Sachs revelaron éxitos cortoplacistas y fracasos estructurales para los países que lo aplicaron. Los casos son realmente reveladores: la Argentina del 89 con su espiral hiperinflacionaria, Bolivia de 1985, la Venezuela pre-Chávez, Polonia durante Lech Walesa, y Rusia de Boris Yeltsin, entre los casos mas relevantes. ¿Cual es su especialidad? Combatir la inflación mediante políticas de shocks económicos.
El neoliberalismo originario de Friedman y Von Hayek tenía un común denominador: su aplicación en gobiernos dictatoriales, como Chile, Argentina, Brasil, Uruguay y algunos de Asia. Sachs le otorgó a esta corriente ideológica un tinte "democrático", modificó la ecuación Neoliberalismo = Dictadura; abrió el abanico de su aplicación a naciones comandadas por gobiernos elegidos por el voto del pueblo. Ahora bien, se debe reconocer que la doctrina del shock fue "eficaz" para el tratamiento de procesos inflacionarios, empero sus costos sociales fueron altísimos. Basta considerar que la gran mayoría de los países asesorados - al cabo de una década - se vieron sumergidos en crisis económicas y sociales de lo más profundas que tuvieron en su historia: Efecto Caipirinha, Vodka, Tango, Sake y demás calificativos.
Veamos solo un caso: Bolivia 1985, proceso electoral. Sachs, como asesor económico del ex dictador Banzer, formuló el plan económico de estabilización boliviano. La disputa electoral finalizó empatada entre Banzer y el ex presidente Paz Estenssoro, un dirigente popular. A puertas cerradas se pactó que Paz asumiría el gobierno, pero las políticas económicas serian las formuladas por Sachs. Como consecuencia, se eliminaron subsidios a la comida y el control de precios, se ajustó el gasto público y se produjo un aumento del 300% del precio del petróleo. Los costes sociales fueron pagados por los sectores populares: retroceso real de la distribución de la riqueza, aumento descomunal del desempleo, propagación de la pobreza, baja sustancial en todos los indicadores sociales. El pueblo boliviano se vio obligado a emigrar masivamente hacia la siembra de coca. El neoliberalismo no solo no soluciona las necesidades de los individuos, sino que ha traído graves consecuencias económicas y sociales en todo el mundo. En síntesis: el grupo que Redrado integró en Bolivia tuvo un desempeño poco feliz.
Pero desde 2002, Redrado ha modificado sus posiciones ideológicas llevando a cabo políticas públicas que acompañaron el proyecto nacional y popular, y esto ha quedado demostrado en su gestión post Convertibilidad. El mismo Redrado fue el ejecutor de una política clave para el modelo económico, la intervención monetaria para frenar las variaciones del dólar (flotación controlada), la implementación en 2005 de un plan de pago de deuda que conllevó una quita de un 75% sobre los montos adeudados. Ha mantenido una política monetaria y cambiaria sin grietas durante su gestión. ¿Qué otro Presidente del BCRA se mantuvo en sus funciones durante mas de 5 años? El único caso es Bosch, que ejerció ese cargo de 1935 a 1945. El desempeño de Redrado tiene motivos para considerarse eficiente.
Entonces, ¿por qué, a partir de una decisión gubernamental para reducir nuevamente la deuda heredada (en otro contexto internacional), Redrado retoma la ortodoxia de su formación académica?
Es usual que ante situaciones criticas los funcionarios y los profesionales en general, apelen a lo aprendido durante su proceso formatorio, dado que son los conocimientos base que poseen. El espectro de una educación en ciencias económicas, y en otras carreras, que permitan ampliar el marco de análisis para los modelos de desarrollo de un país es fundamental, y debe ser parte de la agenda política 2010, una profunda reforma de la ley de educación superior, que modifique tanto los contenidos, programáticas, como así también el funcionamiento del ámbito universitario nacional. Pero mas allá de este tema, que excede el presente ensayo, el eje central de análisis es la agobiante deuda externa que soporta el país. Esto sumado a un agravante que no podemos dejar de mencionar: otro ex presidente del BCRA y ex Ministro de Economía se encargó de transformar la deuda privada en deuda pública, beneficiando a un grupo de empresarios en detrimento del bienestar general. Este funcionario es Domingo Cavallo, admirador de Sachs, y propulsor del modelo de Convertibilidad a la que, denominó "terapia de shock".
Si un presidente del BCRA puede estatizar deuda privada por 30 mil millones de dólares (sí, ¡diez ceros!) al principio de los 80, ¿por qué ahora no puede avalar una política de Estado que tiene como fin reducir una carga que pesa sobre los habitantes de la Nación? ¿Qué presiones recaen sobre el funcionario que provocan que no pueda repetir aquello que ya ejecutó en 2005? ¿Es lógica la facultad de ente autárquico que desempeña el BCRA? ¿Puede un gobierno desarrollar y profundizar un modelo económico, sin tener una política monetaria que lo acompañe?
Si Argentina se encuentra desandando el camino que transito a partir de la década del 70, es menester se revise profundamente, tanto la Ley de Entidades Financieras, como así también la Carta Orgánica del BCRA, de manera que los funcionarios a cargo no estén sometidos a ningún tipo de presiones, que excedan los propósitos del desarrollo nacional. El Banco Central debe ser una herramienta del Estado, no solo para este gobierno, sino para todos los gobiernos que fijen políticas monetarias que promuevan el modelo productivo nacional.
Buenos Aires Económico, 14 de enero de 2010
La nueva figura mediática del verano es Martín Redrado, el presidente del Banco Central de la Republica Argentina (BCRA), quien asumió su cargo en 2004, luego de mandato de Alfonso Prat Gay en la misma entidad. Si bien Redrado ha cumplido sus funciones de manera eficiente, y llegó a este cargo luego de desempeñar una tarea irreprochable en la Secretaría de Comercio, un conflicto estalló alrededor de su persona. El mismo proviene de una decisión del gobierno nacional, que a partir del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) 2010/09 establece la creación del Fondo del Bicentenario para el Desendeudamiento y la Estabilidad. Tiene como fin saldar hasta 6.600 millones de dólares de la Deuda Eterna, mediante la utilización del excedente de reservas con las que cuenta el BCRA. Estos fondos se acumularon a partir de políticas de Estado que provocaron una continuidad de superávits gemelos, tanto comerciales como fiscales.
Ahora bien, ¿quién es presidente del BCRA? Egresado de la Universidad de Harvard, Master en Administración y especialista en Finanzas y Economía Internacional, fue presidente de la Comisión Nacional de Valores, del Comité de Mercados Emergentes de la Organización Internacional de Comisiones de Valores, Secretario de Estado en la órbita del Ministerio de Educación y Secretario de Comercio hasta septiembre de 2004. Su carrera comienza fuera del país, como integrante del equipo de Jeffrey Sachs, en la conformación del “Programa de Estabilización Boliviano”.
¿Quién fue Jeffrey Sachs? Un economista de gran renombre internacional, ejerció funciones de asesor económico en America Latina, África, Asia, y Europa del Este durante los 80 y 90. Como es evidente, su función fue la de profundizar el modelo neoliberal a través de ajustes estructurales, que provocaron sucesivas crisis económicas alrededor de todo el mundo. Las asesorías de Sachs revelaron éxitos cortoplacistas y fracasos estructurales para los países que lo aplicaron. Los casos son realmente reveladores: la Argentina del 89 con su espiral hiperinflacionaria, Bolivia de 1985, la Venezuela pre-Chávez, Polonia durante Lech Walesa, y Rusia de Boris Yeltsin, entre los casos mas relevantes. ¿Cual es su especialidad? Combatir la inflación mediante políticas de shocks económicos.
El neoliberalismo originario de Friedman y Von Hayek tenía un común denominador: su aplicación en gobiernos dictatoriales, como Chile, Argentina, Brasil, Uruguay y algunos de Asia. Sachs le otorgó a esta corriente ideológica un tinte "democrático", modificó la ecuación Neoliberalismo = Dictadura; abrió el abanico de su aplicación a naciones comandadas por gobiernos elegidos por el voto del pueblo. Ahora bien, se debe reconocer que la doctrina del shock fue "eficaz" para el tratamiento de procesos inflacionarios, empero sus costos sociales fueron altísimos. Basta considerar que la gran mayoría de los países asesorados - al cabo de una década - se vieron sumergidos en crisis económicas y sociales de lo más profundas que tuvieron en su historia: Efecto Caipirinha, Vodka, Tango, Sake y demás calificativos.
Veamos solo un caso: Bolivia 1985, proceso electoral. Sachs, como asesor económico del ex dictador Banzer, formuló el plan económico de estabilización boliviano. La disputa electoral finalizó empatada entre Banzer y el ex presidente Paz Estenssoro, un dirigente popular. A puertas cerradas se pactó que Paz asumiría el gobierno, pero las políticas económicas serian las formuladas por Sachs. Como consecuencia, se eliminaron subsidios a la comida y el control de precios, se ajustó el gasto público y se produjo un aumento del 300% del precio del petróleo. Los costes sociales fueron pagados por los sectores populares: retroceso real de la distribución de la riqueza, aumento descomunal del desempleo, propagación de la pobreza, baja sustancial en todos los indicadores sociales. El pueblo boliviano se vio obligado a emigrar masivamente hacia la siembra de coca. El neoliberalismo no solo no soluciona las necesidades de los individuos, sino que ha traído graves consecuencias económicas y sociales en todo el mundo. En síntesis: el grupo que Redrado integró en Bolivia tuvo un desempeño poco feliz.
Pero desde 2002, Redrado ha modificado sus posiciones ideológicas llevando a cabo políticas públicas que acompañaron el proyecto nacional y popular, y esto ha quedado demostrado en su gestión post Convertibilidad. El mismo Redrado fue el ejecutor de una política clave para el modelo económico, la intervención monetaria para frenar las variaciones del dólar (flotación controlada), la implementación en 2005 de un plan de pago de deuda que conllevó una quita de un 75% sobre los montos adeudados. Ha mantenido una política monetaria y cambiaria sin grietas durante su gestión. ¿Qué otro Presidente del BCRA se mantuvo en sus funciones durante mas de 5 años? El único caso es Bosch, que ejerció ese cargo de 1935 a 1945. El desempeño de Redrado tiene motivos para considerarse eficiente.
Entonces, ¿por qué, a partir de una decisión gubernamental para reducir nuevamente la deuda heredada (en otro contexto internacional), Redrado retoma la ortodoxia de su formación académica?
Es usual que ante situaciones criticas los funcionarios y los profesionales en general, apelen a lo aprendido durante su proceso formatorio, dado que son los conocimientos base que poseen. El espectro de una educación en ciencias económicas, y en otras carreras, que permitan ampliar el marco de análisis para los modelos de desarrollo de un país es fundamental, y debe ser parte de la agenda política 2010, una profunda reforma de la ley de educación superior, que modifique tanto los contenidos, programáticas, como así también el funcionamiento del ámbito universitario nacional. Pero mas allá de este tema, que excede el presente ensayo, el eje central de análisis es la agobiante deuda externa que soporta el país. Esto sumado a un agravante que no podemos dejar de mencionar: otro ex presidente del BCRA y ex Ministro de Economía se encargó de transformar la deuda privada en deuda pública, beneficiando a un grupo de empresarios en detrimento del bienestar general. Este funcionario es Domingo Cavallo, admirador de Sachs, y propulsor del modelo de Convertibilidad a la que, denominó "terapia de shock".
Si un presidente del BCRA puede estatizar deuda privada por 30 mil millones de dólares (sí, ¡diez ceros!) al principio de los 80, ¿por qué ahora no puede avalar una política de Estado que tiene como fin reducir una carga que pesa sobre los habitantes de la Nación? ¿Qué presiones recaen sobre el funcionario que provocan que no pueda repetir aquello que ya ejecutó en 2005? ¿Es lógica la facultad de ente autárquico que desempeña el BCRA? ¿Puede un gobierno desarrollar y profundizar un modelo económico, sin tener una política monetaria que lo acompañe?
Si Argentina se encuentra desandando el camino que transito a partir de la década del 70, es menester se revise profundamente, tanto la Ley de Entidades Financieras, como así también la Carta Orgánica del BCRA, de manera que los funcionarios a cargo no estén sometidos a ningún tipo de presiones, que excedan los propósitos del desarrollo nacional. El Banco Central debe ser una herramienta del Estado, no solo para este gobierno, sino para todos los gobiernos que fijen políticas monetarias que promuevan el modelo productivo nacional.
jueves, 11 de febrero de 2010
La economia del miedo
Exequiel Cunibertti, Buenos Aires Economico, Viernes 15 de enero de 2010
En un mundo capitalista para cada fenómeno existen determinados intereses que suelen ser respaldados económica, financiera y políticamente. En este sentido, se puede analizar cómo las editoriales de la mayoría de los medios masivos de comunicación están a la orden de ciertos intereses. De esta forma, si analizamos la agenda marcada por los grandes medios concentrados durante este año encontraremos una consonancia respecto a determinados intereses particulares.
Durante el primer semestre aparecieron en todos los medios masivos de comunicación como centro de pánico y de temor del ciudadano enfermedades como el Dengue y la Gripe A. Desde julio olvidamos por completo las enfermedades, y la escena mediática fue ganada por la política como resultado de las elecciones legislativas y por el “desinterés” del gobierno ante las necesidades de ciertos sectores de la economía, particularmente el agropecuario. Por último, las tapas se ocuparon de dos hechos fundamentales en la segunda parte del año: el “absoluto rechazo” al gobierno en las últimas elecciones y el nuevo congreso que se constituyó como resultado de la misma y el “intento de control K” de los medios como resultado de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales.
Sin embargo, a lo largo de todo el año y variando el nivel de intensidad existió un invitado particular de la escena mediática: la inseguridad. De esta forma, por todos los noticieros y en la tapa de los diarios más masivos aparecieron casi en forma permanente hechos delictivos como robos, secuestros, violaciones y muertos. A fin de año se sumaron frases a la escena distintas frases que “corroboraban” la escala de inseguridad “reflejada” en los grandes medios de comunicación: “Nos están matando a todos”, “Si no se reprime es un caos”, “esto ya es Colombia”.
La pregunta central que surge entones es: ¿por qué la inseguridad es tan importante para los medios masivos de comunicación? Una posible respuesta es que efectivamente la Argentina ya es Colombia y los niveles de inseguridad por lo tanto son intolerables. En este sentido, lo único que estarían haciendo los medios concentrados de comunicación es reflejando la realidad.
Efectos del neoliberalismo: A partir de los inicios de la década del setenta comienzan a imponerse los principios del Neoliberalismo de Friedrich Von Hayek y Milton Friedman, los cuales expresaban en líneas generales que el Estado sólo debía encargarse de asegurar el marco jurídico para que de esta manera se cumplan los contratos entre los agentes privados de la economía, garantizándose así la libertad económica.
Neoliberalismo mediante se inicia un proceso expansivo de desigualdad social donde se polariza la sociedad y se caracteriza por la existencia de un pequeño núcleo de personas que concentra la riqueza y una mayoría que logra sobrevivir con esfuerzo y mucha suerte. Por lo tanto, el Estado Benefactor es “pulverizado” por el Neoliberalismo, generando un despegue de la inseguridad a nivel global.
En la Argentina la imposición del neoliberalismo y sus consecuencias se produjo a partir del golpe de Estado de 1976 y se legitimó y profundizó con los sucesivos gobiernos democráticos hasta el 2003.
Ahora bien, cabe preguntarnos ¿Argentina presenta la misma situación de inseguridad que Colombia?. Veamos las estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas que presentó su último informe sobre las victimas por homicidio medido cada 100.000 habitantes. Nos dirigimos a la sección “América Latina” y allí buscamos la República Argentina. Para nuestra sorpresa lo que hallamos poco tiene que ver con la realidad presentada por los noticieros y titulares de los diarios. Mientras que la cantidad de homicidios en el país es de 5,5 personas cada 100.000 habitantes, en Colombia los casos ascienden a 61,1. Según la ONU, entonces, la Argentina no es Colombia.
Siguiendo con los datos: en el caso de Brasil es de 30,8 casos cada 100.000 habitantes, Bolivia 5,3; Chile 5,5; Ecuador 18,5; Guayana Francesa 19,2; Paraguay 17,8; Perú 5,7; Surinam 11,8; Uruguay 6,0 y Venezuela 37,0. Veamos América del Norte: México 11,3; Canadá 2,0 y Estados Unidos, la potencia mundial y referente en materia de seguridad para amplios sectores de la sociedad argentina, 5,9 casos cada 100.000 habitantes.
El negocio del miedo: Por lo dicho anteriormente podemos afirmar que si bien la inseguridad existe los números nacionales se alejan de realidades regionales mucho más difíciles. Incluso la situación de la Argentina se encuentra mucho mejor en tema de inseguridad que la mayoría de los países de América. Entonces volvamos a la pregunta original ¿por qué la inseguridad es tan importante para los medios masivos de comunicación? Existen fuertes intereses económicos detrás de la imposición de la inseguridad como principal tópico de la agenda pública.
Por ejemplo, en el año 1999 la inseguridad generó ingresos por 1.000 millones de pesos convertibles a dólares, incluyendo la venta de rejas, alarmas, custodios y cámaras de seguridad. Desde 1995 a 1999, donde muchos sectores productivos se encontraban estancados y al borde de la desaparición, el negocio de la inseguridad aumentó un 22,2%.
Asimismo, se verificó un fuerte crecimiento del mercado laboral de la seguridad privada. Mientras que en 1989 existían 30 mil vigiladores, en 1997 ascendían a 70 mil, es decir, que durante este período se experimento una expansión del 133% en la mano de obra empleada en la seguridad privada.
En la actualidad la seguridad privada mueve 10 mil millones de pesos. Al analizarse los datos de crecimiento del negocio de la seguridad privada existió un pico en el período 2001-2003 donde se expandió un 7,9%. Es decir, mientras que el país se hundía en su más profunda crisis, el negocio de la seguridad privada vivía sus años dorados.
En el 2009 el mercado laboral que ostenta este negocio reúne a 200.000 vigiladores privados, de los cuales un 25% se encuentra trabajando en “negro” con sueldo que rondan los $6,25 la hora promedio y una jornada laboral de 10 horas diarias.
Un verdadero negocio en expansión y sin riesgo siempre y cuando la inseguridad sea la noticia más importante para los medios de comunicación.
Detrás de este fenomenal negocio se encuentran las empresas de Seguridad Privada nucleadas en la Cámara Argentina de Empresas de Seguridad e Investigaciones (CAESI), asociada a la Federación Panamericana de Seguridad Privada (FEPASEP). En octubre de 2009 se celebró el “VII Congreso de FEPASEP-Seguridad Privada-Factor de Unión”. El cierre lo dio el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, mandatario que permitió la instalación de siete bases militares norteamericanas en Latinoamérica, y a quien la CAESI le entregó un presente expresándole “que el recuerdo alcanzaba también a la gran mayoría del pueblo argentino, que lo tiene asumido como un verdadero ejemplo de líder de la democracia latinoamericana”.
Por lo tanto, la inseguridad existe aquí y en todo el mundo. Es consecuencias, en buena medida, de la desigualdad y la marginación social. Su incrementó (o retroceso) ésta en sintonía con el desmantelamiento (o la reconstrucción) del Estado de Bienestar.
Muchos de los chicos de 15 años que en la actualidad salen a delinquir son los mismos chicos que en el año 2001 tenían 7 años y veían a sus padres desempleados, desprotegidos por el Estado y marginados de la sociedad.
¿Qué hizo el gobierno nacional para reducir el crecimiento de la inseguridad? Desde el año 2003 se redujo el desempleo, la pobreza, la indigencia, se crearon cooperativas de trabajo, se redujo el trabajo no registrado, se incluyeron 4 millones de nuevos jubilados, se brindo la asignación universal por hijo, es decir, se llevaron a cabo distintas políticas públicas que permitieron un mayor grado de igualdad e inclusión social. Revertir en gran parte las condiciones de vida que nos dejó el neoliberalismo permitió que, según los datos de la ONU, la Argentina es uno de los países con mayor grado de seguridad de América. Sin embargo, mientras la inseguridad genere negocio, la Argentina para los medios concentrados de comunicación seguirá siendo Colombia.
En un mundo capitalista para cada fenómeno existen determinados intereses que suelen ser respaldados económica, financiera y políticamente. En este sentido, se puede analizar cómo las editoriales de la mayoría de los medios masivos de comunicación están a la orden de ciertos intereses. De esta forma, si analizamos la agenda marcada por los grandes medios concentrados durante este año encontraremos una consonancia respecto a determinados intereses particulares.
Durante el primer semestre aparecieron en todos los medios masivos de comunicación como centro de pánico y de temor del ciudadano enfermedades como el Dengue y la Gripe A. Desde julio olvidamos por completo las enfermedades, y la escena mediática fue ganada por la política como resultado de las elecciones legislativas y por el “desinterés” del gobierno ante las necesidades de ciertos sectores de la economía, particularmente el agropecuario. Por último, las tapas se ocuparon de dos hechos fundamentales en la segunda parte del año: el “absoluto rechazo” al gobierno en las últimas elecciones y el nuevo congreso que se constituyó como resultado de la misma y el “intento de control K” de los medios como resultado de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales.
Sin embargo, a lo largo de todo el año y variando el nivel de intensidad existió un invitado particular de la escena mediática: la inseguridad. De esta forma, por todos los noticieros y en la tapa de los diarios más masivos aparecieron casi en forma permanente hechos delictivos como robos, secuestros, violaciones y muertos. A fin de año se sumaron frases a la escena distintas frases que “corroboraban” la escala de inseguridad “reflejada” en los grandes medios de comunicación: “Nos están matando a todos”, “Si no se reprime es un caos”, “esto ya es Colombia”.
La pregunta central que surge entones es: ¿por qué la inseguridad es tan importante para los medios masivos de comunicación? Una posible respuesta es que efectivamente la Argentina ya es Colombia y los niveles de inseguridad por lo tanto son intolerables. En este sentido, lo único que estarían haciendo los medios concentrados de comunicación es reflejando la realidad.
Efectos del neoliberalismo: A partir de los inicios de la década del setenta comienzan a imponerse los principios del Neoliberalismo de Friedrich Von Hayek y Milton Friedman, los cuales expresaban en líneas generales que el Estado sólo debía encargarse de asegurar el marco jurídico para que de esta manera se cumplan los contratos entre los agentes privados de la economía, garantizándose así la libertad económica.
Neoliberalismo mediante se inicia un proceso expansivo de desigualdad social donde se polariza la sociedad y se caracteriza por la existencia de un pequeño núcleo de personas que concentra la riqueza y una mayoría que logra sobrevivir con esfuerzo y mucha suerte. Por lo tanto, el Estado Benefactor es “pulverizado” por el Neoliberalismo, generando un despegue de la inseguridad a nivel global.
En la Argentina la imposición del neoliberalismo y sus consecuencias se produjo a partir del golpe de Estado de 1976 y se legitimó y profundizó con los sucesivos gobiernos democráticos hasta el 2003.
Ahora bien, cabe preguntarnos ¿Argentina presenta la misma situación de inseguridad que Colombia?. Veamos las estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas que presentó su último informe sobre las victimas por homicidio medido cada 100.000 habitantes. Nos dirigimos a la sección “América Latina” y allí buscamos la República Argentina. Para nuestra sorpresa lo que hallamos poco tiene que ver con la realidad presentada por los noticieros y titulares de los diarios. Mientras que la cantidad de homicidios en el país es de 5,5 personas cada 100.000 habitantes, en Colombia los casos ascienden a 61,1. Según la ONU, entonces, la Argentina no es Colombia.
Siguiendo con los datos: en el caso de Brasil es de 30,8 casos cada 100.000 habitantes, Bolivia 5,3; Chile 5,5; Ecuador 18,5; Guayana Francesa 19,2; Paraguay 17,8; Perú 5,7; Surinam 11,8; Uruguay 6,0 y Venezuela 37,0. Veamos América del Norte: México 11,3; Canadá 2,0 y Estados Unidos, la potencia mundial y referente en materia de seguridad para amplios sectores de la sociedad argentina, 5,9 casos cada 100.000 habitantes.
El negocio del miedo: Por lo dicho anteriormente podemos afirmar que si bien la inseguridad existe los números nacionales se alejan de realidades regionales mucho más difíciles. Incluso la situación de la Argentina se encuentra mucho mejor en tema de inseguridad que la mayoría de los países de América. Entonces volvamos a la pregunta original ¿por qué la inseguridad es tan importante para los medios masivos de comunicación? Existen fuertes intereses económicos detrás de la imposición de la inseguridad como principal tópico de la agenda pública.
Por ejemplo, en el año 1999 la inseguridad generó ingresos por 1.000 millones de pesos convertibles a dólares, incluyendo la venta de rejas, alarmas, custodios y cámaras de seguridad. Desde 1995 a 1999, donde muchos sectores productivos se encontraban estancados y al borde de la desaparición, el negocio de la inseguridad aumentó un 22,2%.
Asimismo, se verificó un fuerte crecimiento del mercado laboral de la seguridad privada. Mientras que en 1989 existían 30 mil vigiladores, en 1997 ascendían a 70 mil, es decir, que durante este período se experimento una expansión del 133% en la mano de obra empleada en la seguridad privada.
En la actualidad la seguridad privada mueve 10 mil millones de pesos. Al analizarse los datos de crecimiento del negocio de la seguridad privada existió un pico en el período 2001-2003 donde se expandió un 7,9%. Es decir, mientras que el país se hundía en su más profunda crisis, el negocio de la seguridad privada vivía sus años dorados.
En el 2009 el mercado laboral que ostenta este negocio reúne a 200.000 vigiladores privados, de los cuales un 25% se encuentra trabajando en “negro” con sueldo que rondan los $6,25 la hora promedio y una jornada laboral de 10 horas diarias.
Un verdadero negocio en expansión y sin riesgo siempre y cuando la inseguridad sea la noticia más importante para los medios de comunicación.
Detrás de este fenomenal negocio se encuentran las empresas de Seguridad Privada nucleadas en la Cámara Argentina de Empresas de Seguridad e Investigaciones (CAESI), asociada a la Federación Panamericana de Seguridad Privada (FEPASEP). En octubre de 2009 se celebró el “VII Congreso de FEPASEP-Seguridad Privada-Factor de Unión”. El cierre lo dio el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, mandatario que permitió la instalación de siete bases militares norteamericanas en Latinoamérica, y a quien la CAESI le entregó un presente expresándole “que el recuerdo alcanzaba también a la gran mayoría del pueblo argentino, que lo tiene asumido como un verdadero ejemplo de líder de la democracia latinoamericana”.
Por lo tanto, la inseguridad existe aquí y en todo el mundo. Es consecuencias, en buena medida, de la desigualdad y la marginación social. Su incrementó (o retroceso) ésta en sintonía con el desmantelamiento (o la reconstrucción) del Estado de Bienestar.
Muchos de los chicos de 15 años que en la actualidad salen a delinquir son los mismos chicos que en el año 2001 tenían 7 años y veían a sus padres desempleados, desprotegidos por el Estado y marginados de la sociedad.
¿Qué hizo el gobierno nacional para reducir el crecimiento de la inseguridad? Desde el año 2003 se redujo el desempleo, la pobreza, la indigencia, se crearon cooperativas de trabajo, se redujo el trabajo no registrado, se incluyeron 4 millones de nuevos jubilados, se brindo la asignación universal por hijo, es decir, se llevaron a cabo distintas políticas públicas que permitieron un mayor grado de igualdad e inclusión social. Revertir en gran parte las condiciones de vida que nos dejó el neoliberalismo permitió que, según los datos de la ONU, la Argentina es uno de los países con mayor grado de seguridad de América. Sin embargo, mientras la inseguridad genere negocio, la Argentina para los medios concentrados de comunicación seguirá siendo Colombia.
El Fondo del Bicentenario
Juan Santiago Fraschina, Buenos Aires Economico, Viernes 8 de enero de 2010
El gobierno nacional tenía básicamente dos formas para financiar los distintos vencimientos de deuda externa del 2010. Por un lado, redireccionar los recursos públicos al pago de la deuda externa. Es decir, utilizar parte de recursos fiscales que se hubieran utilizados para financiar por ejemplo obras de infraestructura para hacer frente a los vencimientos de la deuda externa. En otras palabras, reducir el gasto público para aumentar el superávit primario, y con ese mayor ahorro comprar los dólares necesarios para pagar la deuda externa. Esta alternativa hubiera implicado una disminución de la demanda agregada con la consiguiente caída del mercado interno, quiebre de pequeñas y medianas empresas, aumento del desempleo y pobreza.
Por otro lado, recurrir a la deuda externa aceptando de esta forma tasas de interés extremadamente elevadas, lo cual generaría nuevamente un circulo vicioso de endeudamiento externo. Este camino nos hubiera conducido nuevamente a la dependencia del sistema financiero internacional y del Fondo Monetario perdiendo nuestra soberanía macroeconómica.
Ambos caminos fueron los elegidos en la década del ochenta por Alfonsín y en la década del noventa durante la Convertibilidad. Ambas décadas terminaron con las dos peores crisis de la historia económica y social de la Argentina. En efecto, los años ochenta finalizaron con la crisis hiperinflacionaria y los noventa con la crisis del régimen convertible en el 2001.
Sin embargo, y a contraposición de los sucedido en las décadas anteriores, el gobierno nacional anunció la creación del Fondo del Bicentenario compuesto por 6.569 millones de dólares con reservas del Banco Central de la República Argentina para pagar la deuda externa del 2010. En este sentido, la creación del Fondo es una demostración más desde el 2003 de sostener políticas expansivas que fortalezcan la reindustrialización con inclusión social a partir de la independencia económica.
El aumento de las reservas: Para esto, uno de los pilares centrales del modelo que se desarrolló a partir de la asunción de Néstor Kirchner a la presidencia fue el fuerte aumento de las reservas del Banco Central, que crecieron de 11.048 a 47.946 millones de dólares entre mayo de 2003 y diciembre de 2009. Dicho de otra forma, las reservas se expandieron un 334% durante el nuevo modelo de acumulación.
Este incremento fue fundamental en un doble sentido. Por un lado, para darle mayor sustentabilidad al crecimiento económico al permitir al Banco Central manejar el tipo de cambio. Dicho de otra forma, a partir del crecimiento de las reservas se aleja la posibilidad de producirse una corrida cambiaria.
¿Qué hubiera pasada si en medio de la crisis internacional desatada este año el Banco Central de la República Argentina no hubiera tenido una gran cantidad de reservas? Ante cualquier incertidumbre en la Argentina se produce una “corrida” hacia el dólar. Si el Banco Central no tiene los dólares suficientes, la compra de dólares se traduce en una devaluación permanente de la moneda nacional seguida de un proceso inflacionario que deteriora el salario real de los trabajadores, genera aumento de desempleo e indigencia.
De esta forma, sin la expansión de las reservas del Banco Central, hoy estaríamos hablando de una fenomenal crisis económica y social como consecuencia del incremento de la incertidumbre a partir de la crisis financiera internacional. Por lo tanto, el crecimiento de las reservas es una de las herramientas centrales del nuevo modelo de desarrollo que genera que el tipo de cambio sea maneja por el Banco Central y no por el mercado, lo cual se traduce en una aumento de la sostenibilidad de la expansión del producto. Esto es fundamental teniendo en cuenta que las crisis repercuten en mayor medida en los sectores populares por vía del aumento del desempleo, la pobreza, la indigencia y la caída de las remuneraciones.
Por otro lado, la expansión de reservas permite incrementar la independencia económica. Los gobiernos de Néstor Kirchner y de Critina Fernández de Kirchner se están haciendo cargo de una de las peores herencias del modelo rentístico-financiero-neoliberal impuesto a mediados de la década del setenta y profundizados por los sucesivos gobiernos democráticos hasta el 2003: la deuda externa.
Con el nuevo modelo de desarrollo basado en la reindustrialización del país se encaró un proceso de desendeudamiento externo que implicó la reestructuración de la deuda externa, que se tradujo en una fuerte quita de capital y reducción de intereses, y el pago al Fondo Monetario Internacional.
Parte de la reducción de la deuda externa se produjo con el ahorro fiscal generado a partir del superávit del sector público. Pero otra parte, como por ejemplo el desembolso al organismo internacional, se produjo con reservas del Banco Central.
De nuevo ¿qué hubiera pasado si el Banco Central no hubiera contado con estas reservas? La respuesta de nuevo es sencilla: no se hubiera profundizado el proceso de desendeudamiento que caracteriza al nuevo modelo de desarrollo.
Pero además el FMI hubiera seguido imponiendo las famosas condicionalidades que se hubieran traducido como en la década del ochenta y del noventa en políticas ortodoxas de ajuste fiscal, caída de la demanda, desindustrialización de la economía, reducción del salario, aumento de la pobreza, indigencia y concentración del ingreso.
De esta manera, si el Banco central no hubiera experimentado el fuerte crecimiento de las reservas, el avance del nuevo modelo de acumulación hubiera estado fuertemente condicionado por la especulación y el sistema financiero internacional.
El Fondo del Bicentenario: En este contexto, la creación del Fondo del Bicentenario es una demostración más de las fortalezas de la economía argentina a partir de 2003 y de la independencia económico. Permite, por un lado, avanzar con el proceso de desendeudamiento sin tener que recurrir en desventaja al sistema financiero internacional al mismo tiempo que seguir sosteniendo el incremento del gasto público para fortalecer el mercado interno.
Por otro lado, se traduce en una profundización del proceso de reindustrialización y la generación de puestos de trabajo, pues el Fondo al reducir la incertidumbre y generar certezas macroeconómicas implicará un aumento de la inversión como consecuencia de la reducción de la tasa de interés.
Pero además como son reservas de libre disponibilidad, es decir, reservas superiores a las necesarias para cubrir la base monetaria al tipo de cambio actual, el Banco Central puede seguir manejando el tipo de cambio sin que exista un peligro de corrida cambiaria. En la actualidad el crecimiento de las reservas fue tan significativo que tenemos reservas afectadas a respaldar hasta el 100% de la base monetaria y reservas de libre disponibilidad. En este sentido, son las reservas de libre disponibilidad las que se utilizan, así como cuando se le pago al FMI, para la constitución del Fondo del Bicentenario.
Las mismas criticas se le realizaron al gobierno de Kirchner cuando decidió pagarle al Fondo Monetario Internacional con reservas del Banco Central: que la utilización de reservas generaría un incremento de la incertidumbre y un corrida cambiaria insostenible para el Banco Central.
Sin embargo, cuando se analiza restroespectivamente la medida se puede observas el error de dicho pronostico. No sólo que no se produjo una “corrida bancaria”, sino que además el Banco Central pudo recuperar rápidamente el monto de las reservas utilizadas. En efecto, antes del pago al Fondo las reservas del Banco Central eran de 28.078 millones de dólares. Luego del pago al Fondo (03/01/06) las reservas del Banco Central pasaron a 18.580 millones de dólares. Rápidamente el Banco Central recuperó el nivel de reservas, siendo el 02/10/06 de 28.084 millones de dólares, lo cual significa que solamente se requirió 10 meses para recomponer el nivel de reservas anterior al pago al Fondo Monetario Internacional.
En la actualidad (28/12/09) las reservas son de 47.946 millones de dólares, lo cual significa que desde el pago al FMI las reservas volvieron a crecer un 158%. Es cierto que el contexto macroeconómico actual no es el mismo que en el 2006, sin embargo en el 2010 con pronostico de crecimiento económico, aumento de las exportaciones, superávit comercial y de cuenta corriente, expansión de la inversión, reducción de la fuga de capitales; el Banco Central estará en condiciones de recuperar gran parte de la reservas utilizadas para el Fondo del Bicentenario.
Por último, surgieron diversas criticas marcando que existen mejores destinos para las reservas del Banco Central, como por ejemplo para eliminar la deuda social. Sin embargo, los problemas sociales en la Argentina no se eliminan con la inyección de una masa dineraria en un solo momento. Los problemas sociales dependen del modelo económico existente, pues no son problemas estáticos sino más bien dinámicos.
Por lo tanto, la constitución del Fondo del Bicentenario con reservas del Banco Central permite sostener la independencia económica para mantener la soberanía política para profundizar el modelo de reindustrialización con inclusión social que nos conduzca a la justicia social.
El gobierno nacional tenía básicamente dos formas para financiar los distintos vencimientos de deuda externa del 2010. Por un lado, redireccionar los recursos públicos al pago de la deuda externa. Es decir, utilizar parte de recursos fiscales que se hubieran utilizados para financiar por ejemplo obras de infraestructura para hacer frente a los vencimientos de la deuda externa. En otras palabras, reducir el gasto público para aumentar el superávit primario, y con ese mayor ahorro comprar los dólares necesarios para pagar la deuda externa. Esta alternativa hubiera implicado una disminución de la demanda agregada con la consiguiente caída del mercado interno, quiebre de pequeñas y medianas empresas, aumento del desempleo y pobreza.
Por otro lado, recurrir a la deuda externa aceptando de esta forma tasas de interés extremadamente elevadas, lo cual generaría nuevamente un circulo vicioso de endeudamiento externo. Este camino nos hubiera conducido nuevamente a la dependencia del sistema financiero internacional y del Fondo Monetario perdiendo nuestra soberanía macroeconómica.
Ambos caminos fueron los elegidos en la década del ochenta por Alfonsín y en la década del noventa durante la Convertibilidad. Ambas décadas terminaron con las dos peores crisis de la historia económica y social de la Argentina. En efecto, los años ochenta finalizaron con la crisis hiperinflacionaria y los noventa con la crisis del régimen convertible en el 2001.
Sin embargo, y a contraposición de los sucedido en las décadas anteriores, el gobierno nacional anunció la creación del Fondo del Bicentenario compuesto por 6.569 millones de dólares con reservas del Banco Central de la República Argentina para pagar la deuda externa del 2010. En este sentido, la creación del Fondo es una demostración más desde el 2003 de sostener políticas expansivas que fortalezcan la reindustrialización con inclusión social a partir de la independencia económica.
El aumento de las reservas: Para esto, uno de los pilares centrales del modelo que se desarrolló a partir de la asunción de Néstor Kirchner a la presidencia fue el fuerte aumento de las reservas del Banco Central, que crecieron de 11.048 a 47.946 millones de dólares entre mayo de 2003 y diciembre de 2009. Dicho de otra forma, las reservas se expandieron un 334% durante el nuevo modelo de acumulación.
Este incremento fue fundamental en un doble sentido. Por un lado, para darle mayor sustentabilidad al crecimiento económico al permitir al Banco Central manejar el tipo de cambio. Dicho de otra forma, a partir del crecimiento de las reservas se aleja la posibilidad de producirse una corrida cambiaria.
¿Qué hubiera pasada si en medio de la crisis internacional desatada este año el Banco Central de la República Argentina no hubiera tenido una gran cantidad de reservas? Ante cualquier incertidumbre en la Argentina se produce una “corrida” hacia el dólar. Si el Banco Central no tiene los dólares suficientes, la compra de dólares se traduce en una devaluación permanente de la moneda nacional seguida de un proceso inflacionario que deteriora el salario real de los trabajadores, genera aumento de desempleo e indigencia.
De esta forma, sin la expansión de las reservas del Banco Central, hoy estaríamos hablando de una fenomenal crisis económica y social como consecuencia del incremento de la incertidumbre a partir de la crisis financiera internacional. Por lo tanto, el crecimiento de las reservas es una de las herramientas centrales del nuevo modelo de desarrollo que genera que el tipo de cambio sea maneja por el Banco Central y no por el mercado, lo cual se traduce en una aumento de la sostenibilidad de la expansión del producto. Esto es fundamental teniendo en cuenta que las crisis repercuten en mayor medida en los sectores populares por vía del aumento del desempleo, la pobreza, la indigencia y la caída de las remuneraciones.
Por otro lado, la expansión de reservas permite incrementar la independencia económica. Los gobiernos de Néstor Kirchner y de Critina Fernández de Kirchner se están haciendo cargo de una de las peores herencias del modelo rentístico-financiero-neoliberal impuesto a mediados de la década del setenta y profundizados por los sucesivos gobiernos democráticos hasta el 2003: la deuda externa.
Con el nuevo modelo de desarrollo basado en la reindustrialización del país se encaró un proceso de desendeudamiento externo que implicó la reestructuración de la deuda externa, que se tradujo en una fuerte quita de capital y reducción de intereses, y el pago al Fondo Monetario Internacional.
Parte de la reducción de la deuda externa se produjo con el ahorro fiscal generado a partir del superávit del sector público. Pero otra parte, como por ejemplo el desembolso al organismo internacional, se produjo con reservas del Banco Central.
De nuevo ¿qué hubiera pasado si el Banco Central no hubiera contado con estas reservas? La respuesta de nuevo es sencilla: no se hubiera profundizado el proceso de desendeudamiento que caracteriza al nuevo modelo de desarrollo.
Pero además el FMI hubiera seguido imponiendo las famosas condicionalidades que se hubieran traducido como en la década del ochenta y del noventa en políticas ortodoxas de ajuste fiscal, caída de la demanda, desindustrialización de la economía, reducción del salario, aumento de la pobreza, indigencia y concentración del ingreso.
De esta manera, si el Banco central no hubiera experimentado el fuerte crecimiento de las reservas, el avance del nuevo modelo de acumulación hubiera estado fuertemente condicionado por la especulación y el sistema financiero internacional.
El Fondo del Bicentenario: En este contexto, la creación del Fondo del Bicentenario es una demostración más de las fortalezas de la economía argentina a partir de 2003 y de la independencia económico. Permite, por un lado, avanzar con el proceso de desendeudamiento sin tener que recurrir en desventaja al sistema financiero internacional al mismo tiempo que seguir sosteniendo el incremento del gasto público para fortalecer el mercado interno.
Por otro lado, se traduce en una profundización del proceso de reindustrialización y la generación de puestos de trabajo, pues el Fondo al reducir la incertidumbre y generar certezas macroeconómicas implicará un aumento de la inversión como consecuencia de la reducción de la tasa de interés.
Pero además como son reservas de libre disponibilidad, es decir, reservas superiores a las necesarias para cubrir la base monetaria al tipo de cambio actual, el Banco Central puede seguir manejando el tipo de cambio sin que exista un peligro de corrida cambiaria. En la actualidad el crecimiento de las reservas fue tan significativo que tenemos reservas afectadas a respaldar hasta el 100% de la base monetaria y reservas de libre disponibilidad. En este sentido, son las reservas de libre disponibilidad las que se utilizan, así como cuando se le pago al FMI, para la constitución del Fondo del Bicentenario.
Las mismas criticas se le realizaron al gobierno de Kirchner cuando decidió pagarle al Fondo Monetario Internacional con reservas del Banco Central: que la utilización de reservas generaría un incremento de la incertidumbre y un corrida cambiaria insostenible para el Banco Central.
Sin embargo, cuando se analiza restroespectivamente la medida se puede observas el error de dicho pronostico. No sólo que no se produjo una “corrida bancaria”, sino que además el Banco Central pudo recuperar rápidamente el monto de las reservas utilizadas. En efecto, antes del pago al Fondo las reservas del Banco Central eran de 28.078 millones de dólares. Luego del pago al Fondo (03/01/06) las reservas del Banco Central pasaron a 18.580 millones de dólares. Rápidamente el Banco Central recuperó el nivel de reservas, siendo el 02/10/06 de 28.084 millones de dólares, lo cual significa que solamente se requirió 10 meses para recomponer el nivel de reservas anterior al pago al Fondo Monetario Internacional.
En la actualidad (28/12/09) las reservas son de 47.946 millones de dólares, lo cual significa que desde el pago al FMI las reservas volvieron a crecer un 158%. Es cierto que el contexto macroeconómico actual no es el mismo que en el 2006, sin embargo en el 2010 con pronostico de crecimiento económico, aumento de las exportaciones, superávit comercial y de cuenta corriente, expansión de la inversión, reducción de la fuga de capitales; el Banco Central estará en condiciones de recuperar gran parte de la reservas utilizadas para el Fondo del Bicentenario.
Por último, surgieron diversas criticas marcando que existen mejores destinos para las reservas del Banco Central, como por ejemplo para eliminar la deuda social. Sin embargo, los problemas sociales en la Argentina no se eliminan con la inyección de una masa dineraria en un solo momento. Los problemas sociales dependen del modelo económico existente, pues no son problemas estáticos sino más bien dinámicos.
Por lo tanto, la constitución del Fondo del Bicentenario con reservas del Banco Central permite sostener la independencia económica para mantener la soberanía política para profundizar el modelo de reindustrialización con inclusión social que nos conduzca a la justicia social.
Por una nueva ley de entidades financiera: timba o produccion
Revista 2010, Diciembre de 2009, Año 3 Nº34
Discutir la Ley de Entidades Financieras implica discutir dos modelos de país. Por un lado, un país donde reine la timba financiera, como plantea el neoliberalismo, o un país donde reine la producción, como se comenzó a perfilar en el modelo post devaluación.
Tras ambos modelos hay dos concepciones bien distintas, casi filosóficas, que parten de una pregunta: ¿Hace falta el trabajo humano para generar riqueza? La respuesta voluntariamente errada a esta pequeña y gran pregunta es la que produjo que millones de compatriotas sean privados de su derecho a trabajar, ya que una de las premisas del neoliberalismo consiste en que el capital puede generar más capital en sí mismo y, por ende, ¿para qué tomarse el trabajo de abrir una fabrica y generar empleo si puedo tener mayores ganancias con tan sólo poner el capital en el sistema financiero y así tener ganancias extraordinarias mediante los intereses?
Este paradigma sobre el Trabajo y la Riqueza, sustento filosófico del neoliberalismo, se puso en crisis con la actual crisis internacional, aunque no está totalmente derrotado. En Argentina, el modelo neoliberal que se instaló con la última dictadura militar buscó el sustento jurídico para poder cumplir con estos principios en la Ley de Entidades Financieras.
La misma, a grandes rasgos, permitió la apertura indiscriminada al capital financiero internacional (que estaba disponible y en búsqueda de destinos propicios en ese momento), la concentración del mercado financiero y la consecuente destrucción de las pequeñas entidades y, por sobre todas las cosas, la pérdida de control del Estado en el direccionamiento del sistema financiero.
Esta última cuestión es, para nosotros, la más importante, y nos pone en la discusión acerca del rol del Estado en la economía. Discutir esto a la luz del nuevo modelo económico que comenzó en el 2003 implica tener en cuenta varias cuestiones que muestran las contradicciones que genera el sostenimiento de esta ley.
Por un lado, se avanzó en un proceso de revalorización productiva a partir de un incipiente proceso de reindustrialización. El mito del “viento de cola” se cae instantáneamente al ver los números que nos indican que si los precios internacionales de la soja se hubiesen mantenido como en los 90, muy poco hubiese variado el crecimiento económico, ya que el mismo se sustenta, fundamentalmente, en la construcción (empleadora de mano de obra intensiva) y en la industria manufacturera. Y esto se debe a una definición política que busca revalorizar el trabajo como fuente de la riqueza de las sociedades, yendo de este modo en sentido contrario a lo planteado por el paradigma neoliberal.
Sin embargo, en el ámbito financiero, el Estado aún no tiene capacidad de direccionar hacia donde destinar esa riqueza que la sociedad produce, ese capital. Esto implica que es el mismo sistema financiero el que, movido por la lógica de la rentabilidad, direcciona el capital hacia lo que le genere más ganancia, que son el consumo y la timba financiera.
Las implicancias que esto acarrea son terribles. Por un lado, los créditos al consumo dinamizan la economía en el corto plazo, ya que permite a distintos sectores sociales aumentar su consumo, dinamizando así el mercado interno, pero no consolida el aparto productivo como sí lo hace la inversión.
Si observamos su impacto en el consumo vemos un mecanismo bastante perverso: quienes más consumen y, por ende, tienen mayor poder adquisitivo, menor tasa de interés pagan, lo que significa que obtener un crédito les sale más barato. Y esto se logra de esta manera: las mismas entidades financieras que fijan los límites de acceso al crédito son las que luego abren sucursales de “crédito fácil”, en las cuales se puede obtener un crédito con la sola presentación de DNI y recibo de sueldo o de un plan social. A cambio de este “favor”, la financiera le cobra más caro el crédito, obviamente, teniendo así a los sectores populares atados a créditos con tasa de interés altísima por comprar ropa para el hijo en su cumpleaños y teniendo sectores medios y altos pagando créditos por heladeras o autos a tasa de interés tan baja que cuando lo terminaron de pagar, en definitiva, les salió más barato que si lo hubiesen comprado en efectivo ahorrando el dinero. Este es un circulo perverso en el que la tasa de interés es altamente regresiva, ya que los que menos gastan y tienen más pagan, y afecta fuertemente a la vida cotidiana de nuestros compañeros más necesitados. Esto pasa, ni más ni menos, por la vigencia de la Ley de Entidades Financieras.
Sin embargo, quienes consumen no son los únicos afectados. Algo similar ocurre con las PyMEs, ya que a la hora de acceder al crédito, cuanto más grande sea la firma más respaldo tiene y, por ende, más posibilidades de acceder al mismo tienen. Y ni hablar de las nuevas cooperativas de trabajo que surgieron al sol de las políticas de economía social desarrolladas desde el 2003, que comienzan sus actividades subsidiadas por el Estado pero luego no tienen posibilidad de acceder al crédito para poder capitalizarse y crecer.
Esto nos muestra cómo el direccionamiento del capital al sistema productivo no puede estar en manos del mercado, ya que si el mismo no lo considera una actividad rentable, dispondrá mucho más capital al consumo o al sistema financiero, como ya hemos observado. Hasta hoy, los únicos esfuerzos del Estado en ese sentido han sido las políticas de crédito de la banca pública, que es lo único en lo que puede tener injerencia hoy. Pero esto, obviamente, no alcanza, ya que la estructura del sistema financiero no ha sido modificada.
Observamos, entonces, que el sistema financiero no está a la altura de las necesidades que el nuevo modelo económico de valorización productiva tiene. Si han crecido la producción, las PyMEs y las cooperativas, se necesita de un sistema financiero acorde a estas transformaciones. Para ello es imprescindible que el Estado pueda definir cuáles son las prioridades para la utilización del capital disponible, ya que al Estado no lo mueven las leyes de la rentabilidad y la ganancia extraordinaria, sino la de universalización de derechos para alcanzar la justicia social.
Es por ello que planteamos la necesidad de un cambio estructural en el sistema financiero que sólo se puede lograr cambiando la Ley de Entidades Financieras que permita, entre otras cosas, que la banca pública y los pequeños y medianos bancos nacionales, así como las cooperativas de créditos, tengan mayor participación en la economía. Permitiría, además, profundizar el proceso de reindustrialización privilegiando los créditos productivos, direccionándolos a las PyMEs y cooperativas, aportando a la desconcentración de la economía argentina, haciendo que nuestra economía sea mas nacional privilegiando a las firmas locales, promoviendo que la misma sea más federal a partir de una desconcentración territorial del sistema bancario, construyendo, de esta forma, una distribución de la riqueza más justa.
Para nosotros es muy importante poder plantear esto en términos de reforma estructural, ya que si bien hoy en día está en discusión el tema de la Ley de Entidades Financieras, hay sectores que plantean que la transformación reside en gravar la extraordinaria renta financiera. Por supuesto que esto también es importante, ya que permite, por sobre todo, la posibilidad por parte del Estado de apropiarse y redireccionar esos recursos a otros sectores de la economía y la sociedad. El problema es que esta medida no cambia la estructura misma del sistema financiero y las dificultades que esto conlleva, como ya hemos observado, con lo cual seguiremos teniendo un aparato productivo, PyMEs y cooperativas sin posibilidad de invertir y crecer, lo cual significa quedarse sin posibilidades de generar más trabajo, bastión de este modelo económico.
Necesitamos que el sistema financiero no entre en contradicción con este nuevo modelo económico que busca cambiar el paradigma neoliberal apostando a la producción y al empleo, y por eso creemos que la lucha y la militancia debe ser por transformar la Ley de Entidades Financieras, la cual ya tiene una característica común con la Ley de Medios: ambas son leyes de la dictadura. Hagamos que tenga otra característica común: que también sea derrotada, como ésta, a fuerza de militancia y organización.
Discutir la Ley de Entidades Financieras implica discutir dos modelos de país. Por un lado, un país donde reine la timba financiera, como plantea el neoliberalismo, o un país donde reine la producción, como se comenzó a perfilar en el modelo post devaluación.
Tras ambos modelos hay dos concepciones bien distintas, casi filosóficas, que parten de una pregunta: ¿Hace falta el trabajo humano para generar riqueza? La respuesta voluntariamente errada a esta pequeña y gran pregunta es la que produjo que millones de compatriotas sean privados de su derecho a trabajar, ya que una de las premisas del neoliberalismo consiste en que el capital puede generar más capital en sí mismo y, por ende, ¿para qué tomarse el trabajo de abrir una fabrica y generar empleo si puedo tener mayores ganancias con tan sólo poner el capital en el sistema financiero y así tener ganancias extraordinarias mediante los intereses?
Este paradigma sobre el Trabajo y la Riqueza, sustento filosófico del neoliberalismo, se puso en crisis con la actual crisis internacional, aunque no está totalmente derrotado. En Argentina, el modelo neoliberal que se instaló con la última dictadura militar buscó el sustento jurídico para poder cumplir con estos principios en la Ley de Entidades Financieras.
La misma, a grandes rasgos, permitió la apertura indiscriminada al capital financiero internacional (que estaba disponible y en búsqueda de destinos propicios en ese momento), la concentración del mercado financiero y la consecuente destrucción de las pequeñas entidades y, por sobre todas las cosas, la pérdida de control del Estado en el direccionamiento del sistema financiero.
Esta última cuestión es, para nosotros, la más importante, y nos pone en la discusión acerca del rol del Estado en la economía. Discutir esto a la luz del nuevo modelo económico que comenzó en el 2003 implica tener en cuenta varias cuestiones que muestran las contradicciones que genera el sostenimiento de esta ley.
Por un lado, se avanzó en un proceso de revalorización productiva a partir de un incipiente proceso de reindustrialización. El mito del “viento de cola” se cae instantáneamente al ver los números que nos indican que si los precios internacionales de la soja se hubiesen mantenido como en los 90, muy poco hubiese variado el crecimiento económico, ya que el mismo se sustenta, fundamentalmente, en la construcción (empleadora de mano de obra intensiva) y en la industria manufacturera. Y esto se debe a una definición política que busca revalorizar el trabajo como fuente de la riqueza de las sociedades, yendo de este modo en sentido contrario a lo planteado por el paradigma neoliberal.
Sin embargo, en el ámbito financiero, el Estado aún no tiene capacidad de direccionar hacia donde destinar esa riqueza que la sociedad produce, ese capital. Esto implica que es el mismo sistema financiero el que, movido por la lógica de la rentabilidad, direcciona el capital hacia lo que le genere más ganancia, que son el consumo y la timba financiera.
Las implicancias que esto acarrea son terribles. Por un lado, los créditos al consumo dinamizan la economía en el corto plazo, ya que permite a distintos sectores sociales aumentar su consumo, dinamizando así el mercado interno, pero no consolida el aparto productivo como sí lo hace la inversión.
Si observamos su impacto en el consumo vemos un mecanismo bastante perverso: quienes más consumen y, por ende, tienen mayor poder adquisitivo, menor tasa de interés pagan, lo que significa que obtener un crédito les sale más barato. Y esto se logra de esta manera: las mismas entidades financieras que fijan los límites de acceso al crédito son las que luego abren sucursales de “crédito fácil”, en las cuales se puede obtener un crédito con la sola presentación de DNI y recibo de sueldo o de un plan social. A cambio de este “favor”, la financiera le cobra más caro el crédito, obviamente, teniendo así a los sectores populares atados a créditos con tasa de interés altísima por comprar ropa para el hijo en su cumpleaños y teniendo sectores medios y altos pagando créditos por heladeras o autos a tasa de interés tan baja que cuando lo terminaron de pagar, en definitiva, les salió más barato que si lo hubiesen comprado en efectivo ahorrando el dinero. Este es un circulo perverso en el que la tasa de interés es altamente regresiva, ya que los que menos gastan y tienen más pagan, y afecta fuertemente a la vida cotidiana de nuestros compañeros más necesitados. Esto pasa, ni más ni menos, por la vigencia de la Ley de Entidades Financieras.
Sin embargo, quienes consumen no son los únicos afectados. Algo similar ocurre con las PyMEs, ya que a la hora de acceder al crédito, cuanto más grande sea la firma más respaldo tiene y, por ende, más posibilidades de acceder al mismo tienen. Y ni hablar de las nuevas cooperativas de trabajo que surgieron al sol de las políticas de economía social desarrolladas desde el 2003, que comienzan sus actividades subsidiadas por el Estado pero luego no tienen posibilidad de acceder al crédito para poder capitalizarse y crecer.
Esto nos muestra cómo el direccionamiento del capital al sistema productivo no puede estar en manos del mercado, ya que si el mismo no lo considera una actividad rentable, dispondrá mucho más capital al consumo o al sistema financiero, como ya hemos observado. Hasta hoy, los únicos esfuerzos del Estado en ese sentido han sido las políticas de crédito de la banca pública, que es lo único en lo que puede tener injerencia hoy. Pero esto, obviamente, no alcanza, ya que la estructura del sistema financiero no ha sido modificada.
Observamos, entonces, que el sistema financiero no está a la altura de las necesidades que el nuevo modelo económico de valorización productiva tiene. Si han crecido la producción, las PyMEs y las cooperativas, se necesita de un sistema financiero acorde a estas transformaciones. Para ello es imprescindible que el Estado pueda definir cuáles son las prioridades para la utilización del capital disponible, ya que al Estado no lo mueven las leyes de la rentabilidad y la ganancia extraordinaria, sino la de universalización de derechos para alcanzar la justicia social.
Es por ello que planteamos la necesidad de un cambio estructural en el sistema financiero que sólo se puede lograr cambiando la Ley de Entidades Financieras que permita, entre otras cosas, que la banca pública y los pequeños y medianos bancos nacionales, así como las cooperativas de créditos, tengan mayor participación en la economía. Permitiría, además, profundizar el proceso de reindustrialización privilegiando los créditos productivos, direccionándolos a las PyMEs y cooperativas, aportando a la desconcentración de la economía argentina, haciendo que nuestra economía sea mas nacional privilegiando a las firmas locales, promoviendo que la misma sea más federal a partir de una desconcentración territorial del sistema bancario, construyendo, de esta forma, una distribución de la riqueza más justa.
Para nosotros es muy importante poder plantear esto en términos de reforma estructural, ya que si bien hoy en día está en discusión el tema de la Ley de Entidades Financieras, hay sectores que plantean que la transformación reside en gravar la extraordinaria renta financiera. Por supuesto que esto también es importante, ya que permite, por sobre todo, la posibilidad por parte del Estado de apropiarse y redireccionar esos recursos a otros sectores de la economía y la sociedad. El problema es que esta medida no cambia la estructura misma del sistema financiero y las dificultades que esto conlleva, como ya hemos observado, con lo cual seguiremos teniendo un aparato productivo, PyMEs y cooperativas sin posibilidad de invertir y crecer, lo cual significa quedarse sin posibilidades de generar más trabajo, bastión de este modelo económico.
Necesitamos que el sistema financiero no entre en contradicción con este nuevo modelo económico que busca cambiar el paradigma neoliberal apostando a la producción y al empleo, y por eso creemos que la lucha y la militancia debe ser por transformar la Ley de Entidades Financieras, la cual ya tiene una característica común con la Ley de Medios: ambas son leyes de la dictadura. Hagamos que tenga otra característica común: que también sea derrotada, como ésta, a fuerza de militancia y organización.
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