por Enrique de la Calle, Buenos Aires Economico, 4 de febrero de 2010
Por noviembre de 2009, el periodista Maximiliano Montenegro escribió en su habitual columna en Crítica de la Argentina un artículo en el que pregunta “¿Cuál es el modelo K?” (ver Crítica, 08/11/2009 ). Revisemos algunas argumentaciones del artículo para proponer una mirada distinta.
En el primer párrafo, Montenegro va a los bifes: “Tras seis años de crecimiento a tasas chinas, el 30% de la población vive en la pobreza y el 10% es indigente (…) la desocupación se redujo a la mitad, pero casi el 40% de los ocupados están en negro”. El diagnóstico se cierra con una valiosa reflexión sobre la inflación como elemento para comprender la “nueva fisonomía de la pobreza”. Como cierre, concluye que, en definitiva, esas tasas “son superiores al promedio de la década menemista”.
Luego, Montenegro describe las características del “Modelo K”, y si bien señala algunas virtudes, observa lo siguiente: que “aunque es un buen eslogan publicitario, ¿quién puede creer que las retenciones son ‘el instrumento’ de la redistribución progresiva de ingresos?”; que el gasto público se destina a “abaratar la factura de energía de la clase media acomodada y la clase alta”, que en el caso del transporte “nunca se logró instrumentar una tarjeta de descuento para subsidiar a los usuarios pobres”. Aclara que “algunos funcionarios (no todos)” destacan la estatización de las AFJP, sin embargo para nuestro periodista solamente es una “política esencial para la estabilidad macro”, y que al financiar “a una tasa preferencial a General Motors o las compras (…) de la clase media” su progresividad no es más que “otro eslogan K”. Así las cosas, concluye una vez más que el kirchnerismo mantiene un “sistema impositivo tan recesivo como el menemista”. Como vimos en el párrafo anterior, con peores consecuencias sociales.
Por último, Montenegro resume el modelo actual: “la Argentina continúa con una estructura muy primaria en sus exportaciones; la concentración económica se profundizó (…) la precarización laboral se extendió; las políticas de control de precios fracasaron. En fin, (…) el ‘modelo productivo’ todavía excluye a casi un tercio de la población”.
¿Todo lo mismo?
Si seguimos al periodista gráfico y televisivo, coincidiremos en que, en realidad, el kirchnerismo es puro discurso bonito, buen dominio de variables macro, y la continuación de estructuras propias del menemismo con peores resultados. Un desastre. Quedará por responder a qué se deben, entonces, la férrea oposición del establishment y la derecha criolla, y por contraste el apoyo del sindicalismo.
Por nuestro lado, preferimos abandonar a Montenegro en algo sustancial: consideramos que en 2002-2003 emergió en el país un proyecto económico y político que modificó pilares importantes del modelo imperante en el país entre 1976-2001. No nos sirve señalar que muchas variables sociales del año 1984, al finalizar la Dictadura, son mejores que las actuales para destacar el programa económico neoliberal de José Martínez de Hoz. Optamos por comprender los procesos políticos y económicos. Es decir, la película antes que la fotografía.
En estos últimos años, se dieron transformaciones más ambiciosas que las que el periodismo o los especialistas – por derecha o por izquierda – están dispuestos a aceptar. En primer lugar, destacamos la fenomenal transferencia de recursos desde el sistema financiero hacia el Estado (estatización AFJP). Es notable que se soslaye una medida que permitió destinar miles de millones de pesos hacia los jubilados (aumentos de la mínima y movilidad), los hijos de desocupados y trabajadores informales (asignación universal), el aliento al consumo (vía crédito barato) y las inversiones productivas. Antes, esa plata se utilizaba para la especulación. En el caso del ingreso universal nos referimos al programa social más amplio de Latinoamérica, que representa casi un punto de nuestro PBI.
Con respecto a los subsidios, y al gasto público en general, Montenegro repite eslóganes propios de la derecha y la ortodoxia económica. Aceptamos que puedan discutirse intervenciones más precisas, siempre defendiendo una política económica que ha garantizado servicios públicos baratos y ha subsidiado a diferentes sectores de la producción como parte de una estrategia para alentar la industrialización del país. Ya sea vía estimulación del consumo o por medio del abaratamiento de los costos empresarios. Con respecto al gasto público vale señalar una contradicción del progresismo liberal y hasta de la propia centro-derecha: se exige que el Estado “haga algo” con la pobreza que “escandaliza” y por otro lado se cuestiona cuando ese hacer se traduce en recursos y erogaciones fiscales “exorbitantes”.
Por último, vale extenderse sobre otro de los pilares del Modelo K: aquel vinculado con su solvencia en la balanza de pagos y con la calidad de los intercambios. Montenegro insiste sobre la “estructura primaria de las exportaciones” sin brindar mayores datos. Aquí proponemos algunos: entre 2003 y los primeros diez meses de 2009, el país aumentó el lugar de las manufacturas de origen industrial (MOI) sobre el total exportado. Pasó del 26,88% al 32,83%. Si agregamos las manufacturas de origen agropecuario (MOA) tenemos que ambas representan el 72% de nuestras ventas al exterior (en 2003, significaban el 60%). A diferencia de un lugar común extendido, que sobreestima el papel de los productos primarios (sobre todo granos de soja) en el crecimiento económico, hay que mencionar que en 1998 representaban un 24,98% del total de los saldos exportables, mientras que en 2009 alcanzaron el 17,06% (ver informe de abeceb.com ).
Para dimensionar lo dicho comparemos con lo ocurrido en estos años en Brasil, elegido por los grandes medios como el ejemplo a seguir. En 2003-2009 se redujeron con fuerza las exportaciones industriales que pasaron de representar el 55,38% del total al 42,91%. El número es igualmente alto pero es preocupante la tendencia: en 1998, los bienes industriales significaban el 58,35% del total. Como sea, si sumamos las MOI y las MOA, nos da que alcanzan el 63% del global, cifra menor a la argentina. En cambio, se observa en el período el aumento del peso de los productos primarios que pasaron del 17% al 26%.
La paulatina reconstrucción del tejido productivo permitió la reducción del desempleo y del trabajo en negro, y mejoras en todos los indicadores sociales (en 2002/2003 la pobreza golpeaba a medio país; el desempleo llegaba al 23%). La discusión salarial y un mayor protagonismo de los trabajadores organizados (regreso de las paritarias mediante) permitieron que la recuperación del ingreso y el descenso de la desigualdad. La brecha de ingresos entre el 10% más pobre y el más rico pasó de 34 veces en 2003 a 25 en 2009; el coeficiente Gini, un medidor mucho más eficiente, también arroja buenas noticias pasando del 0,53 al 0,46 en el Período K (a mayor número, mayor desigualdad. Ver estudio de consultora Equis ).
Por todo esto en 2006/07 se constituyó el Grupo de Estudios de Economía Nacional y Popular (GEENaP) con el objetivo de difundir, promover y también discutir el proceso político y económico que emergió en Argentina desde la presidencia de Néstor Kirchner. Entendiendo, con claridad, que se trata de un proyecto de país diferente al que imperó desde la Dictadura hasta el final de De la Rúa. Está claro que tiene limitaciones y deudas pendientes, con fuerte impacto sobre amplios sectores sociales. También, que debe ser profundizado (no abandonado) para que esté a la altura de los desafíos.
http://criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=32529&pagina=7
http://www.ieco.clarin.com/economia/Exportaciones_IECFIL20091207_0002.doc
http://www.perfil.com/contenidos/2009/12/20/noticia_0005.html
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